David LaChapelle y su increíble mundo
27 DE NOVIEMBRE DE 2017
Confieso que cuando decidí escribir este artículo sobre David LaChapelle, pensaba que me iba a tomar un par de horas.
Pero cuando, armado de computadora, de una silla cómoda, y con el café a la mano, comencé a reunir mis ideas sobre cómo contarte de este gran fotógrafo también me di cuenta de cuán ingenuo había sido.
¡Porque las fotografías de David LaChapelle son un Caos!
Muy “estudiado”, claro, pero siempre un Caos.
Él abruma el ojo y la mente y cada una de sus obras es una lluvia de color, una composición minuciosa; rica en detalles, como un cuadro de surrealismo, fascinante y, sin embargo, a menudo grotesco.
¡Con el resultado de que escribir de David LaChapelle no es nada simple!
Si el trabajo de un fotógrafo es el reflejo de su vida, creo que la suya debió haber sido, de hecho, un volcán que grita, un giro de anticonformismo que da escalofríos y se parece a las aventuras de las películas.
Entonces, para hacer un poco de ordén al interior de la confusión y del rumor que caracterizan su operar, quiero hablar sobre las fotografías de LaChapelle y las ideas que lo han motivado empezando precisamente por su vida.
Comenzada, por cierto, del modo más banal.
David LaChapelle: la vida en breve
Fui a la escuela de arte y siempre creí que me volvería un pintor. Desafortunadamente no terminé el liceo, pero también esto era parte del plan — D. LaChapelle
El internacional y super glamoroso David LaChapelle, clase 1963, nace en Fairfield, un oscuro pueblito de un pequeño estado americano, Connecticut.
Escapa pronto de ahí para seguir su pasión por el arte y, en particular, por la pintura.
Acude con escaso éxito a la “North Carolina School of the Arts” y luego, en un segundo momento, a la “School of the Arts” de New York.
Después de un rápido servicio en los Marines (¡!) y luego de un matrimonio en Londres, David LaChapelle vuelve a la “Gran Manzana” decidido más que nunca a dedicarse totalmente a su talento de fotógrafo.
Y son precisamente el interés por la vida mundana, caótica y sofisticada de la gran ciudad, unida a las posibilidades que esta puede ofrecer, los elementos fundamentales que revolucionan sus prospectivas y ambiciones.
Mientras que su primer amor, la pintura, es la que distingue su madurez estilística y se vuelve la “firma” inconfundible de sus fotografías más famosas.
Ya en las primeras exposiciones hechas en casa de amigos, David logra que se hable de el en toda la ciudad, llegando incluso a acariciar la curiosidad de Andy Warhol, que decide invitarlo a su revista “The Interview”.
Desde aquí, parte la explosión incontenible de su éxito.
El estilo y el mensaje de David LaChapelle
Nunca he visto alguna diferencia entre ser un fotógrafo o un artista. No me gustan estos esquemas. Si a alguien le gusta pensar qué mis fotogrfìas sean arte, es fantástico; dejaré que sea la Historia quien decida. – D. LaChapelle
Algunos, en realidad, no lo consideran ni siquiera un fotógrafo.
Muchos, en cambio, son avasallados y fascinados por las fotografías de David LaChapelle, por esa cacofonía de colores brillantes, de personajes de fábula y surreales, de significados siempre entre lo frívolo y lo profundo.
Porque así como otros fotógrafos, entre los que recordamos, por ejemplo a Martin Parr, él disfruta de la provocación para argumentar sus tesis de fondo.
Cada una de sus fotografías en primer lugar captura el ojo del observador y, luego, evoca una sensación de vago y familiar malestar.
Todo gracias al atento, casi maniaco estudio que se esconde detrás del telón de cada una de sus fotografías. (El caos “ordenado” al que me refería antes).
Un primer malestar de su particular técnica fotográfica, así descaradamente “pictórica”, se encuentra en los retratos de los famosos.
De hecho, fascinado por el Star System, David LaChapelle se convierte a su vez en una estrella.
Y así, la visita, la amistad y la confianza de las celebridades, le permite realizar fotografías de decenas y decenas de nombres conocidos: desde Naomi Campbell y Angelina Jolie hasta Madonna y Leo di Caprio.
Obviamente, sin embargo, a su modo.
Michael Jackson, de David LaChapelle
Aquí está Michael Jackson en el papel del Arcángel Miguel mientras acaba con el diablo. El famoso cantante, sujeto a numerosas controversias, había sido absorbido por un vórtice de chismes que lo había despojado de toda humanidad, arrojando su vida privada como carne para los lectores de tabloide. El retrato hecho por David apuntaba precisamente a restituir un alma al cantante, a regresar la atención a su lado más espiritual. Al mismo tiempo, dada la situación, no podía que resultar controversial y grotesco.
