sábado, 26 de septiembre de 2015

Gabriela Ybarra / El comensal / Reseña





CRISTÓBAL MANUEL
Una novela conjura el dolor de la violencia de ETA

Gabriela Ybarra relata en ‘El comensal’ el asesinato de su abuelo y la muerte por cáncer de su madre en su primer e impactante libro


Guillermo Altares
Madrid, 26 septiembre de 2015

El 20 de mayo de 1977, cuando todavía no se habían celebrado las primeras elecciones democráticas en España tras la muerte de Franco, un comando de ETA secuestraba en su casa de Neguri, el barrio de Getxo (Bizkaia) corazón de la alta burguesía de Euskadi, a Javier de Ybarra. Político e historiador de 63 años, era el cabeza de una de las familias de la aristocracia industrial vasca, propietaria del diario El Correo. Fue asesinado al cabo de un mes por sus captores, una escisión de ETA político-militar, los llamados berezis, que más tarde ingresarían en ETA militar.
Casi 40 años después, cuando su nieta, Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983) decidió relatar la muerte de su madre de cáncer, derrotada por la enfermedad en apenas seis meses, se dio cuenta de que muchos silencios, muchas preguntas sobre su familia a las que no hallaba respuesta, tenían su origen en aquel crimen. Así ha surgido El comensal (Caballo de Troya), una primera novela que se está convirtiendo en uno de los fenómenos literarios de la temporada.
Todavía un poco superada por el revuelo que está causando su libro, que apenas 15 días después de su salida ha tenido que ser reimpreso, Ybarra explicaba ayer en una terraza del centro de Madrid: "El final de mi madre fue muy intenso. Cuando murió estaba tan aturdida que no sabía lo que había vivido. Cuando empecé a escribir sobre ello, me di cuenta de que había muchas cosas que no me habían explicado, tal vez para protegerme, pero sin las que no podía contar la historia".


Gabriela Ybarra, ayer en Madrid.
Gabriela Ybarra, ayer en Madrid. CRISTÓBAL MANUEL


