jueves, 14 de abril de 2016

Las siete vidas de Gato Barbieri

Las siete vidas de Gato Barbieri

A los 83 años, el más cosmopolita de los saxofonistas argentinos habla
de los shows en el Blue Note que le hacen olvidar sus achaques
y del Grammy honorífico.

Por Humphrey Inzillo
LA NACION
DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE DE 2015



"¡Uy! ¡Qué puntual que llamaste, che! ¿No podrías darme diez minutos? Acabo de volver del parque y estoy un poco cansado", pide Leandro "Gato" Barbieri del otro lado de la línea telefónica. Son las dos y media de la tarde en Nueva York, y el músico más importante en la historia del jazz argentino, que a fines de este mes cumplirá 83 años, acaba de regresar a su departamento luego de una caminata por el Central Park. Diez minutos después, el Gato atiende el teléfono y explica: "Antes, yo hacía cualquier cosa. Incluso, jugaba al fútbol. Pero ahora tuve un pequeño ataque cerebral. Como se me paralizaron las piernas, tengo que salir a hacer un poco de ejercicio. Camino, pero no demasiado bien". También se lamenta: "El problema es que mi memoria se fue abajo, no me acuerdo de ningún teléfono. Antes yo podía llamar a todos mis amigos sin problemas. Estoy un poco triste, porque esto va a ser así para siempre. Lo único bueno es que un par de veces al mes voy a tocar al Blue Note".
El miércoles, en Las Vegas, un día antes de la entrega de premios, el legendario saxofonista recibirá en una ceremonia privada un Grammy Latino a la excelencia musical. Se trata de un merecido homenaje a una carrera que entre sus highlightsostenta la exitosa banda sonora de Último tango en París (1972), el film dirigido por Bernardo Bertolucci y protagonizada Marlon Brando, que le valió, además de la fama global y el suceso en las ventas, un Grammy a la mejor banda sonora.
Una versión de "Europa (Earth's Cry Heaven's Smile)", de Carlos Santana, que grabó en 1976 y se transformó en un hit. Y una discografía notable que supera los 50 títulos, entre álbumes propios y colaboraciones. Pero a pesar de la importancia de esta nueva estatuilla, que marca el reconocimiento de la industria luego de muchos años de silencio y ostracismo, el Gato no parece demasiado entusiasmado. "Ya no me pasan por la radio. Supongo que porque incluso para las radios de jazz, mi música tiene demasiados elementos. Lo que pasa es que yo no toco jazz. O sea, toco jazz, pero de un modo diferente. Mi música es de todos los países. Por eso vienen a verme desde Rusia, desde Italia, desde Buenos Aires? Cuando toco yo el boliche siempre está lleno, ¿Entendiste?".
Barbieri (Rosario, 1932) comenzó su formación musical en la escuela Infancia Desvalida de su ciudad natal, hasta que se mudó a Buenos Aires en 1947 y allí empezó a tomar clases con el maestro Ruggero Lavecchia (padre de Buby, célebre pianista y director de orquesta, de la que el Gato luego pasó a formar parte) y, cuando se pasó al saxo alto, con el francés Alberto Hervier. Integró diversas formaciones, la Casablanca Jazz (donde incursionó por primera vez en el be-bop) hasta los King Serenaders, y las orquestas de Panchito Cao, Toni Cefalí, Pocho Gatti, la estable de Canal 13 y la de Lalo Schifrin, en 1955, donde se inclinó definitivamente por el saxo tenor. Paralelamente, tocaba en las reuniones del Bop Club Argentino y en jam-sessions, junto a notables de la escena local como su hermano, el trompetista Rubén Barbieri, Jorge Navarro, el Negro González, Néstor Astarita, Alfredo Remus, Baby Lopez Fürst, Egle Martin y el Bebe Eguía, entre otros. "En esa época todavía éramos todos un poco verdes. Pero me acuerdo mucho del Bebe Eguía. El sí que era un genio. Un día quise tocar con su saxofón, y era imposible. ¡No sé cómo hacía! También me acuerdo de Pipo Troise, un gran trompetista. Y de Astarita, a quien le enseñé muchas cosas. Porque yo también era un creador de personas, pero no lo hacía a propósito. Era una cosa natural, mía."
