Woody Allen
“Sigo haciendo películas porque no tengo otra cosa que hacer”
El director neoyorquino, una leyenda de la historia del cine, estrena nueva película, “Golpe de suerte”. A punto de cumplir 89 años dice que sigue teniendo ideas para filmar y que se considera un hombre afortunado. “He tenido una vida decente porque tengo buena suerte”, afirma
“Realmente no esperaba esta pregunta”, dice Woody Allen sentado en un cómodo sillón de su departamento de Nueva York, la ciudad que pintó como pocos (o nadie) a través de sus películas. Está ahí, se lo ve a través de una pantalla, esmirriado y amable, a los 88 años, a punto de cumplir 89 en un par de semanas. Es una leyenda del cine en el siglo XX que se dispone a dialogar con Infobae Cultura sobre su nueva película, Golpe de suerte -que se estrena el jueves 14 en Argentina y México. La conversación, luego, lleva por otros temas: su amor por París y Nueva York, la música (jazz sobre todo) siempre presente en sus películas y la buena suerte en su vida. “Un día moriré, y ese será el fin de la historia”, reflexiona en su tono de voz inconfundible.
Pero, para su propio desconcierto inicial, se le pregunta por el destino de los Knicks de Nueva York, el equipo de basquetbol de su vida que persigue un título de la NBA desde 1972, cuando otros jugadores en otra ciudad y otro mundo, ganaron el último campeonato.
Woody Allen es un apasionado por los Knicks y casi nunca faltó en más de medio siglo, a la primera fila de la platea del Madison Square Garden (como Jack Nicholson en la costa del Pacífico con Los Ángeles Lakers). Por eso sonríe y dice “no esperaba esta pregunta”, cuando se le pregunta por los Knicks. ¿Sigue yendo a verlos? ¿Cree que este año, sí, pueden ser campeones? Él responde: Tienen el mejor equipo que han tenido en muchos años. Y creo que es posible. No va a ser fácil porque hay otros equipos que son muy, muy fuertes. Pero sí creo que es posible este año que puedan llegar hasta el final si siguen juntos, es una buena posibilidad para ellos”.
Roto el hielo para una breve entrevista por videollamada con relevante significación para cualquier medio del mundo. El hombre que se ve a través de una pantalla ha creado, nada menos, un imaginario que, con el tiempo, se convertiría en un sello inconfundible del cine moderno: una mezcla de humor ácido, neurosis urbana y la siempre inquietante pregunta de qué significa estar vivo. Sus comedias agridulces, a veces teñidas de una ironía devastadora, capturaron con precisión la angustia y los desencuentros de una clase intelectual.
Entre chistes cultos, gestos románticos y discusiones existenciales, Allen forjó una obra que, en su esencia, es tan cómica como sombría. Sus películas tuvieron, fundamentalmente en Buenos Aires -inevitable la conexión psicoanalítica- pero también en cualquier otra capital del mundo occidental, una generosa recepción por parte de un público fiel que ya sabía que iba a ver, independientemente del género que se tratase: era “una película de Woody Allen”, sea la primera tanda de comedias alocadas (Bananas, Robó, huyó y lo pescaron y otras más de los 60 y primera mitad de los 70), la siguiente serie de verdaderas comedias agridulces y psicoanalizadas (las extraordinarias Annie Hall y Manhattan como mejor ejemplo); o bien las de cosecha 90′s, entre ellas Hannah y sus hermanas, Crímenes y pecados, Maridos y esposas. La lista se haría interminable: son 56 películas en un período de 58 años. Impresionante.
El corpus de su obra cinematográfica siempre se deslizó en un delicado equilibrio entre la risa y la melancolía, con historias que navegan entre el absurdo de la vida y la tragedia que, tarde o temprano, acecha a la vuelta de la esquina de toda gran ciudad. Woody Allen es uno de los grandes cronistas de su generación, aunque, como si fuera un personaje salido de sus propias películas, su destino no ha sido sencillo. En décadas posteriores a su esplendor de fines del siglo XX tuvo altibajos creativos, con películas menores (u olvidables en el peor de los casos), mientras que las controversias personales proyectaron una sombra oscura sobre su figura pública.
Aquí está ahora, a punto de cumplir 89 años para hablar de su nueva película Golpe de suerte, una comedia oscura protagonizada por actores franceses (Lou de Laâge, Valérie Lemercier, Melvil Poupaud y Niels Schneider), ambienta en París y hablada en francés. Una historia que comienza romántica pero enseguida se torna levemente inquietante, hasta convertirse en un relato policial de crímenes y pecados. Uno de Woody Allen.
—¿Cómo fue trabajar con actores franceses y hacer una película hablada en francés?
—Fue mucho más fácil de lo que piensas. Los problemas fueron los usuales de cualquier película. El hecho de que fuera un idioma diferente fue un problema muy pequeño. Sabes, cuando haces una película, los problemas aparecen en el guion, la fotografía, la actuación, la música... Y esos problemas siguen siendo los mismos. El hecho de que fuera en francés... Muchos de los franceses hablaban inglés. Y bueno, cuando vas a una película en un idioma que no conoces, si ves una película japonesa o griega, puedes decir quién actúa bien y quién no. En una película de Ingmar Bergman, puedes ver una gran actuación. Está en sueco, pero igual te das cuenta que es genial.
