Atrapa tu vida, otra vez
El periplo vital de cualquiera es material narrativo pero qué ocurre cuando el escritor se convierte en un escritor de memorias en serie
9 de marzo de 2019
Con motivo de la publicación de su séptimo libro de memorias, algo llamado On Sunset, que tal vez jamás llegue a publicarse en España, un periodista, Henry Alford, llamó a Kathryn Harrison, serial memoir writer. La etiqueta, al parecer, aún no designa ejemplares en librerías, ni siquiera en las anglosajonas, tan adictas a lo ingenioso de algunas – pensemos en el fiction of domestic horror chaos con el que designaban las de Shirley Jackson –, pero ya está en el aire, por lo que quizá no sea más que cuestión de tiempo. Aunque escritoras de memorias en serie han existido siempre, pero tal vez los tiempos, estos tiempos en los que el yo está por todas partes y el del escritor busca su lugar, conviertan la excepción en norma.
Le recuerda Harrison a Alford que Maya Angelou escribió ocho y Shirley MacLaine, 11. Le cuenta que, en algún momento del pasado, cuando estaba haciendo el Camino de Santiago, se cruzó con un tipo que, al enterarse de que era escritora, quiso saber si estaba allí para seguir los pasos de Shirley MacLaine, que primero hizo el Camino y luego escribió un libro sobre lo que le ocurrió mientras lo hacía, cosa que la propia Harrison se planteaba hacer. Recuerda que sintió ligeramente ofendida, ¿por qué iba ella a seguir los pasos de nadie cuando podía dar los suyos propios? El escritor en serie de memorias es un arqueólogo de sí mismo y de nadie más, tal y como explica estupendamente Mary Karr.
“Como muchos escritores de memorias, tengo un pasado horrible y si me metí en esto fue para escarbar en él y ver qué encontraba. El problema es que no puedo dejar de hacerlo. Es como si necesitara desenterrar el mismo hueso una y otra vez”, explicó Karr en una entrevista con una radio pública de Carolina del Norte. Karr ha publicado tres libros de memorias, y un libro sobre el hecho de escribir libros de memorias (es el último, se titula, The Art of Memoir). El primero, El club de los mentirosos, publicado originalmente en 1995, es un best seller mundial. En España lo coeditaron Errata Naturae y Periférica, que acaban de volver a repetir fórmula y, saltándose Cherry (2001), acaban de publicar el tercer hueso con el que regresó Karr de esa inmersión en el pasado, un pasado, en este caso, reciente, en el que algo (o casi todo) salió mal: Iluminada (2009).
De la misma manera que un escritor no memorialista vuelve una y otra vez sobre el mismo tema, inevitablemente, según A. M. Homes, “hasta que lo resuelve”, la sensación es la de que un memorialista en serie no va a poder evitar volver sobre sí mismo hasta que no se solucione. Peor: ¿podrá solucionarse algún día? Ianthe Brautigan, la única hija de Richard Brautigan, publicó en el año 2000 una biografía de su padre que era en realidad un libro de memorias propio titulado You Can't Catch Death – algo así como No puedes pillar a la Muerte –. En el libro, Ianthe, habla de su padre, pero sobre todo habla de sí misma, e intenta perdonarse por no haber sido capaz de impedir el suicidio del escritor, por no haber siquiera sospechado que algo iba mal. Puesto que lo consigue, puesto que se da una explicación, se tiene la certeza, al acabar, que Ianthe guardará para siempre a buen recaudo el hueso desenterrado y no necesitará ir en busca de ninguno más.
Se diría que sus memorias son un pequeño exorcismo que nada tiene que ver con el exorcismo constante en el que parece vivir quizá el más famoso memorialista de nuestro tiempo: Karl Ove Knausgard. Olvidemos por un momento lo sorprendente que pareció resultar para el mercado literario que alguien se propusiese contar su vida en seis libros – teniendo en cuenta que memorialistas en serie han existido, como hemos visto, siempre – y volvamos al pasado horrible del que hablaba Mary Karr. Se diría que Knausgard lo tuvo, y quizá por eso no parece dispuesto a abandonar su condición de serial memoir writer: a Mi lucha le sigue un cuarteto de libros en los que habla con su hija a punto de nacer y le cuenta cómo va a ser el mundo con el que se va a encontrar, partiendo de lo que cada cosa de la que habla (botellas, teléfonos, el planeta Tierra) significa para él, y alumbrándola con un recuerdo, que es otra manera de contarse, de ir a por el hueso del que hablaba Karr.
La lista de aquellos que han vuelto una y otra vez a escarbar en su pasado es larga, larguísima (Henry Alford mencionaba, entre otros, a Augusten Burroughs, Jamaica Kincaid, Joyce Maynard, Frank McCourt y Lauren Slater, pero ciertamente, es cada vez más interminable; quién sabe, quizá Aixa de la Cruz, que acaba de publicar sus primeras y muy recomendables memorias a los 30, Cambiar de idea, repita), pero las razones por la que lo hacen podrían resumirse, diríamos, en dos. Una la da Emily Fox Gordon, autora del libro de memorias Mocking Bird Years del que habló en su otro libro de memorias (a piezas) Book of Days, cuando admite que lo que hizo en ese libro fue contarse de una de las muchas maneras en que podía hacerlo. “Decidí hacerlo así, contar ciertas cosas y no contar otras, para ser el tipo de persona que creía que era en ese momento”, escribió. Un tipo de persona que quizá no crea que es en el futuro, cuando necesite volver a contarse.
La otra la desencadena Maggie O'Farrell al afirmar que para superar el pudor que le daba contarse en Sigo aquí (Libros del Asteroide) se convirtió en personaje y se trató a sí misma como había tratado hasta el momento a los personajes de sus novelas. Al hacerlo, O'Farrell estaba creando su propio arquetipo, abandonando el caos de lo real y sumergiéndose en el orden de la ficción. Y una vez la vida se ha convertido en novela, y en ningún caso en una que se da por acabada, ¿quién es capaz de escapar a la tentación de seguir contándose? Y más teniendo en cuenta que, en tanto que caos, como apunta Emily Fox Gordon en Book of Days, la vida de cualquiera, y por lo tanto, la vida de cualquier memorialista en serie, puede contarse de muy distinta forma cada vez. ¿O acaso hay alguien que no esté en movimiento? Como le dijo Mary Karr al locutor de 88.5 WFDD: “La única imbécil que hay en mis libros acostumbro a ser yo, después de todo, es con quien me estoy peleando”.
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