Liudmila Petrushévskaia
Amor inmortal
Alianza. Madrid (1993). 282 págs. 2.200 ptas.
Begoña Lozano
1 de septiembre de 1993
La obra literaria de la rusa Liudmila Petrushévskaia (n. 1938) inició su andadura pública en 1987 cuando comenzó a ver representadas sus obras de teatro. A pesar de que esos años hacían previsible una literatura de denuncia política, los caminos estéticos de Petrushévskaia van por otros derroteros. La autora escribe sobre menudencias cotidianas que le sirven para resaltar el sinsentido existencial que acomete a sus personajes.
Amor inmortal ofrece una selección de cuentos unidos temáticamente por la anécdota amorosa, que generalmente concluye -si lo hace- en desolación. Se trata de un nutrido manojo de historias sencillas condicionadas por la miseria del pueblo ruso y animadas por una multitud de personajes fracasados que se dejan atrapar por el dolor de sus desdichadas existencias.
Los relatos de Petrushévskaia se insertan en la tradición del cuento ruso -Gogol y Chéjov- en lo que a técnica se refiere, pero sus temas se acomodan a los nuevos tiempos; los personajes se desenvuelven en ámbitos urbanos, preferentemente moscovitas y, por tanto, modelados por el comunismo. Son historias de mujeres habituadas a callar las infidelidades del marido, a sobrevivir en viviendas comunales, a someterse al abandono y desprecio del hombre...
Todos los cuentos se abordan desde la perspectiva femenina, lo que da, junto a la difícil niñez que vivió la autora, un carácter muy preciso al libro, configurado en torno a una visión de la vida personalísima -indiscutiblemente femenina- que no ha sido ajena a las críticas de sus compatriotas.
Hay en estos relatos exceso de buena literatura, pero acaso presenta una realidad demasiado desolada, en la que lo sexual, cuando aparece, lo hace con una dignidad a veces enturbiada por algunos comentarios circunstanciales.
ACEPRENSA
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