jueves, 5 de agosto de 2021

El secreto de Gil de Biedma

Gil de Biedma


El secreto de Gil de Biedma

Los textos no habían sido publicados por las alusiones personales y las referencias homosexuales

Lumen publica los diarios inéditos del poeta, 25 años después de su muerte


Joset Massot
Barcelona, 31 de octubre de 2015


Han tenido que pasar 25 años desde la muerte de Jaime Gil de Biedma para que sus diarios inéditos vieran la luz. El actor Josep Madern, compañero sentimental del poeta, los depositó en la agencia Balcells, y consideró que las alusiones inmisericordes a personas aún con vida y las referencias homosexuales aconsejaban que no se hicieran públicos hasta pasado un tiempo. A principios de los años 90 su contenido aún abría heridas y Ana María Moix vio frustrado a última hora su intento de publicar el Diario de 1978 en Lumen. Ahora sí, la misma editorial publicará el 5 de noviembre Diarios. 1956-1985 , con edición de Andreu Jaume.

El libro rescata el único diario publicado hasta ahora, Retrato del artista en 1956, y añade los diarios de 1959-1965, el célebre de 1978 (que es el más elaborado) y el de 1985, cuando ya estaba enfermo de sida. "Me preocupa -escribe el poeta desde París- el regreso a Barcelona, la tensión nerviosa de aguantar constantemente el tipo, de hacer frente a los rumores durante meses y meses, de esa tensión de la que me sentí aliviado cuando ingresé aquí. Mantener mi enfermedad en secreto, salvo para unos pocos íntimos, me parece cada vez más difícil". Gil de Biedma jugó hasta el fin de sus días -murió el 8 de enero de 1990, poco después que su madre y que Carlos Barral- la paradoja vital de proceder a una indagación interior sobre sí mismo (poeta, homosexual, miembro de la burguesía, alto ejecutivo de una multinacional, antifranquista) y vestir, al mismo tiempo, una máscara social en el trabajo (Tabacos de Filipinas), con su familia y con su entorno no literario.

Los diarios de los años sesenta son esenciales, en primer lugar, para revelar las claves de su obra poética. Andreu Jaume, que prepara una biografía del poeta, consigue que las notas a pie de página que acompañan el texto sean tan entretenidas y ágiles como ilustrativas y documentadas. Por ejemplo, un irónico acuse de recibo de un dolido Jorge Guillén al libro que le dedicó Gil: "Que alguien dedique a la poesía de Jaime Gil de Biedma un libro similar al que ­Jaime Gil de Biedma ha dedicado a la poesía de Jorge Guillén". O las pullas a Juan Goytisolo, los hermanos Panero o la fuga de Boa­della cuando fue detenido por el espectáculo  La Torna.

Gil de Biedma, de cultura anglosajona, se sirve de los diarios para "adiestrarse en literatura" y también para encontrar una prosa de la intimidad y de las emociones que la pacata tradición española había negado y reprimido."La sexualidad en general y la homosexualidad en particular -dice Andreu Jaume- no han tenido aquí un lenguaje que no estuviera profundamente impostado, cuando en Inglaterra y al menos desde el siglo XVIII nadie se escandaliza del contenido de los diarios íntimos".

Gil de Biedma es el burgués clásico, el ejecutivo que trabaja ocho horas diarias y el poeta promiscuo, ebrio, nocturno e izquierdoso. Todo a la vez, con todas sus contradicciones, sin distinguir el personaje que vive y el que escribe. En 1962 firma una carta contra la represión de una huelga minera en Asturias que le ocasiona una bronca familiar y casi el despido de Tabacos de Filipinas. Oscila del orden al caos y cuando cae en el exceso de alcohol y sexo, promete enmendarse y en seguida se desdice. La crisis existencial de Gil de Biedma se ve de forma más descarnada en sus cartas (El argumento de la obra, Lumen). En los diarios es una queja constante desde 1956 . Fue el año en que Jaime Gil tuvo una grave crisis que llevó latente como una carga de profundidad a lo largo de su vida, con intermedios de sosiego, aunque en 1966 se salvara de su etapa de crisis más grave, en casa de Gustavo Durán, en Aleneo, Grecia, el singular militar republicano y músico, amigo de Kavafis, al que vio como un segundo padre, como antes, en sus años de estudiante en Oxford, cuando se preparaba para la diplomacia (falló el examen de composición y cultura castellana), había considerado a Alberto Jiménez Fraud y a Natalia Cossío.

Gil de Biedma se ve a sí mismo, descarnado de los maquillajes del autoengaño, como si se hubiera corrido una cortina para mostrarle la verdad. "Saber que mi angustia de hoy no es otra cosa que la factura que pago por un día hermoso y feliz de fin de semana, debería servir al menos de alivio, pero no: cada vez que pago lo hago de buena fe, convencido de que al pagar me arruino para siempre", escribe. Y también: "¿Por qué huyo y de qué, lo ignoro. Quizá de alguna decisión moral: en el fondo de mi conciencia parece serpear la insinuación de que soy cobarde". Y más aún: "Parece haberse producido en mí un curioso proceso de desdoblamiento, que me lleva a observar el proceso de gradual desmoralización a que estoy sometido y a anticipar el posible desenlace -la desintegración de mi persona- como un espectador desinteresado. Es algo parecido a ser operado con anestesia parcial".

