Annabel’s, el club donde se refugian los pijos británicos
En el corazón del barrio londinense de Mayfair se esconde la discoteca más exclusiva de Europa, una discreta guarida rebosante de historias y personajes nada discretos.
Si las paredes del Annabel's hablaran, las revelaciones del espía felón Edward Snowden parecerían pura hojarasca. Desde 1963 este club londinense consagrado al esparcimiento tiene como objeto reunir a lo más granado de la realeza, la política y la alta sociedad. Un contubernio de privilegiados que, a ritmo de house y algún espectáculo de piano-bar, busca perpetuar la endogamia de las élites pudientes, sus relaciones y su mundo paralelo. El acceso está restringido a los socios y sus invitados, cuya condición se la ganan a fuerza de distinguirse y no meter demasiado la pata.
Fundado por el empresario Mark Birley, el club debe su nombre a la exesposa de este. En la década de los 60, tanto Lady Annabel Goldsmith como su marido se aprovecharon de las inquietas aguas del swinging London para rescatar a los pijos y ofrecerles cobijo. Quién sabe lo que podía pasarles a los pobres niños ricos si se mimetizaban con la efervescente masa de la época. Los anfitriones tiraron de agenda y pronto comenzaron las noches de bohemia en ese oasis llamado Annabel's.
La reina Isabel II no pisa el local desde los años 70, pero sus familiares sí lo hacen asiduamente: su hijo y heredero, los hijos de este, y las novias y las cuñadas de los nietos de la primera. ¿La reina de la tarima? La inefable Pippa Middleton. Actualmente la lista de socios sigue manteniendo el nivel de los orígenes, y ya suman casi los 10.000. Actores, actrices, modelos y un sinfín de nombres propios de la moda, la cultura y la nada, todos en igualdad de condiciones: una cuota anual de 750 libras por persona.
La discreción de los responsables del club, cancerberos de los secretos y las vergüenzas de la casta intocable, ha sido clave para que a lo largo de medio siglo de existencia las celebrities y demás colección se haya mantenido fiel a esta localización de Berkeley Square. Lady Di, Kate Moss, Anna Wintour, Lady Gaga y la duquesa de Cornualles destacan en el grupo de ellas; Frank Sinatra (la estrella del Rat Pack fue uno de los primeros miembros), Tom Ford, el presidente Nixon y Asistóteles Onassis, entre el género masculino.
En 2007 el empresario Richard Caring, propietario del célebre restaurante The Ivy de la capital británica, adquirió Annabel's por 90 millones de libras. Una cantidad nada desdeñable por una discoteca que se ha convertido en salvoconducto social para quienes consiguen franquear sus puertas. El nuevo dueño le ha devuelto el brillo de los primeros años gracias a unas políticas de etiqueta y actitud implacables. Hace dos años Caring advirtió un ligera regresión en los usos de cortesía de los socios más jóvenes del club, lo que le sirvió de excusa para llevar a cabo una purga entre los miembros conflictivos. El envío de misivas personalizadas invitándoles a no volver mereció la atención de los tabloides británicos, que les faltó tiempo para sacar toda la morralla sobre ciertos personajes y episodios bañados en alcohol.
La reciente irrupción de otro club privado llamado The Beauchamp ha roto el monopolio en la capital de la pérfida Albión. El nuevo lugar de moda lleva el sello del restaurador de origen persa Farhad Farman-Farmaian, un animal social que promete dar la batalla más esnob. En cualquier caso, Annabel's luce un inmejorable estado de forma: el pasado año celebró su quincuagésimo aniversario acogiendo los mejores eventos, desde la gala anual de los premios Hombres del Año de la edición británica de la revista GQ hasta la cena previa de los premios BAFTA. Seguro que la lucha con Farman-Farmaian no será encarnizada, pues a estos niveles las cuchilladas y los disparos se reemplazan por el temido aunque siempre discreto ostracismo social. La inevitabilidad de la discreción, política de la casa.
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