Unos Nobel de Literatura más fríos, pero sin nieve
Las decisiones de la academia incomodan a los suecos, que compran más libros de Olga Tokarczuk que de Peter Handke
Carlos Geli
Estocolmo, 9 de diciembre de 2009
Una de las palabras más populares en Suecia es lagom, algo sí como suficiente, adecuado, en su justa medida. Es casi una filosofía de vida. De esa contención no se libra ni la celebración de los premios Nobel. Y aún más gélida parece la acogida en Estocolmo de la de este año, con la polémica elección de Peter Handke en el de Literatura por su postura proserbia ante la antigua guerra de los Balcanes. Ni los actos de protesta previstos para hoy en diversas plazas durante los actos oficiales de entrega y posterior cena de gala parecen alterar la civilizada calma de la capital.
Entre ofertas de pequeñas maletas y verduras discurría con normalidad ayer por la tarde el mercadillo habitual ante el Konserhuset, majestuoso edificio dedicado a la música que desde 1926 acoge la ceremonia de los galardones. Ni rastro de medidas de seguridad. Tampoco parecen muy necesarias cuando los organizadores ya han avanzado que ahí solo habrá una asistencia simbólica “porque no hay demasiado espacio”, según un portavoz de los organizadores. Oficialmente, no tendrán permiso, pero se les ha concedido la plaza del Norrmalmstorg, muy cercana. La única anomalía es lógica: el edificio estaba ayer cerrado al público por los preparativos, como el del Ayuntamiento, el Stadshuset, que acoge el banquete de gala.
La calma crece por el poco interés, especialmente de los sectores socioeconómicos de Estocolmo. La oficina de turismo de la ciudad admite que no tiene ningún estudio del impacto económico que generan los Nobel. En un análisis del sector cultural, de entre los 20 centros con mayor atractivo ninguno está vinculado al Nobel: el rey es el gigantesco Kulturhuset (que incluye el famoso navío Stadsteatern), con 2,9 millones de visitantes. Tampoco consta estudio de la Cámara de Comercio, donde tienen más los ojos puestos en el 24 de junio próximo, cuando se sepa la sede para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2026, a los que Estocolmo aspira al venderse como “los primeros plenamente sostenibles”: la ciudad ha reducido sus emisiones en un 23% desde el 2000.
Se supone que para entonces aún tendrán nieve, porque otra anomalía este año es que la ciudad no está blanca en su semana del Nobel, nuevo efecto del cambio climático. Se sabe que es Navidad por el granate y verde de los mercadillos de árboles y adornos como el que hay frente a la Academia Sueca y el Museo de los Nobel, por los renos de alambres y lámparas led de los jardines y la miríada de candelabros triangulares y estrellas polares de luz que cuelgan en las ventanas de los edificios, invasión solo comparable a las personas que deambulan con auriculares puestos.
Algunos entran en una de las 10 tiendas de Estocolmo (de las 14 que posee en Suecia) de la cadena Pocket Shop, popular porque el 80% de su oferta es de libros de tapa blanda y bolsillo, que aparecen antes del año tras los de tapa dura y bastante más económicos que estos, que suelen oscilar entre los 24,90 y los 30 euros. Es el precio de la mayoría de los libros de Handke y de la polaca Olga Tokarczuk, premio Nobel 2018 que se ha concedido excepcionalmente este año tras la suspensión al estallar el escándalo de acoso sexual en la Academia Sueca en 2017.
Las ventas no parecen ir muy bien. “Siempre dependen de quién gana. Pero es evidente que los problemas de los últimos años con los Nobel está afectando; los suecos, en general, no están muy contentos con la Academia ahora”, analiza Torbjörn Elbe, director de ventas de Pocket Shop, que, además, constata que están comprándose “claramente más Tokarczuk que Handke”, quizá respuesta muy lagon de los suecos ante las opiniones del austríaco y su inevitable protagonismo mediático.
Desde una de las 11 tiendas que solo en la capital tiene Akademikbokhandeln, la cadena de librerías más grande de Suecia, la encargada de la más cercana a la Academia Sueca, Pernilla, ratifica esa ventaja de la Nobel polaca, si bien añade que “había menos títulos de ella disponibles hasta ahora”. A pesar de tener escaparate monográfico no aparecen aún entre los más vendidos, igual que en Pocket Shop. “Salen menos que otros Nobel de otros años, pero hoy se lee menos”, afirma. Y confían en la campaña de esta extraña Navidad de la Suecia del lagom.
UN ESCRITOR MUDO HASTA PRIMAVERA
Existe en Suecia cierta sensación de que Olga Tokarczuk está siendo eclipsada por la polémica de Peter Handke; quizá por ello, diarios como el Svenska Dagbladet le dedicaban ayer de nuevo portada, con una entrevista. No hubieran podido hacerlo con el austriaco, que no se plantea dar entrevistas “al menos hasta primavera”. Lo aseguró desde el Grand Hotel, el más lujoso de Estocolmo, que desde 1901 aloja a los laureados y a sus familiares. Desde ahí asomó ayer un Handke mejor vestido que cuando dio su discurso de aceptación y de la estruendosa rueda de prensa en la que se enfrentó a los medios. Iba con traje y camisa oscuros, corbata roja y fular al cuello. La agenda clásica del Nobel de Literatura, en su caso, se ha reducido un poco: la escuela de Rinkeby, en las afueras de Estocolmo, en un barrio multicultural, con bajos índices de paso a secundaria, declinó invitar al premiado este año, a pesar de que lo hace desde 1988. Querían evitar incidentes: es un barrio habitado por la diáspora de los Balcanes. La cultura sueca evita el conflicto siempre que puede.
EL PAÍS
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