Andreu Jaume dice que Gil de Biedma inició un proceso de autodestrucción lento, progresivo e irreversible. El pavor por el paso del tiempo y la muerte es su música de fondo. ¿Cuál era su demonio interior? "La tensión constante entre la vida sensata, la realidad y la irrealidad. Jaime Gil -dice Jaume- se construye un mundo de irrealidades en lo íntimo, lo político y lo estético que, de repente, se derrumba, se da cuenta de que era absolutamente ficticio, de que no existe. A partir de ahí, tras su viaje a Filipinas y la sensatez pasiva de la que hablaba Gabriel Ferrater, se ve incapaz de construir otro mundo". Ese ser sensatos, decía Ferrater, sin tener razones para serlo.

La actividad sexual de Gil de Biedma es frenética y no le sacia ni evita su angustia. Quiere conciliar el amor duradero y el carnal efímero. En los diarios se explica la génesis de su mejor poema, Pandémica y Celeste, en el que según Jaume, intenta establecer una ética de la infidelidad y un amor sostenido en el tiempo, inspirándose en los versos de Catulo, el poeta latino que lee ávidamente en Deià, un canon que dejó de existir en Europa desde los trovadores. "Quiere demostrar que se puede estar profundamente enamorado de una persona toda la vida y serle constantemente infiel". Los trescientos amantes del poema de Catulo ("que viva y disfrute con sus amantes/ de los que abraza a trescientos a la vez/ sin amar a ninguno aunque una y otra vez a todos/ les rompa las caderas") quedan tal vez cortos según las referencias que Gil de Biedma anota en sus diarios, y el amor que consta más duradero es Luis Marquesán, antes de Josep Madern.

En 1985 el poeta contrae el sida y muere cinco años después. Madern, en 1994. Jaime Gil hacía tiempo que había dejado la poesía. Lo explica en su último apunte de 1978: "Nada más triste que saber que uno sabe escribir, pero que no necesita decir nada de particular, nada en particular, ni a los demás ni a sí mismo". No quería ser como Jorge Guillén o Vicente Aleixandre. En su final, caricaturas de sí mismos.

Fragmentos

(Tàpies). Resulta verdaderamente irónico advertir cómo la estación final de llegada de los "no figurativos" es nada más y nada menos que el trompe l'oeil y las artes aplicadas -lienzos que son muros manchados y agrietados, puertas viejas, huellas de zapatos, arenas de playa, todo perfectamente imitado. La verdad es que para este viaje no necesitábamos alforjas.

Los días en Formentor me han dejado mal sabor de boca, como casi siempre me ocurre con las reuniones de literatos. Para sobreponerme a mi timidez. bebo, y cuando bebo enseño los peores matices de mi persona. Luego, después, temo una visión de mí mismo que me inspira verdadero disgusto, y miedo, además, de que sea la verdadera.

La realización de ese imposible ideal de felicidad inmediata que, según Auden, duerme en el interior de todo animal humano, "getting drunk before noon and jumping naked from bed to bed "(emborracharse antes del mediodía y saltar desnudo de cama en cama") .

Ayer me encontré con una nueva citación del juzgado militar y con la ingrata sorpresa de que las actuaciones contra Goytisolo, Carbonell y yo, que después de cada declaración doy siempre por suspendida, siguen adelante... Se me olvidaba apuntar las inculpaciones que se me hacen, o por lo menos la más graciosa, la de ser un activista catalanista y pertenecer a la Federación Universitarios Catalanes.

Lo mío es que ni siquiera tengo ambición de poder literario; el deseo de hacer una carrera no me roba ni un minuto.

Fragmentos (parte 2)

Juan (Goytisolo) era hace veinte años un malísimo escritor, cuyas novelas sólo hacía interesantes una cierta capacidad de fabulación y de creación de tipos disparatados que uno esperaba ver un día mejor empleada. En cambio, salir con él por la noche, recorrer bares y tugurios del distrito quinto era divertidísimo ... Tenía una cualidad... que para sus compañeros de bureo nocturno resultaba impagable: bastaba que él entrara en un local para que toda la consuetudinaria fauna: camareros, putas, limpiabotas, chulos y floristas, empezaran a comportarse de una manera insólita y disparatada. 

Felicidad (Blanch) es un personaje complicado y está muy bien: el único peligro es que anden por allá sus hijos, los tres hermanos Catafulco, que son un verdadero horror (Juan Luis, Leopoldo y Michi Panero) 

Y por si fuera poco, están los habituales y estúpidos deberes de la necesidad erótica: te echo siempre de menos, pero mucho más después de acostarme con alguien, sobre todo, curiosamente, cuando lo he pasado bien. 



Lo malo de las mujeres –para un ser humano civilizado, me refiero, que quiere que su pareja disfrute– es que tarden tanto en llegar al clímax. Hay momentos en que, a pesar del cansancio, uno se siente a punto para un poco de sexo; luego llega el dilusorio pensamiento de que para dejar a tu pareja satisfecha tendrás que trabajar unos quince minutos y decides que después de todo es mejor abstenerse. 

Esto de vivir en una sociedad en que la obscenidad ritual no está aceptada resulta una desventaja demasiado grave. 

Mi felicidad no es otra en el fondo que la de querer y que me quieran, sumada a la de encontrarnos el uno con el otro, inesperadamente rescatados de la rutina urbana, sin nada que hacer más que disfrutar del intermedio. 

Lo que define la calidad de nuestra vida intelectual no son las ideas en que nos complacemos en formularla, sino el tipo de relaciones que mantenemos con ellas. 

(Ya enfermo de sida) Empiezo a hacerme ilusiones de salir adelante y estos dos últimos meses me he sorprendido algunas veces pensando en el futuro. Eso está bien, pero también es peligroso; cuando el momento de ilusión pasa, el miedo lo resisto peor.





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