Charnegos, pijas y chonis: un paseo por el Carmelo de 'Últimas tardes con Teresa' |
50 años hace que Teresa y el Pijoaparte se dieron cita en las librerías. La novela social de Juan Marsé vuelve reeditada por Seix Barral sin las censuras de la edición original
5 de abril de 2016
"Del Carmelo al cielo", claman los grafitis de las paredes. Los muros, tapias y contenedores llevan años hablando a los vecinos: llaman a la huelga general y a la lucha colectiva. “Vergüenza por el 3%”, gritaban las calles cuando en 2003, por no hacer los estudios necesarios para la obra del metro, se hundió una manzana de edificios. Los mensajes con 'spray' te cuentan los dolores de cabeza de los vecinos, y en el Carmelo, histórico lugar de acogida de Pijoapartes, no podía faltar: “Refugiados, sois bienvenidos”. O como Juan Marsé (Barcelona, 1933) dice: “El barrio es una ensalada picante de varias regiones de varios países”. Han pasado 50 años desde que el escritor publicara, en 1966, 'Últimas tardes con Teresa', su gran novela y una de las cimas de la literatura española del pasado siglo que ahora reedita Seix Barral sin las censuras de la edición original. Esta semana el escritor además publica su última novela, 'Esa puta tan distinguida' (Lumen, 2016).
A Teresa Serrat le fascinaba el barrio. De su casa con jardín y sirvientas en San Gervasi subía fitipaldi -en un flamante Renault Floride blanco- por la serpenteante Carretera del Carmelo. Glorificaba a la clase obrera y le parecía un lugar tremendamente exótico; se preguntaba si aquellas gentes, que vivían en barracones y en casas con goteras, habrían leído a Bertolt Brecht. A su amigo Manolo 'Pijoaparte', el hermoso granuja del Carmelo, lo exhibía delante de los compañeros de universidad, intelectuales de izquierda, como quien presume de tener un amigo gay. “Los pijos estaban muy bronceados, jugaban a las reuniones clandestinas en invierno y en verano a la costa”, describe Marsé. Las Teresas estaban entretenidas leyendo 'Qué hacer' de Lenin mientras el hambre y la explotación eran el pan de cada día en el barrio; y la costa -para los pobres- era el lugar donde se servía a señoritos o se malvivía con trabajos precarios.
Las Teresas estaban entretenidas leyendo 'Qué hacer' de Lenin mientras el hambre y la explotación eran el pan de cada día en el barrio
Los emigrantes que llegaron a Barcelona enfilaron cuesta arriba para aposentarse en el Carmelo y dejarse las manos trabajando para Teresas, tenían y tienen de Pijoaparte la capacidad de subsistir. Al Carmelo aterrizaron en los cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta cantidad de rondeños como Manolo ansiosos de jornal, porque las tierras que les parieron estaban quedándose secas. No son pocas las escenas del libro en las que Manolo se sienta en el Parque Güell y piensa cómo marear a la pobreza y poder vivir sin malvivir. La gente del barrio -uno de los bastiones obreros de la ciudad- sube las cuestas infernales -Conca de Tremp o Llobregós- rumiando cómo vamos a salir de esta. Y ahora, algunos chicos -nacidos en la maternal de la Vall d’Hebron- han tenido que hacer maletas -calcando a sus padres- y buscar otros Carmelos en Europa.
Los Pijoapartes: las nuevas Jenifers
El barrio de 'xarnegos' -migrantes de fuera de Cataluña o hijos de estos- sigue sonando a acentos “de una deformación del andaluz pasando por el tamiz de un catalán de suburbio”, como Marsé dice del Pijoaparte. La banda sonora puede ser Camela y Los Chichos. Aunque el concepto de 'xarnego' es puro menosprecio -dicho por uno de la Bonanova, por ejemplo-, los vecinos del barrio no dudan en mostrar orgullo de la palabra, aunque otros, elitistas, la pueden tirar a herir. Hace unos años, Els Catarres, un grupo de pop catalán, volvió a presentar otra historia de amor con tintes clasistas: un chico de bien enamorado de una choni llamada Jenifer. Alba Fernández, vecina del Carmelo, dice: “Si por no votar a CiU, ni tener sueños eróticos con Jordi Pujol, y ser de clase trabajadora y tener familia de Andalucía somos chonis, yo con orgullo soy otra Jenifer”.
"Si por no votar a CiU, ni tener sueños eróticos con Pujol, ser de clase trabajadora y con familia andaluza, somos chonis, yo con orgullo soy otra Jenifer"
A la zona monumental del Parque Güell se accede pagando, aunque los empadronados en el barrio entran gratis con una tarjeta. En el Carmelo se cuenta que fue un artista japonés quien hizo unas fotografías dándolo a conocer mundialmente, y por culpa de él al tesoro del barrio llegan en masa autocares de turistas, que impiden pasear con la tranquilidad de hace 15 años. De niño, el Pijoaparte se ganaba algunas pesetas enseñando el Tajo de Ronda o la Plaza de Toros a guiris, y ahora -si existiera- se hartaría de chapurrear idiomas para avisarles de que en el autobús 24 -que sube por la Plaza Sanllehy- hay un grupo de hurtadores que solo respetan a la gente del barrio. Aunque si siguiera con la alergia al trabajo, quizás él podría ser de la 'crew'.
Atracciones del barrio
Para la madre de Teresa, la señora Serrat, “el Carmelo era algo así como el Congo, un país remoto e infrahumano con sus leyes propias y distintas. Recordaba el cañón antiaéreo disparando desde lo alto del Carmelo que hacía retumbar las ventanas”. Aquellas palabras textuales de Marsé podrían no quedar obsoletas si con alguien de Pedralbes te encuentras. En Barcelona se ha puesto de moda subir a los búnkeres del barrio -el refugio antiaéreo-, y es fácil encontrar a turistas haciendo fotos o a 'hipsters' grabando 'videoclips'. Hasta hace dos días, solo los jóvenes del barrio -las Jenifers, y con orgullo- subían a darse los primeros besos en paz o fumar porros con vistas de 360 grados a Barcelona.
Para la madre de Teresa, la señora Serrat, "el Carmelo era algo así como el Congo, un país remoto e infrahumano con sus leyes propias y distintas"
Allí donde el Pijoaparte se apostaba el dinero a las cartas con los viejos del barrio, en el Bar Delicias, llegan diariamente decenas de personas en busca de las míticas patatas bravas -que en realidad son 'papas' de dos salsas-. Hasta hace poco, el bar era frecuentado únicamente por vecinos, y era popular tanto por la calidad de las raciones como por los modestos precios. Barcelona, ciudad fanática de las bravas, ha elaborado varias listas de las mejores, y la buena posición del Delicias ha hecho que el bar se masifique. Los dueños parecen más interesados en atraer foráneos que en seguir cuidando a los vecinos del barrio. Por eso la gente del Carmelo prefiere el bar El Mirador.
Próximamente, la Biblioteca Juan Marsé celebrará el aniversario con una programación especial, así como con una ruta literaria por el barrio en Sant Jordi. La Biblioteca, por fondo y actividades, así como por la entrega y la creatividad de los bibliotecarios, es una de las nuevas satisfacciones del barrio. La aventura entre Teresa, la joven burguesa universitaria de izquierdas, y Manolo el Pijoaparte, el charnego pobre, radiografió ambas clases sociales, así como los quehaceres de cada una de ellas. La clase obrera irá al paraíso, como en la película de Elio Petri, y quizás es por eso... "Del Carmelo al cielo".
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