Y así lo pude notar cuando estaban actuando. Yo escribí el guion y pude decir cuándo estaban haciendo un buen trabajo. Y también, tengo que decir que contrato muy buenos actores. Así que tengo mucha confianza en ellos. Quiero decir, no tengo que darles muchas instrucciones. Simplemente son muy buenos actores. De vez en cuando tengo que decirles “podrías estar un poco más enojado” o que tengan que hablar un poco más rápido, pero no mucho. No tengo que decirles mucho, así que la parte del idioma no fue problema. Los problemas vienen cuando filmo una escena que escribí, y luego me doy cuenta de que la escribí mal y que los actores lo están haciendo bien. Eso significa que no he hecho bien mi trabajo. Así que tengo que reescribirlo, traerlos de vuelta. Esos son los problemas reales.
—En la película se nota que París es muy importante. Más que una simple locación, supongo. Algo parecido o más, tal vez, pasó en Medianoche en París ¿Está enamorado de la ciudad? ¿Cuál es la atracción que siente?
—Hay ciertas ciudades que para los estadounidenses que tienen connotaciones emocionales. París es probablemente la más significativa. Tenemos una tendencia a romantizar París, la pensamos romántica, tan hermosa como es. También Roma es otra ciudad que consideramos muy romántica y hermosa. Y así he pasado mucho tiempo en París a lo largo de los años. He hecho algunas películas allí. Fue el primer lugar al que fui en Europa cuando salí de los Estados Unidos: la primera vez que estuve en el extranjero fui a París. No podía creer lo hermosa que era. Y simplemente me gusta. Es un poco como Nueva York, pero mucho más hermosa. Pero tiene el mismo ritmo nervioso. Es como... ¿Has estado en Nueva York?
— Si.
—Bueno, sabes, es nerviosa. París está llena de gente que circula rápido y todo está ocurriendo al mismo tiempo. Y es muy cultural, sabes. Muchos conciertos y muchos museos. Es una gran ciudad para vivir y trabajar.
—Quisiera preguntarle sobre otra pasión, la música. Siempre hay mucho jazz y eso ha encantado desde siempre al público de sus películas. En Golpe de suerte suena Herbie Hancock, por ejemplo... ¿Cómo siente esa conexión entre el relato y la música en su filmografía?
—Primero debo decir que la parte más placentera de hacer cualquier película es poner la música. Cuando está completamente editada y montada, poner la música es cuando verdaderamente una película cobra vida. En este caso, elegí música que era muy popular en las películas francesas que solía ver cuando quería hacer películas francesas y era más joven, y solía ir al cine y veía a Truffaut, Resnais y Godard. A los cineastas franceses les gustaba ese tipo de jazz americano, como sucede con Louis Malle en Ascensor para el cadalso (perdón, no puedo recordar el título en inglés). Ese tipo de música jazz de los años cincuenta y sesenta. Y así pensé que le daría a la película un aire francés.
—La historia de la película trata sobre la mentira y personas que mienten. ¿Está de acuerdo?
—Creo que ciertamente es parte de ello, porque cuando estás escribiendo un guion siempre estás buscando conflicto, sabes, problemas... Eso es mucho más interesante. Tantas películas que ves tratan sobre asesinato, robo y crimen, porque eso te da inmediatamente un conflicto. Y en las películas emocionales como ésta, los conflictos provienen de traiciones personales y personas que se mienten y engañan entre sí. Eso te da la oportunidad de enfrentar a los personajes con su falsedad, a no creerles. Es un truco del escritor.
—¿Siente alguna conexión personal de su historia con la película?
—Sí. Siento una fuerte conexión con la película porque gran parte de la película trata sobre el azar y la suerte, y siento que he sido muy afortunado toda mi vida. Muchas de las cosas en las que he estado involucrado en mi vida no han sido porque soy hábil o porque trabajé duro, sino que simplemente fueron porque tuve buena suerte. He podido tener una vida decente. Gran parte de ello es por suerte. Así que no puedo decirte que he tenido una vida de mala suerte o de mala racha o de malos momentos, no lo he tenido. Las cosas han salido a mi favor.
Y esta película gira mucho en torno a este concepto de que estamos a merced de la suerte mucho más de lo que nos gusta admitir. No nos gusta decir eso porque se pierde el control. Si es suerte, está fuera de tu control. Prefieres decir, hago mi suerte, controlo las cosas si trabajo duro, si hago lo correcto, si como la comida adecuada. Si hago eso, todo estará bien. Pero puedes hacer todas las cosas bien y si no tienes suerte, no importa.
—Última pregunta: está por cumplir 89 años ¿Por qué sigue filmando?
—Sabes, simplemente lo hago. Terminé esa película en Francia, y me siento en mi casa en Nueva York, y tengo ideas... Y las hago. Hago otras cosas. Quiero decir, escribo para teatro y acabo de escribir un libro, pero a veces tengo ideas y pienso: “Oh, esto sería solo en una película”. No podría hacer eso en un escenario, es solo para una película. Y así lo escribo. Y afortunadamente, la mayoría de mis películas no han sido caras, así que puedo financiarlas y eso es lo que hago. Luego un día moriré, y ese será el fin de la historia. Quiero decir, mientras tanto ¿qué más haría? No juego al golf. No voy a pescar. No tengo nada más que hacer. Así que trabajo, hago películas.
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