La novela se enfrenta a dos formas del dolor: la violencia terrorista y también el cáncer, el deterioro físico, la muerte, los efectos de la enfermedad sobre el cuerpo. Ybarra describe, por ejemplo, con una mezcla impactante de sencillez y crudeza, cómo la doctora que trata a su madre en Nueva York le explica los efectos secundarios de la quimio, que deja al cuerpo expuesto a todas sus debilidades. "Son cosas de las que la sociedad huye. Los únicos cánceres visibles parece que son el de mama y la leucemia. Pero hay muchos otros cánceres, como el de colon que sufrió mi madre. La muerte no es decorosa", recalca.
Gran repercusión
Ahí reside la clave de la repercusión que está logrando El comensal, según su editora, la también escritora Elvira Navarro, quien dirige Caballo de Troya, una editorial pequeña que ha publicado muchas primeras novelas y pertenece a un grupo gigantesco, Penguin Random House. "Es una confluencia que no se da en muchos libros. Además de su calidad literaria, toca dos temas de gran impacto: ETA y la muerte, el duelo", apunta.
Ybarra, quien estudió Dirección de Empresas y se dedica a los análisis de mercado en redes sociales, emplea la misma sinceridad al tratar ambos asuntos. Sin embargo, pese a que su padre recibió una carta bomba y tuvieron que irse a vivir fuera del País Vasco cuando ella tenía 12 años, en el libro no hay ningún momento de odio. "El odio le da poder al otro, no se puede llevar una vida con odio", dice. Empezó la investigación sin hablar con su padre; sobre todo leyendo la prensa y buceando en Internet. El asesinato de Ybarra tuvo un impacto gigantesco al principio de la Transición y despertó una condena unánime, muy poco habitual en aquellos años. Además, marcó la ruptura en ETA-pm y el principio de su final. "En mi familia siempre se ha tratado de un tema delicado y la escritura ha sido a la vez liberadora y dolorosa: es como ir al fisioterapeuta. Te deja machacada la espalda, pero te cura", asume. "También descubrí cosas muy duras: que algunos miembros del comando Vizcaya [que quiso matar a su padre] vivían al lado de nuestra casa".
Romper el silencio
Pero, al final, lo más difícil ha sido romper el silencio. "Durante años, no podía hablar de muchas cosas: dónde vivía, dónde iba de vacaciones. Por seguridad, pero acabó por filtrarse a muchas facetas de mi vida". Desde el cese de la violencia de ETA hace casi cuatro años, ha vuelto con mayor asiduidad al País Vasco y, sobre todo, ha podido hacerlo con su padre. Esto le ha permitido cruzar otras fronteras de su pasado. "Hemos hecho viajes juntos a lugares a los que él no había podido ir desde los años setenta; al valle de Baztan, a Mundaka, al interior de Bizkaia. Me enseñó el lugar donde había dado sus primeros pasos, los escenarios de su niñez", explica.
Pese al inmenso papel que ETA ha ocupado en la historia del País Vasco desde los sesenta, y del dolor que el terrorismo ha causado, su presencia en la literatura es aún muy leve, aunque ha sido tratado por autores como Bernardo Atxaga o Kirmen Uribe.
Fernando Aramburu, nacido en San Sebastián y residente en Alemania, ha abordado la cuestión en libros como Años lentos y en la impactante recolección de relatos Los peces de la amargura. "Llevo muy avanzado un proyecto de novela centrado en las últimas tres décadas del País Vasco", explica. "Mi empeño consiste en trazar un amplio dibujo de la sociedad vasca, del cual, claro está, ETA forma parte de manera muy visible. Construir el relato no sólo histórico, sino también sentimental y humano, se me figura más urgente que nunca. Si no lo abordamos, a las generaciones venideras les faltará el testimonio de los que fuimos contemporáneos del fenómeno terrorista", añade. "Los historiadores, los sociólogos y los periodistas llevan una notable ventaja a los escritores de literatura. Algo, no obstante, se va haciendo, pero es todavía insuficiente. Según de dónde sopla el viento, se nota en el ambiente un propósito de silencio y olvido".
Aunque no es sólo una novela sobre ETA, sino sobre el duelo, la ausencia y la forma en que la vida se recompone y avanza pese al dolor, El comensal pertenece a este esfuerzo de memoria. "Es cierto que es un tema que se ha tratado poco y ha sido, sobre todo, desde el punto de vista del agresor más que de las víctimas", señala Ybarra. Preguntada por la influencia del terrorismo en sus recuerdos, responde: "A pesar de las amenazas, en mi familia siempre hemos intentado vivir". El comensal da testimonio de ello.


“LA VIDA DE YBARRA DEPENDE DE SU FAMILIA”


En mayo y junio de 1977, EL PAÍS dedicó una amplia cobertura al secuestro de Javier de Ybarra, reflejo de su impacto en la sociedad. “La vida de Javier de Ybarra depende únicamente de su familia, ella es la que tiene la última palabra’, dice un comunicado hecho llegar ayer a Radio Popular de Bilbao, por la rama político militar de ETA”. Así arrancaba una crónica del 10 de junio que mostraba la tensión de aquellos días y el chantaje terrorista, que convertía a las víctimas en los responsables. Las exigencias de ETA, 1.000 millones de pesetas (seis millones de euros), eran imposibles de cumplir. Un miembro del comando fue detenido en Francia y cuando los terroristas cumplieron su amenaza, el cadáver tardó en ser localizado.
Otra crónica narraba: “Ninguno de los hijos con quienes dialogamos podía creer aún el triste desenlace del secuestro: ‘Pensamos que nos querían dar un nuevo susto para ponernos nerviosos y que pagáramos el rescate”.
EL PAÍS


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