lunes, 16 de agosto de 2021

Felisberto Hernández / El escritor y la espía


FELISBERTO HERNANDEZ Y SU MATRIMONIO CON EL KGB

El escritor y la espía soviética


María Luisa de las Heras, tercera y fugaz esposa de Felisberto Hernández, se acaba de revelar como protagonista de una historia política y de espionaje: había sido espía del KGB.


José Pedro Díaz


Felisberto Hernández, de quien todos tenemos la imagen de un escritor enfrentado políticamente a la izquierda y de quien son conocidos los artículos anticomunistas que publicara en el diario El Día de Montevideo, a los que hay que agregar actitudes personales de las que dejaron constancia sus amigos más cercanos, estuvo sin embargo casado con una agente del KGB soviético, personalidad de primera línea en ese servicio, en el que se destacó hasta el punto de llegar a ser un personaje casi mítico.


Se trata de la tercera esposa de Felisberto, María Luisa de las Heras, con quien convivió durante un período relativamente breve -entre 1947 y 1950- (el divorcio es del 20 de abril de 1955). Ella siguió viviendo en Montevideo hasta 1965, fecha en la que ocurrió la muerte del compañero con quien entonces vivía; durante ese período hizo algunos viajes. Quienes entonces la trataron perdieron contacto con ella desde su partida, y se sorprenden ahora al conocer el otro aspecto de aquella persona que estimaron por su calidad humana, por su sensibilidad, por su cultura y por la riqueza de su temperamento.

EN PARIS. Todo comenzó en París, durante el viaje que Felisberto pudo realizar merced a la beca que le había obtenido Jules Supervielle, quien había saludado su primer relato, Por los tiempos de Clemente Colling, con una carta entusiasta, y que significó un notable espaldarazo consagratorio para Felisberto.
Y bien, ahora que sus obras empiezan realmente a recorrer el mundo (acaban de ser traducidas y publicadas por la prestigiosa Editorial du Seuil, de París), están dando frutos los empeños del poeta por hacer conocer los relatos de su joven discípulo. Fue en París que comenzaron las relaciones de Felisberto con María Luisa de las Heras, la que mucho más tarde se reconocerá como Africa María de las Heras, que fue en Moscú "coronel de Seguridad del Estado".
El último vínculo amoroso de Felisberto, anterior a su viaje, había sido el que tuvo con Paulina Medeiros desde 1943 hasta 1946, año en que el escritor viajó a Francia. Es cierto que mantenían todavía una intensa correspondencia mientras Felisberto estaba en París, pero ya en ese período hubo señales de un cambio importante en sus relaciones. Por lo pronto, en carta de 30-xi-1946, dice a Paulina: "Si son besos lo que te interesa, ahí van. Pero yo estoy verdaderamente desinteresado -y como nunca- de estos asuntos. En fin, que Dios no me castigue".
Y a propósito de las insinuaciones y vagos proyectos de Paulina de viajar también a París, Felisberto es reticente, hasta que de pronto le confiesa: "Recibí tu última carta y veo que estás más tranquila. Y que no viajas. Con la anterior yo estaba muy desanimado pues veía que si venías llevaríamos la peor vida ya que aparecerían los conceptos artísticos y sociales que más nos separan..." (Los conceptos sociales a los que se refiere son las opiniones políticas de Paulina, que militaba en la izquierda con pasión; por esa razón ya habían tenido muy fuertes disgustos). Y preocupado sin duda por este mismo tema, le escribe más tarde una carta increíble, en la que comete un insólito lapsus. En medio de una carta en la que se refiere a un diálogo que mantuvo con Wladimir Weidle, inserta inesperadamente, entre paréntesis, y sin ninguna relación con el contex -menos aun si llego a enamorarme- pues sé que no te prueba; estoy seguro de que la mejor manera de conservar tu amistad es limitando las conversaciones". Y la carta sigue hablando de otra cosa. Creemos que ese increíble lapsus está motivado por una presencia femenina nueva e importante: muy probablemente María Luisa de las Heras. Es evidente que él está pensando en eso, aunque no lo dice directamente, pero lo sugiere otra frase de una carta posterior: "En cuanto se me presente la oportunidad 'te la pegaré'. Y tú lo mismo, ya sabes que marchamos mejor siendo amigos..." (20-vi-1947). Quiere decir: amigos y no amantes.
MARA LUISA Y FIORA. No hay duda de que entonces se había iniciado su relación con María Luisa; pero no había sido la única. La beca le hizo coincidir a Felisberto con otros uruguayos amigos: también estaban entonces en París el profesor Carlos Benvenuto y dos de sus hijos, Sergio y Carlos. Este último recuerda aquel período de compañerismo con el escritor, y los almuerzos con él en L'Auberge des Cordeliers, próximo a L'Ecole de Médecine. La amistad que los ligaba había comenzado mucho antes: Carlos Benvenuto (hijo) recuerda cómo ya habían colaborado en Montevideo, en la "preparación" de Felisberto cuando éste fue invitado por Supervielle a su casa. En aquella oportunidad, el profesor Benvenuto padre había contribuido prestándole su traje oscuro, mientras su hijo Carlos aportó para la ocasión sus zapatos nuevos, que no recuerda haber vuelto a ver. Se compre Cuando llegó el momento de su partida para Montevideo, Felisberto les pidió un favor: que fueran a despedirlo a la estación de ferrocarril; pero no sólo una vez, sino en dos diferentes fechas. La razón era que tenía que despedirse de dos amores a los que no quería molestar. Y así fue que los amigos de Felisberto asistieron un día con María Luisa, que los acompañó en la ocasión, y otro día repitieron los adioses junto al otro amor, Fiora, joven paralítica que asistió a la inocente farsa en su silla de ruedas.


