Paul Auster |
Paul Auster: “Me siento lleno de energía y joven, no he terminado”
Miguel Manso de Lucas
18 de septiembre de 2021
El escritor publica ‘La llama inmortal de Stephen Crane’ para sacar del olvido al "escritor joven más famoso de Estados Unidos a finales del siglo XIX"Al autor le llama la atención el interés por los libros en España, en contraste con su país: “Estoy fascinado”Reconoce que no sabe la deriva que lleva Estados Unidos: “A veces pienso que somos sabios y a veces más tontos”
Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, EE.UU., 1947) ha querido reivindicar a Stephen Crane, uno de los escritores y periodistas más importantes de finales del XIX y principios del XX, que inexplicablemente cayó en el olvido pese a revolucionar la literatura estadounidense. Influyó en autores como Hemingway o Fitzgerald y fue admirado por Joseph Conrad o Henry James.
Quizá este olvido se deba al hecho de Stephen Crane murió de tuberculosis muy joven, en 1900, con apenas 28 años, después de haber recorrido de forma incansable todos los géneros, desde la poesía al periodismo, y tras publicar obras maestras como 'La roja insignia del valor', una historia de la guerra civil estadounidense que le convirtió en el escritor joven más famoso de Estados Unidos.
Para hablar de ‘La llama inmoral de Stpehen Crane’, la editorial Seix Barral ha organizado una rueda de prensa virtual con Paul Auster, en la que participan más de 30 medios españoles, algo que sorprende al autor: “Estoy fascinado y abrumado: tanto interés por un libro”. “Esto no pasaría en Estados Unidos, que ha perdido el interés por la lectura de libros. Como mucho la gente lee la prensa”, revela el veterano escritor, galardonado en 2006 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
En mil años yo sería incapaz de escribir expresiones como las de Crane
Tras sumergirse en su vida y su obra, Auster es categórico: Crane fue el principal responsable de cambiar el modo de ver el mundo a través de la palabra escrita. Al menos en Estados Unidos. Describe su “empecinada e incorregible entrega a su vocación de escritor, que lo arrojaba de una situación inverosímil y peligrosa a otra”.
Y por eso le pregunto si su forma de afrontar la escritura es similar a la de Crane. Y dice que no y que por eso le admira. “Él es capaz de hacer cosas que yo no puedo hacer. Yo cuento historias, sin mucho diálogo y descripción. Hago relatos un poco a la antigua usanza. Él en cambio era un fenomenólogo extraordinario, tenía unas percepción visuales increíbles, que capturaba y trasformaba en un lenguaje coherente, hermoso y potente. Nos llena de metáforas y símiles que nos sorprenden hasta tal punto de que es difícil digerirlo todo”.
Pone aquí un ejemplo: un artículo sobre la huida de los españoles de La Habana tras la Guerra de Cuba en 1898. Crane vio a una mujer y su hijo de cuatro años que se despedían desde un bote de su marido, ya embarcado hacia España. El remero tenía prisa por regresar, ajeno a la emoción de la despedida. Entonces Crane lo describe: tenía un rostro plano, como un suelo. "¿Qué significa esto? Estaría blanco, serio. No sé. Son esos momentos de Crane que no me dejan de sorprender. En mil años yo sería incapaz de escribir una expresión como esa”, reconoce Auster.
Crane practicó un tipo de periodismo muy incipiente, casi literario, pero que coincidió con la edad de oro de la prensa estadounidense. En Nueva York, a finales del XIX, circulaban 18 periódicos de habla inglesa (hoy solo son tres). Era el momento de los grandes magnates sensacionalistas, William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer.
“Crane, a su escasa edad, recorría la ciudad, observaba las cosas y creo que gran parte de lo que escribía era medio inventado. Entonces no había un código periodístico estricto. Él lo que quería escribir eran textos hermosos. Era un poeta”, cuenta Auster.
Entre los escritores no hemos olvidado a Crane, pero entre los lectores sí
Auster reconoce que la literatura posterior en Estados Unidos habría sido diferente sin Crane. “Fue el primero en desechar toda la parafernalia grandilocuente del siglo XIX, plagada de descripciones y análisis psicológicos y sociales. Crane fue a lo esencial, a lo puro y duro”. Por eso este esfuerzo por “sacar su figura de las sombras”. “Entre los escritores no hemos olvidado a Crane, pero entre los lectores sí”, remacha Auster.
¿Y por qué cayó en el olvido? Auster no se lo explica, aunque aventura alguna hipótesis. “Crane surgía de la nada y tuvo muchísimo éxito. Esa popularidad repentina despertó muchas envidias. Además, iba siempre a contracorriente. Se enfrentaba a las tendencias principales”.
Leer es mejor que la vida misma
A Auster la llama la atención su precocidad, su oído, su vista, su intuición prodigiosa, sin tener grandes conocimientos de literatura. “Aquí yace el gran misterio”, reconoce. Pero ¿hay que ser joven para tener esa potencia?, le preguntamos a Auster. “No. Yo me siento lleno de energía y joven, no he terminado”, sentencia. “Escribir siempre me ha supuesto la misma lucha y dificultad, aunque nunca me he cansado. ¿Pero sé más que Crane? Eso no está claro. Yo hay muchas cosas que no sé”.
Aunque sí tiene una certeza: “A los niños y jóvenes hay que decirles que leer es mejor que la vida misma, que los libros es el lugar mejor donde vivir”.
No se puede vivir como persona sin enfrentarte a tus fracasos y defectos
En la época de Crane, Estados Unidos estaba en plena transformación, se estaba convirtiendo en una potencia mundial, un éxito fundado sobre el capitalismo pero también sobre dos “crímenes enquistados”, la losa de la esclavitud y la aniquilación de los indios, que Auster es partidario de revisar a fondo. “Hay partidarios de mitificar solo lo bueno de Estados Unidos y enterrar lo malo. El resto de nosotros también queremos exponer los crímenes cometidos en el pasado para que Estados Unidos sea un lugar mejor", afirma.
"No se puede construir una sociedad productiva, sana y creativa sin revisar tu verdad. Tampoco se puede vivir como persona sin enfrentarte a tus fracasos y defectos. Hay países que lo han hecho y otros no. Yo ya no sé qué decir sobre Estados Unidos. Algunos días pienso que somos más sabios y otros pienso que somos más tontos”, reconoce.
NIUS
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