Se dedica activamente también a la realización de campañas publicitarias, tomando al vuelo la posibilidad de poder jugar e ironizar sobre el pomposo, exagerado y mentiroso mundo de la publicidad.
“Espresso and Fun”, de David LaChapelle
La nota impresa de café italiano LAVAZZA siempre ha dejado amplios márgenes de libertad a los fotógrafos responsables de la creación de sus calendarios. Cuando fue el turno de David para hacer uno, no dejó escapar la ocasión de parodiar la excesiva sensualidad y el absurdo de la mercadotecnia conectada con el café. Y lo representa así en un contexto grotesco y fetichista.
Pero el verdadero momento decisivo fue en el 2006, cuando David LaChapelle partió a Roma, donde tuvo la ocasión de visitar la Capilla Sixtina.
Allá, se queda profundamente impresionado por la belleza y la majestuosidad del arte sacro renacentista y decide abrir un hilo de narrativa fotográfica con la huella de este estilo.
“Deluge” (Diluvio), de David LaChapelle.
“Además de las formas y actitudes de los cuerpos, típicamente renacentistas, fuerte es la analogía con el cuadro del siglo XIX “La balsa de la medusa”.
La fotografía muestra una maraña de cuerpos desnudos que se extraen de la deriva de la civilizaciónen los abismos. La civilización aquí representada es, sin embargo, la de los casinos, de las luces de neón, de las “marcas”, de las tetas de silicón.
Obviamente, David LaChapelle interpreta también lo sacro a su modo.
Y así personajes sureales, grotescos y fuera de lugar se jactan de espectáculos de nacimientos, banquetes y paraísos, pero lejos de los que todos conocemos.
“La Última Cena” de David LaChapelle.
Esta fotografía ofrece una tanto inequívoca como absurda versión de “La Última Cena”. A pesar de que la imagen puede parecer profana, el intento del fotógrafo está en subrayar el absurdo presente en representaciones artísticas bien enraizadas en el imaginario colectivo.
En esta foto se juega, en primer lugar, con el tema racial, y está evidenciado en particular el estridente contraste entre la que podía ser la realidad y cómo en cambio, aparece en sus reproducciones eurocéntricas.
David LaChapelle nos pone frente a una realidad que creemos consolidada, fruto de nuestros condicionamientos culturales, y usa la provocación para estimularnos a reflexionar, para liberarnos de los esquemas mentales que solemos usar para sondear lo que conocemos y que para nosotros es familiar.
E intensifica en esta etapa su vena de crítica sutil pero omnipresente hacia los principios del capitalismo.
Capitalismo que conduce inexorablemente a la sociedad a una conducta superficial e desgradecida frente a lo que posee.
Sus trabajos prosiguen así, con tomas que revelan en clave irónica y estridente el lado absurdo y ridículo de nuestros estilos de vida.
“Gas station”, de David Lachapelle
¿Alguien de ustedes está interesado en un buen viaje en auto en el bosque tropical? En el mundo de David es posible, y la estación de servicio se eleva amenazadora como una pesadilla nocturna en medio de la naturaleza.
Odiar o amar a David LaChapelle
David LaChapelle está muy lejos del arte clásico de la fotografía.
Muchos, de hecho, ni siquiera consideran “verdadera fotografía” su obra.
Un poco por la construcción maníaca de las escenas, un poco por el uso abundante y sin prejuicios de efectos de post-producción.
Personalmente, yo que no soy, con certeza, un purista de la fotografía, adoro a David LaChapelle.
Pero puedo entender que muchos lo encuentren insoportable, artificial, estudiado en cada detalle.
Sin embargo, creo que todos, tanto quien lo ama como quien lo odia, pueden aprender algo del trabajo de este “colorido” fotógrafo.
Para comenzar, de hecho, David nos muestra cómo el arte puede ser el medio perfecto para afrontar los tabúes y hacer crítica y análisis social.
Además, se puede aprender de él su gran capacidad de trabajo, su perfeccionismo, su “obsesión” de buscar la imagen perfecta.
Y finalmente, porque eso es lo que en realidad lo distingue de sus “iguales”, se puede admirar y ser inspirado por su exagerada imaginación.
Y por la capacidad infinita que tiene de construir escenas donde se confunden la realidad y el absurdo.
Intento fotografiar lo infotografiable. Las imágenes me aparecen simplemente en la cabeza y las creo – D. LaChapelle
La fotografía de David LaChapelle, por lo tanto, no gira , como en vez para Cartier-Bresson, alrededor de la idea de encontrar el “momento perfecto”.
Gira, en cambio, alrededor de las historias que su imaginación incansable continuamente crea, ordena y “pinta” en la tela fotográfica. Como dice él mismo, “será la historia la que decida” si es verdadero arte.
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