Mavis Gallant
Cuando éramos casi jóvenes
25 de
noviembre de 2009.- Lumen y la propia autora, Mavis Gallant (Canadá, 1922),
recopilan treinta y cinco relatos en un volumen titulado 'Los cuentos' (para
que no se diga que encontrar título devana los sesos), y digamos cuanto antes
que es una de las joyas de la temporada.
Y casi
un descubrimiento en estos pagos, quitando algunas ediciones menores y escasas
de sus narraciones cortas y el libro que sacó Alba el año pasado y del que
dimos noticia sobre el Mayo del 68 ('Los sucesos de mayo').
Ya en
este ensayo se detectaba la que considero su virtud cardinal: ir al grano, pero
al grano de las cosas que no suelen mirarse, bien porque parecen
insustanciales, bien porque son como la vida, asuntos que no van a parar a
ninguna parte. Ahora bien, en un contexto grave: quedarse sin dinero, sin
marido, sin ganas de vivir, sin casa y sin patria, sin antiguos deseos. ¿Adónde
mira uno en esos momentos? Ésa es la cuestión para Mavis Gallant. En 'Cuando
éramos casi jóvenes', relato que sucede en el Madrid de los 50, más o menos,
escribe:
"En
Madrid, hace nueve años, vivíamos de pensar en el dinero. Nuestras amistades se
nutrían con la charla del dinero que esperábamos tener y de lo que teníamos
intención de hacer cuando llegara. Cada día iba a la oficina central de correos
y hacía la ronda de bancos y agencias de viaje a los que podían llegar las
cartas y el dinero. No sabía con seguridad cuánto sería ni adónde iba a llegar,
pero lo veía cabalgar a través de una larga arcada que parecía el arco iris. En
aquellos días yo andaba siempre en busca de señales. Veía señales en el humo de
los cigarrillos, en el modo en que caía la ceniza y en las cartas. Me echaba
las cartas tres días a la semana: el lunes, el miércoles y el viernes. Los
martes, jueves y sábados no eran buenos, porque las cartas callaban o eran
evasivas, y los domingos mentían. Creía que esos signos, la ceniza, el humo y
lo demás, me iban a decir qué rumbo tomaría mi vida y qué pasaría a partir de
ahí."
Monólogo
shakesperiano, desde luego, no es. Y, sin embargo, el dinero que se espera y
las señales que lo anunciarían se reúnen para componer un sentimiento
particular y bastante próximo. Gallant no elude el tópico, a veces da la
impresión de que se lanza a por él y que le da impulso:
"¿Eran
típicos españoles? No sé cómo es un típico español. No bailaban, ni tocaban la
guitarra. La verdad, la muerte y la piromanía no acechaban en sus ojos oscuros,
al menos yo nunca los vi. Estaban en la más absoluta de las miserias. La
diferencia entre ellos y otras tres personas sin blanca cualesquiera residía en
su particular pasividad, como si todo hubiera sido ya dispuesto por adelantado.
Dejando a un lado la catástrofe, la muerte y la revolución, ya no podía ocurrir
nada más. Cuando caminábamos juntos, sus pasos aminoraban la marcha, como si a
los tres les persiguiera la misma renuncia a seguir andando. Pero seguían
haciéndolo, y reían y parloteaban, comentando lo que harían cuando llegara el
dinero."
Y los
temas más enjundiosos aparecen en un entreveramiento, a la vez desvaídos e
invasores, bien pegados a una realidad cotidiana:
"El
terror que a Carlos le inspiraba llegar a la treintena y que la parte efectiva
de su vida hubiera finalizado con tan poco que mostrar le perseguía y aturdía
su cerebro. Jamás llegaría a ser otra cosa que la persona que era ahora.
Recuerdo la luz tenue, el jaleo de la calle, el silencio interior del piso, el
tictac del reloj de pared de números romanos de la entrada. El tiempo, ese
tiempo de Madrid, era como un goteo de agua. Y yo me contagiaba de su miedo y
tenía miedo del movimiento del tiempo, a la vez demasiado rápido y demasiado
lento. Después de eso, venía la sublevación y la impaciencia."
Creo
que puede apreciarse además lo bien que la autora maneja los cambios de fase
entre la psicología de los personajes y la mentalidad de época, y la manera en
que diseña su ósmosis.
En fin,
harto recomendable esta colección de cuentos.
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