En 1962, junto a su esposa de aquel entonces, Michele (que falleció en 1996), el Gato pasó uUn pnos meses en Brasil y luego partieron a Europa. Allí, tuvo un encuentro trascendental con el cornetista de free jazz Don Cherry. "Esa unión fue importantísima para mí. Nos conocimos porque él había ido a tocar con Sonny Rollins. Pero tuvieron un cruce, Sonny le dijo «no me molestes mientras estoy tocando», y se separaron. Entonces, conseguí una audición con Don en París, me escuchó tocar y le gustó. «OK, empezás mañana», me dijo. Con él toqué tres años y aprendí muchísimo, en el sentido de que no hay que hablar mucho, para tocar tenés que usar tu corazón y tu cabeza? Hay músicos que hablan muchísimo y no pasa nada. Y Don, en cambio, nunca tuvo necesidad de decir nada. El no sabía escribir música, así que yo le copié todos sus temas. De todas maneras, era un genio." Juntos, grabaron tres discos indispensables: Toghetherness (1965), Complete Communion (1966) y Symphony for Improvisers (1966).
A fines de los 60, a través de su compañera, el Gato se vinculó con el mundo del cine. Se codeaban con directores como Godard, Antonioni, Bertulucci, De Sica? Pero alguien determinante en su carrera fue el realizador brasileño Glauber Rocha, creador del Cinema Novo. Barbieri era fanático de sus películas (había visto seis veces Dios y el diablo en la tierra del sol) y sentía una fascinación especial por Antonio Das Mortes, el film de 1969 con el cual Rocha se alzó como mejor director en el festival de Cannes. En ese momento, el Gato atravesaba una crisis personal y creativa. Sentía que la lucha de los músicos del free jazz, un movimiento de vanguardia estética radicalizado políticamente hacia la reivindicación de los derechos civiles de la comunidad afroamericana en los Estados Unidos en tiempos de Panteras Negras, no era suya. Y que eso, más temprano que tarde, provocaría que lo marginaran de ese circuito. Fue Glauber Rocha el que lo incitó a buscar su propia voz. Así fue como el Gato comenzó, con The Third World (Flying Dutchman, 1969), una saga de discos maravillosos que combinaban sonoridades del folklore y la música popular latinoamericana con la inventiva rabiosa del free jazz. Ese corpus de obra que va de 1969 hasta 1975, las "músicas del tercer mundo" (que ostentan una fuerte impronta social), comienza con este álbum donde el Gato, con una banda que incluía al contrabajista Charlie Haden y al tecladista Lonnie Smith, versionaba a las "Bachianas Brasileiras" de Heitor Villa Lobos (1887-1959). Glauber Rocha había usado alguna de esas composiciones de Villa Lobos como banda sonora de Terra em Transe y el Gato sintió una atracción inmediata: "Las primeras tres notas de esa obra fueron todo para mí. Y la toqué de oído. Para mí, ese es uno de mis mejores discos. Ahí también grabé un tango de Piazzolla. En Buenos Aires siempre tenían problemas con él. A mí también me pasó. Pero creo que es un tema que tienen los porteños? ¡La resistencia a la revolución! De todas maneras, era un tipo jodido, también. Pero yo siempre lo consideré un genio. Era un genio, y punto".
Unos meses antes de editar su debut solista, el Gato grabó en el debut de la Liberation Music Orchestra, dirigida por Charlie Haden, donde versionaban canciones republicanas de la Guerra Civil Española ("Viva la Quince Brigada", "Los cuatro generales") arregladas por Carla Bley y un homenaje al Che Guevara compuesto por el propio Haden, con citas al "Hasta siempre" del cubano Carlos Puebla.
Barbieri, que a los 18 años ya se había afiliado al Partido Comunista siguiendo los pasos de su hermano Rubén, se sigue definiendo como un hombre de izquierda. Y tanto en los títulos de esos discos, como Bolivia (1973, un homenaje explícito al Che Guevara, "Para mí era muy importante. Él sabía que lo iban a matar, pero igual quiso hacer todo solo. Es de una dignidad divina") y Chapter 3: Viva Emiliano Zapata (1974), como en el repertorio, el Gato marca su ideología. En una grabación histórica en el Festival de Jazz de Montreux (El Pampero, 1971), tocó una versión intensa e inolvidable de "El arriero", de Atahualpa Yupanqui. "Yo en esa época escuchaba mucha música, y así fue como llegué a escuchar sus canciones. Pero lamentablemente no llegamos a conocernos personalmente. Yo inventé una manera de tocarla donde cantaba y repetía, como en trance, «Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas». Y al final, con la banda armábamos un verdadero desastre sonoro, y el final era caótico, yo tocaba la melodía con el saxo y luego volvía a gritar «¡Las penas son de nosotros! ¡Las vaquitas son ajenas!». Era un final importante", evoca.
