Anna Starobinets |
«Una edad difícil», de Anna Starobinets
Una edad difícil. Anna Starobinets
Traducción de Raquel Marqués García
Prólogo de Ismael Martínez Biurrun
Nevsky Prospects (Madrid, 2012)
Una edad difícil se compone de una novela corta y varios relatos. Da comienzo la novela corta que da título al volumen y algo empieza a ir muy mal: una mujer tiene dos hijos gemelos, chico y chica, a los que debe criar en soledad. Los lleva al campo y el pequeño asiste asombrado a la masa de vencejos que vuelan en bandada, formando un todo comunal y coordinado como si un cerebro de aire les diera movimiento.
“No fue hasta al cabo de unos años que Marina se dio cuenta de que aquel día, un tórrido domingo de agosto en el que brillaba un sol implacable, fue el único día bueno de sus vidas. No feliz, sino simplemente bueno”.
Son pequeñas cosas las que hacen que todo se derrumbe mientras el desvalido lector sigue enganchado a las páginas. El engendro se compone de ligeras desviaciones, de minúsculos defectos que lo alejan de la humanidad en dirección a lo desconocido. Literariamente el libro suele ser perfecto, falla algún cuento en que la imaginación es un puro delirio, una pesadilla, pero es la excepción y vale la pena soportarlo.
“Ayer tuve mis primeros hijos. Me comí a tres. Necesitaba fuerzas”.
Los cuentos de Starobinets conforman fantasías a las que algún crítico querrá dar significados simbólicos. Parece que juega con Las Reglas De Kafka, pero es cuando juega con las suyas propias que brilla con más fuerza. Me recuerda tan pronto a Leonid Andreiev como a la obra de Jon Bilbao: el horror viene de las incoherencias del sistema llamado “normalidad” que, al acumularse, dan lugar a la monstruosidad.
“Como si la víspera hubiera devorado unos veinte caracoles y en aquel momento estuvieran muriéndose poco a poco en su estómago, retorciéndose en su última agonía”.
Un hombre se da cuenta de que ha perdido el pulso; otro sufre una amnesia absoluta y trata de reconocer a su familia; una mujer decide encargar un robot que sustituya a su marido en un Moscú post-apocalíptico y solitario; un hombre escribe el guión de los demás hombres cuando recibe la visita de un señor con la cara deformada; un niño sigue las normas que emite un Juez invisible y vive aterrorizado de que sus padres se las salten, de que dejen los objetos mal colocados sobre la mesa, pues el Gran Error los va a destruir…
“Y fuera lo que fuera lo que hubiera pasado al comienzo, eran muchas las cosas que los habían ido uniendo después, los años que habían vivido juntos, las cosas que habían comprado juntos, las peleas en las que se habían exprimido y chupado hasta la última gota, día y noche, como vampiros desquiciados, el tedio mutuo, la rabia mutua y muchas otras cosas”.
Anna Starobinets es de esas escritoras que saben cómo se alimenta el estómago del horror y le da en cada momento lo que necesita. Sabe que dentro de la mente humana viven duendes dispuestos a destruir la casa por completo. En lugar de escribir sobre manías humanas les da formas grotescas y monstruosas. Bebe tan pronto de Kafka como de Blade Runner y escupe a la cara del lector el contenido. Consigue encontrar en casi cada historia una explicación para el horror que nos provoca nuestro propio funcionamiento.
Juan Soto Ivars
Juan Soto Ivars
(Águilas, 1985) es escritor y crítico literario. Autor de la novelas "Siberia" (El olivo azul y sigueleyendo, Premio Tormenta Autor Revelación 2012), "La conjetura de Perelman" (Ediciones B, 2011) y "Ajedrez para un detective novato" (Algaida, 2013), con la que obtuvo el Premio Ateneo Joven de Novela; ha editado la antología "Mi madre es un pez" (Libros del Silencio, 2011; con Sergi Bellver), coordinó y participó en la antología de relatos "Sobre tierra plana" (Gens ediciones, 2008) y en la actualidad prepara varios proyectos editoriales. Lleva la sección "España is not Spain" en El Confidencial, y tiene otro espacio propio de entrevistas, ¿Puedo tratarle de usted?, en la revista Primera Línea. Escribe habitualmente en la sección de cultura de la revista Tiempo y participa en multitud de webs de crítica literaria. Dirigió durante dos años El Crítico, boletín de ensayo literario creado por Juan Carlos Suñén.
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