CON MARA LUISA EN MONTEVIDEO. Una vez en Montevideo la actividad más importante de Felisberto fue preparar la llegada de María Luisa. Para eso fueron necesarios los esfuerzos de sus amigos; al llegar escribió a su familia que estaba en Treinta y Tres: "parece que se le ve la pata a la sota, que se resolverán los papeles de María Luisa; pero hay para escribir un libro. Esther le escribió una carta a Blanco Acevedo, embajador nuestro en París. Hemos pasado las angustias más espeluznantes. (...) Siempre en la misma pieza murriñenta y sin pensar en otra. María Luisa me pide que busquemos juntos un apartamento. Ella piensa estar tres meses sin hacer nada antes de instalarse y tendrá $$ como hacerlo". La pieza "murriñenta" es la de una modestísima pensión de la calle Chaná, donde había vivido durante todo el período de sus relaciones con Paulina Medeiros.
Pero una vez llegada María Luisa todo cambia y aparecen nuevas perspectivas. En la siguiente carta a los suyos se lee: "Hemos pasado buscando casa; por fin encontramos un piso entero para nosotros, es maravilloso, de piezas grandes, lujoso, teléfono, calefacción, dos ascensores, una gran terraza, etcétera, queda en Bulevar España y Paullier. Era lo de más apuro porque ella quiere ponerse a trabajar cuanto antes. Cuesta $160.00 mensuales. Nos salió de garantía un señor maravilloso, Larré, importador de género, amigo de los Cáceres; gira capital por $55.000, y todo lo soluciona como por magia" (12-i-1949).
De lo que dicen estas cartas puede deducirse que la novia de Felisberto no tenía papeles en regla que le permitieran entrar normalmente al Uruguay; y también que su nivel económico era muy diferente al de Felisberto. Es cierto que durante los primeros días del arribo de María Luisa, la pareja se refugió en casa de los Cáceres (el psiquiatra Alfredo Cáceres y la poetisa doctora Esther de Cáceres), en una habitación alta de su apartamento en el edificio de 18 de Julio esquina Julio Herrera y Obes, en el ángulo sudoeste. Pero luego pasaron a vivir en una casa en la calle Colonia 876.
En ese período Felisberto tramitó su divorcio de Amalia Nieto, para poder casarse con María Luisa. Con el trámite cumplido, se casaron "En Montevideo el día catorce de febrero de mil novecientos cuarenta y nueve, a las 10 y 30 hs", según consta en el acta correspondiente. Fueron los testigos Venus González Olazza y Venus H. González Panizza. Y ya que se menciona el acta, interesa señalar que en el margen de la misma consta también el correspondiente "divorcio" posterior: "Por sentencia de fecha abril 20 de 1955".


LA VIDA DEL MATRIMONIO. Se sabe que María Luisa se presentaba como "una modista prestigiosa que estaba en París como refugiada, luego de salir de España durante la guerra". También que en 1950 hicieron juntos un viaje a Buenos Aires, y que poco después se separaron definitivamente. Pero además de esas escuetas precisiones también quedaron otros interesantes testimonios.
En dos pasajes de la introducción a su epistolario con Felisberto, Paulina Medeiros, que fue su amante entre 1943 y 1946, y que, al regreso de aquél, conoció y trató a María Luisa, consigna algunas noticias de interés. Por lo pronto subraya el cuidado con que María Luisa protege el trabajo de Hernández, al tiempo que, simultáneamente, logra para ella una notable independencia. Dice Paulina: "Para que Hernández pudiera entregarse a su obra sin molestias, la española, que empieza a trabajar aquí en su oficio de modista, le alquila fuera de su propio departamento una habitación capaz de servirle de refugio, lejos de la charla y asiduidad de su clientela".
Si esta cita permite comprender cómo María Luisa había podido obtener una situación de libertad personal que le permitía ocuparse de "sus asuntos" sin la presencia de su esposo, la siguiente muestra hasta qué punto Felisberto era además una notable pantalla para cubrir con su anticomunismo desenfrenado cualquier sospecha sobre sus actividades privadas.
En el prólogo a su epistolario con Felisberto, Paulina escribe: "Un hecho muestra las fallas de su pensamiento: por el año 1951, desposada ya María Luisa, departiendo conmigo en mesa de café en presencia del poeta Caputi, Felisberto saltó de la silla, demudado y colérico, al haberse desviado la conversación (creemos que por la nacionalidad de María Luisa) hacia la 'injerencia extranjera' en la guerra de España. Él se resistía a entenderlo y se enfureció".
Tomás Eloy Martínez, luego de recibir testimonios en que basó su homenaje a Felisberto a los diez años de su muerte, escribió: "A María Luisa la conocieron pocos montevideanos, porque ella fue la única mujer de Felisberto que desdeñó los cafés y los cambió por el trajín de una casa de costura. Cerca del Parque Rodó se instaló con otras modistas de buen rango, reservando un pequeño cuarto en la planta alta donde Felisberto podía escribir sin sobresaltos: para que no oyera el ruido de la Singer, María Luisa ordenó acolchar los muros y colocar burletes en las puertas".
Tanto los recuerdos de Paulina como los informes recogidos por Tomás Eloy Martínez coinciden en la indicación de que María Luisa evitaba molestar a Felisberto con los ruidos que podían hacer las máquinas de coser o las conversaciones, pero las actividades de María Luisa explican muy bien estas precauciones. Su especialidad, en el campo de su profesión secreta, eran las comunicaciones radiales: lo que le importaba evitar era que su trabajo secreto -las comunicaciones por radio- fuera detectado por Felisberto.
Tras el viaje que el matrimonio hizo a Buenos Aires en 1950, Felisberto se separó definitivamente de su tercera esposa.