En ese mismo escenario, el gran saxofonista y arreglador Oliver Nelson (autor del clásico "Stolen Moments", colaborador de Cannonball Adderley, Wes Montgomery, James Brown y también del Gato en el soundrack de Último tango en París), invitó a Barbieri a sumarse a su grupo que incluía a Hank Jones, Airto Moreira y Ron Carter, entre otros para tocar "El Gato", un tema que había escrito en su honor: "Cuando me invitaron a tocar con la banda de Oliver Nelson, uno de sus saxofonistas, que era negro, dijo «¿Yo tengo que tocar con él?» y se fue. Pero Oliver era un tipo abierto, y me dijo «no le des pelota y tocá». Oliver era bárbaro. Cuando hicimos Ultimo tango? me entendió todo al instante. Yo era muy claro para explicar lo que tenía en mente. Pero él, además, era un gran compositor. Cuando me dedicó esa canción, a mí me pareció un lindo gesto, pero no me lo tomé como, de verdad, tendría que haberlo hecho. Lo oí y me pareció muy lindo, sí. Pero no le dí la verdadera relevancia. Ahora, si lo pienso, la verdad es que me emociona muchísimo".
En ese entonces, el Gato estaba acostumbrado a codearse con la crème de la crème. Desde el centro del imperio, el Gato grababa para Flying Dutchman y el icónico sello Impulse y convocaba a los músicos más prestigiosos del jazz global (el mencionado Ron Carter, Stanley Clarke, Roy Haynes) para grabar su música, que incluía versiones de "El día que me quieras" (Gardel y Lepera), "Merceditas" (Ramón Sixto Ríos), "Juana Azurduy" (Ariel Ramírez y Félix Luna), entre otros clásicos de América latina. Al mismo tiempo, el Gato grababa a sus contemporáneos, como el brasileño Jorge Ben Jor ("María Domingas") que le devolvió gentilezas rindiéndole homenaje en "Eu vou torcer". El Gato recuerda que se hicieron amigos con Jorge Ben, pero nunca llegaron a grabar juntos. "Quedábamos para grabar, pero llegaba tarde, o a veces ni siquiera venía? Así era Jorge Ben. Pero era un genio, eh. Por ejemplo, en «Todo día era día de Indio», nombra a diferentes razas de indígenas del Brasil sin parar. Esa idea, aplicada a esa canción, siempre me pareció bellísima".
El sonido del Gato, influenciado por John Coltrane y Pharoah Sanders, es intenso, como si sacara desde sus entrañas las penas de los pueblos oprimidos, coronadas en una explosión de sobreagudos. Un quejido sensual, de notas largas y profundas, que se transformó en una marca registrada tan característica como su sombrero negro de ala ancha. Fue en los tempranos 70 que el Gato se construyó a sí mismo. Luego, su música derivó en proyectos más comerciales. A fines de los 70, Herb Alpert produjo algunos discos (Caliente; Ruby, Ruby) con una atmósfera pop easy listening. Y a partir de allí, su discografía se volvió cada vez más espaciada, en sintonía smooth jazz. "Siempre me identifiqué con los pueblos oprimidos. Mis discos del Tercer Mundo marcaron una época, eran una guerrilla musical y tenían que sonar así. Después, el tiempo fue cambiando. Las compañías querían cosas más clásicas, buscaban un sonido más ligados al pop. De todos modos, había cosas divinas. Y aunque eran comerciales, nunca hice demasiado dinero en mi carrera. Toqué en Rusia, Japón, Australia, Europa y por todo Estados Unidos. Para mí eso era normal. Pero hace treinta años tuve un triple bypass. Y ahora lo que mejor tengo es el corazón. Ahora se me hace difícil caminar y le tengo miedo a la muerte. Pero cuando voy a tocar al Blue Note y estoy sobre el escenario, me olvido de todo. Es el único momento en que bebo un poco. Y ahí me siento bien."

LA NACION


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