Liudmila Ulítskaya
DESCUBRIMIENTOS
Un día, mientras jugaba con los dedos y los labios de su amigo Borís, por cuya casa había pasado a copiar los deberes de matemáticas, Tania descubrió un objeto que no le pertenecía y que le interesó vivamente. A esa hora de la tarde, la puerta de la habitación de los padres de Borís se había quedado entreabierta y la ancha rendija luminosa con las dos sombras grandes frente al televisor parecían también formar parte de un juego, cuyas reglas observaban a la perfección, intercambiando réplicas que no tenían nada que ver con lo que estaba pasando. Aunque la sesión había comenzado con un cruce inocente e infantil de preguntas: «¿Lo has probado ya?», «¿Y tú?»; seguido de una proposición de Tániechka, que nunca había conocido una negativa: «¿Lo probamos?», la susodicha sesión acabó con una breve introducción, en el sentido literal y figurado de la palabra, del nuevo objeto de estudio.
En el momento culminante, desde la habitación vecina llegó una invitación intempestiva para ir a cenar y la continuación de la experiencia tuvo que ser postergada a un momento más apropiado.
Los siguientes encuentros tuvieron lugar sin presencia de los padres. Para Tania, lo más fascinante era la nueva conciencia del propio cuerpo. Descubrió que cada parte -los dedos, el pecho, el vientre, la espalda- estaba dotada de una sensibilidad diferente al contacto, que le permitía acceder a toda clase de sensaciones deliciosas, y esta experimentación compartida les proporcionó a ambos una fuente de placer inagotable.
El chico, un flacucho pecoso con unos enormes dientes salidos y boqueras en los labios, manifestó también un talento extraordinario, y en el curso de dos meses los jóvenes experimentadores, aplicándose con pasión desde las tres a las seis y media de la tarde, es decir hasta la hora en que volvían a casa los padres de Borís, asimilaron a la perfección todo el aspecto mecánico del amor, sin experimentar en el proceso la más mínima emoción que traspasara los límites de una colaboración práctica y amistosa.
Después surgió un conflicto entre los dos, se podría decir que de carácter profesional: Tania le cogió a Borís un cuaderno de geometría y lo perdió. Luego se lo comunicó muy despreocupada, sin pedirle disculpas siquiera. Borís, que era un chico meticuloso e incluso maniático, se lo tomó a la tremenda, no tanto por la pérdida del cuaderno en sí como por la total incapacidad de Tania para comprender la inconveniencia de su conducta. Ella lo tildó de pelmazo, él de mal bicho. Riñeron.
Liudmila Ulítskaya
Sóniechka
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