viernes, 18 de septiembre de 2015

Los días del asombro / A manera de prólogo

 

LOS DÍAS DEL ASOMBRO
A MANERA DE PRÓLOGO

Nueve escritores colombianos recorren no sólo la geografía y la historia sino el viento y el alma de nueve ciudades colombianas. Han esculcado libros, han hablado con la gente, pero sobre todo han navegado en su propia sangre, en su propia memoria. Se trata de textos personales, de retratos amorosos e íntimos, firmes y definitivos, que conjugan espacio, tiempo y vida.
Los nueve escritores reunidos en este libro decidieron su vida en el país: toda una declaración de principios. Han ido y han vuelto, pero su casa es Colombia definitivamente. Aquí se quedan. Otra sería la mirada si sus días y sus noches sucedieran en otro país y en otra lengua.
La época nos hace, somos el fruto de la estadía que para bien o para mal nos correspondió en esta tierra de nadie. La geografía nos marca. El mar se respira y se adentra en los pulmones, las montañas permanecen dibujadas bajo la piel, el llano se expande como el mismo pecho. Ríos y venas se confunden, se conjugan, somos mirada y en cierta forma también somos paisaje. Somos el país. Porque un país, por encima de todo, es su propia gente.


Darío Jaramillo Agudelo, Alberto Salcedo Ramos, Triunfo Arciniegas, Pilar Lozano, Yolanda Reyes, Roberto Burgos Cantor, Jaime Echeverri, Juan Fernando Merino y Luis Fernando Macías han gozado y padecido la historia y presentan el testimonio de una época, de un país que sueña, que busca su acomodo. En su memoria, los salvajes días de la Conquista y la rapiña, la servidumbre de la Colonia, la sangre derramada en las guerras de la Independencia y en otras guerras descabelladas, y en su presente, tantos asuntos por resolver. Casi la mitad de los escritores se mantienen en los territorios de sus propios textos, y los demás a menudo regresan a sus calles y sus  aromas a saciar las ansias de la piel.
Después de leer la última página, podríamos cerrar los ojos y recorrer sin tropiezos los territorios dibujados, masticar las palabras que describen los días del asombro, oler las aromas de los distintos rincones de esta prodigiosa geografía y acariciar las texturas con la dulce certeza de tener al país al alcance de la mano.
Lento y mágico ha sido el proceso de esta Poética de las ciudades. Bello como un milagro, secreto como una raíz que busca la tierra más fértil. Y ahora que este libro se vuelve ajeno, ahora que sus hojas brotan iluminadas por las tinta, ojalá sea de todos y sean numerosos sus frutos.


Bogotá, 2015


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