DESPUÉS DE FELISBERTO. Desde entonces, todo lo que se sabe de María Luisa es que
hizo más de un viaje, y que en Montevideo atendía un negocio de antigüedades con su nuevo compañero: Valentino Marchetti. Vivían en una agradable casa de la calle Williman, en Pocitos, que estaba cuidada por dos grandes perros de policía. Cuando murió su compañero, deshizo la empresa, regaló algunas piezas a los más cercanos asistentes a las reuniones que se hacían en su casa y partió. Cuando sus amigos quisieron recobrar contacto con ella algún tiempo más tarde, no pudieron hacerlo. Recurrieron entonces a quienes tenían algún vínculo con la administración para procurar datos sobre ella mediante Interpol; pero tampoco así pudieron localizarla.
Es evidente que ya desde 1949 debió disponer de su pasaporte uruguayo. En el artículo de Cambio 16 que recientemente ha revelado la verdadera identidad de María Luisa, el periodista Germán Sánchez comenta que un coronel de la inteligencia soviética, Vladimir Stnanchenko, conoció los papeles de la española Africa de las Heras, que trabajaba en el KGB bajo el seudónimo de "Patria", e informa: "La Central se puso en contacto con Patria, quien, después de la guerra y hasta mediados de los setenta, tuvo pasaporte uruguayo y fue responsable de los ilegales en Europa y en América Latina". (Como ilegales se mencionaba a quienes no tenían cobertura diplomática.)
El seudónimo de "Patria" figura frecuentemente en los documentos que cita Sánchez. En cuanto a los nombres con que Felisberto conoció a María Luisa, y que usaba en Montevideo, resultaron de la eliminación de "Africa", que, aunque tenía sentido pues había nacido en ese continente, en Ceuta, era sumamente llamativo. Y agregó Luisa a su María originario, frecuentemente usado junto a éste. Se sabe que fue la secretaria de Trotski en México, que preparó un plano de la villa donde Trotski vivía y un informe psicológico de su secretariado, pero debió ser retirada a Moscú. "Salió de México escondida en un vapor soviético, oculta en un escondrijo bajo toneladas de carbón." Junto a José Gros, un personaje de leyenda en la historia del pce que fue condecorado varias veces "por su audacia como guerrillero saltando en paracaídas en la retaguardia alemana durante la S En la lápida del cementerio Jovanskoc, al sur de Moscú, se lee: "Africa María de las Heras, Coronel de Seguridad del Estado, 25 de abril de 1910-8 de marzo de 1988". En el Registro Civil de Ceuta figura nacida el 26 de abril de 1909, hija del escribiente militar Zoilo, hermano del general Manuel de las Heras.
Esta es la historia. Estos son los hechos. Se trata sin duda de una relación insólita. Sin embargo, la extraña mezcla de timidez, fracaso y esperanza que caracterizaban a Felisberto no deja de resultar adecuada para integrarse con los singulares recovecos de su vida. Su modo de mirar el mundo, su inseguridad, la estrafalaria combinación de limitación y esperanza, y su atención para lo inesperado que no siempre ocurre pero que siempre es posible, su insistencia en cierta forma de torpeza, hacen sentir esta historia como una combinación natural, adecuada a su escritura.
Cuando se piensa en Felisberto en medio del conjunto de esos hechos; en él y en la manera entrañable como estuvo vinculado a ellos, en su situación central y lateral a la vez, pensamos que forman parte natural de su biografía. La de ese hombre que, cuando se propuso su última obra, angustiosa y atrevida, Diario del sinvergüenza, se tropezó consigo mismo como con su compañero y su enemigo más entrañable. Y sólo pudo lanzarse a ella imaginándose hundido en el mismo sótano en el que realmente vivía, mientras buscaba lo más importante de sí mismo en una desaforada investigación de los diferentes seres que de él emanaban: sus partes independientes, su cabeza por un lado, su mano por otro, buscando lo que no sabía.



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