Giovanni Quessep
Un verso griego para Ofelia
Un verso griego para Ofelia
La tarde en que supe de tu muerte
fue la más pura del verano, estaban
los almendros crecidos hasta el cielo,
y el telar se detuvo en el noveno
color del arco iris. ¿Cómo era
su movimiento por la blanca orilla?
¿Cómo tejió tu vuelo de ese hilo
que daba casi el nombre del destino?
Sólo las nubes en la luz decían
la escritura de todos, la balada
de quien ha visto un reino y otro reino
y se queda en la fábula. Llevaron
tu cuerpo como nieve entre la rama
del polvo que ya ha oído el canto y guarda
la paz del ruiseñor de los sepulcros.
Cerré la verja del jardín, las altas
ventanas del castillo. Apenas quise
dejar que entrara el trovador que hacía
agua y laúd y flor de la madera.
Dijo su canto: el tiempo ha destejido
lo que tejió el Señor, tapiz de plata
que ya sucede y anda por la luna,
tapiz que a la madeja vuelve. Sola
podrás hallar la forma que te espera.
No sé que azul de pronto estuvo solo,
no sé cuál bosque dio a la luna amarga
su sortilegio, el girasol hallado
bajo la nave en viajes que recuerdan
las claras aguas del Mediterráneo.
La tarde en que yo supe que te ibas
fue la más pura de la muerte: estabas
en mi memoria hablándome, olvidada
entre las azucenas y en un verso
de san Juan de la Cruz. Qué cielo había
qué mano hilaba lenta, qué canciones
traían el dolor, la maravilla
que se asombra de ser en esa hora
en que estalló la luna en los almendros
y quemó los jazmines. Tú venías
por el lado del mar donde se oye
una canción, tal vez de alguna ahogada
virgen como tus pasos en la tierra.
Luego te fuiste por mi alma, reina
de fábulas antiguas y de polvo
semejante a las naves que sembraron
de sándalo y de cedro el mar de vino.
Solo te ibas, bella y en silencio,
bella como la piedra; había en hombro
un violín apagado. Los almendros
del patio y los jazmines anunciaban
una tormenta de verano. El cielo
quebró el espejo de mi casa y honda
sonó la muerte en el aljibe. Estuve
así, perdido en esa zarza ardiente
que en la memoria oculta a los que amamos.
Vestí de luto azul y quedé solo
“en vísperas del día más extenso”.
fue la más pura del verano, estaban
los almendros crecidos hasta el cielo,
y el telar se detuvo en el noveno
color del arco iris. ¿Cómo era
su movimiento por la blanca orilla?
¿Cómo tejió tu vuelo de ese hilo
que daba casi el nombre del destino?
Sólo las nubes en la luz decían
la escritura de todos, la balada
de quien ha visto un reino y otro reino
y se queda en la fábula. Llevaron
tu cuerpo como nieve entre la rama
del polvo que ya ha oído el canto y guarda
la paz del ruiseñor de los sepulcros.
Cerré la verja del jardín, las altas
ventanas del castillo. Apenas quise
dejar que entrara el trovador que hacía
agua y laúd y flor de la madera.
Dijo su canto: el tiempo ha destejido
lo que tejió el Señor, tapiz de plata
que ya sucede y anda por la luna,
tapiz que a la madeja vuelve. Sola
podrás hallar la forma que te espera.
No sé que azul de pronto estuvo solo,
no sé cuál bosque dio a la luna amarga
su sortilegio, el girasol hallado
bajo la nave en viajes que recuerdan
las claras aguas del Mediterráneo.
La tarde en que yo supe que te ibas
fue la más pura de la muerte: estabas
en mi memoria hablándome, olvidada
entre las azucenas y en un verso
de san Juan de la Cruz. Qué cielo había
qué mano hilaba lenta, qué canciones
traían el dolor, la maravilla
que se asombra de ser en esa hora
en que estalló la luna en los almendros
y quemó los jazmines. Tú venías
por el lado del mar donde se oye
una canción, tal vez de alguna ahogada
virgen como tus pasos en la tierra.
Luego te fuiste por mi alma, reina
de fábulas antiguas y de polvo
semejante a las naves que sembraron
de sándalo y de cedro el mar de vino.
Solo te ibas, bella y en silencio,
bella como la piedra; había en hombro
un violín apagado. Los almendros
del patio y los jazmines anunciaban
una tormenta de verano. El cielo
quebró el espejo de mi casa y honda
sonó la muerte en el aljibe. Estuve
así, perdido en esa zarza ardiente
que en la memoria oculta a los que amamos.
Vestí de luto azul y quedé solo
“en vísperas del día más extenso”.
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