viernes, 11 de septiembre de 2015

Triunfo Arciniegas / Cuadernos perdidos en Medellín

Autorretrato como gato
Fotografía de Triunfo Arciniegas


Triunfo Arciniegas 

CUADERNOS PERDIDOS 

EN MEDELLÍN


Anoche tomé, muy cansado, el último vuelo de Cúcuta a Medellín. Creo que me dormí antes del despegue. Ya otra vez en tierra, en el aeropuerto de Rionegro, oí que el capitán ofrecía disculpas. Al parecer estuvimos sobrevolando. Como a las diez y media tomé mi maleta de la banda y la arrastré hasta el maletero del autobús que va hasta detrás del hotel Nutibara. Me acomodé en el puesto de los músicos porque no había más lugar, con el equipaje de mano y la bolsa azul de los cuadernos. Fui el último pasajero tanto para abordar como para bajar: el conductor tuvo la gentileza de dejarme en la puerta. Me registré entre sueños en el Hotel Bella Villa, en la calle Maracaibo, entre Palacé y el pasaje Nutibara, en pleno y palpitante centro de Medellín. Y caí dormido casi de inmediato, a medianoche. 

Y esta mañana no encontré mis amados cuadernos de viaje. Dos cuadernos que llevo a todas partes desde hace cuatro o cinco años y donde anoto no solo teléfonos y direcciones sino sobre todo ideas, borradores de poemas y cuentos, sucesos de la vida cotidiana y la perpetua compra de libros, citas y frases que oigo por ahí, claves y códigos, un montón de señales secretas de desmemoriado, entre otras cosas.

Uno es un cuaderno grande, de tapas duras y forradas en color crema, y el otro, una libreta grande de tapas duras, negras, con un escudo labrado de Game of Thrones

Los cuadernos se extraviaron en el autobùs o se me quedaron en la recepción del hotel o en el ascensor. Sé que los tenía, en un bolsa plástica azul, al llegar al aeropuerto de Rionegro, y sé que no llegaron a mi habitación. No los quise guardar en el equipaje que va en bodega por seguridad, por el temor a perderlos si se extravía la maleta. 

Como entenderán los lectores, es una pérdida dolorosa. Tantos textos perdidos. De ahí vienen mis libros, de estos borradores. Ahí está, por ejemplo, el último cuento para adultos que escribí y que no pasé a limpio. 

Breves y nerviosos apuntes de mis viajes por ciudades colombianas, sobre todo Bogotá y Medellín, por Río de Janeiro y São Paulo, por Caracas y Panamá, por Cuernavaca, Ciudad de México, Veracruz, Guadalajara y Puerto Vallarta, por Nueva Nueva York y Los Angeles. Bosquejos. Ideas que al fin encontraron las palabras. Hace más o menos un mes dediqué nueve días consecutivos a la vida y los milagros de Amy Winehouse. Me empapé tanto de su trágica existencia que escribí un cuento en uno de mis cuadernos perdidos, un borrador, una primera versión. Y ya no será posible repetir esta escritura porque la emoción ya se fue. Es un cuento que se perdió para siempre, es una idea que no volveré a trabajar: ya fue tocada, ya no padezco esa urgencia, ya maté el demonio. Así es, así será.


Mi letra, una serie de garabatos casi indescifrable, se parece cada vez más a la cuerda de los trapos al sol. Las palabras se me estiran tanto que pierden sus redondeces y parecen una sola y monótona línea cuya lectura requiere un alto grado de intuición y ciertas virtudes de adivino. Quiero decir, solo yo mismo puedo recuperar esas páginas, no por adivino precisamente sino por una paciencia de antiguo marido.

Si alguien por casualidad sabe algo de este par de cuadernos, le ruego que me escriba a mi correo:

eltriunfoarciniegas@yahoo.com

Me quedaré en Medellìn más o menos una semana.

Gracias.



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