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Don DeLillo: «Nunca elijo un tema, simplemente sigo a los personajes»
Javier Yuste
10 de junio de 2016
El escritor norteamericano atiende a El Cultural para hablar de su última novela, Cero K, una ficción científica que aborda la criogenización y sus implicaciones físicas, psíquicas, morales y filosóficas. Un libro que demuestra el gran instinto del autor de Submundo para adelantarse a las obsesiones del futuro.
Si le preguntas a Don DeLillo (Nueva York, 1936) si tiene miedo a la muerte, te responde que no piensa en ello y que realmente lo que le da miedo «son las entrevistas». Aunque lo dice en tono de broma, es conocida su escasa disposición a atender a los medios y a las innumerables invitaciones que le llegan de todo el mundo para participar en actos de todo tipo, aunque ha hecho una excepción con esta gira por España. No permite que le hagan fotos ni que le graben en video y tampoco preguntas sobre su vida personal, aunque si se las hacen simplemente responde que prefiere no hablar de ello. De hecho, es extremadamente educado y agradecido, nada que ver con un divo, a pesar de contar con una de las obras más importantes de la literatura norteamericana, compuesta por novelas de la talla de Ruido blanco, Mao II, Libra o Submundo. En unos meses cumple 80 años pero no los aparenta. Viste como si no le prestara ninguna atención a la ropa y durante la entrevista tiene una gorra colocada en la rodilla, como si fuera un chaval del Bronx, su barrio natal. Sorprende que siendo de Nueva York le atosigue el calor que hace en Madrid, aunque lo cierto es que aprieta bastante.
La pregunta sobre la muerte es pertinente porque probablemente es el tema principal de la novela que está presentando estos días en España, si no lo es de toda su obra. Cero K, publicada por Seix Barral, pone en el centro del relato las técnicas de criogenización, una práctica que está lejos de ser ciencia ficción en la actualidad. De hecho existen varios centros en distintos lugares del mundo donde la gente se congela después de muertos para volver a ser despertados cuando la ciencia permita curar sus enfermedades. En el libro seguimos a Jeff Lockhart, quien en primera persona nos narra su visita a uno de estos centros, conocido como la Convergencia, en donde su multimillonario padre, inversor principal del experimento, va a despedirse de su moribunda esposa antes de que se someta al «sueño eterno».
El placer para mí es escribir frase tras frase, párrafo tras párrafo. Es un desafío que disfruto»
Si le comentas que en Ruido blanco ya hay un personaje obsesionado con la muerte, DeLillo no pica el anzuelo. Para él solo existen los personajes y el lenguaje. «Aquel personaje estaba obsesionada con la muerte pero no tiene nada que ver conmigo», explica el escritor, uno de los nombres que siempre aparece entre los candidatos al Premio Nobel. «Me da la impresión de que ese libro lo escribí hace un millón de años y no estaba pensando en él cuando escribí esta novela. Simplemente pienso que la muerte es uno de los aspectos que la novela en general explora. La novela es un mecanismo creado para analizar y estudiar temas profundos. Pero es el proceso natural de la escritura el que me lleva por un camino o por otro, nunca lo sé de antemano. Nunca elijo el tema, simplemente creo personajes y los sigo».
Y continúa: «Para que las cosas funcionen de manera adecuada la evolución de la sensibilidad del personaje y de sus experiencias tiene que ser natural», comenta el escritor. «Muchas de las cosas que cuento parecen aparecer de manera independiente, directamente de los propios personajes, provocando la narrativa ellos mismos. Si Jeff fuera ligeramente diferente, Cero K sería una novela totalmente diferente». Parece querer inhibirse DeLillo de la responsabilidad de haber creado algunas de las novelas más brillantes de los últimos años, aquellas que han rastreado con mayor tino las obsesiones y preocupaciones del ser humano contemporáneo: terrorismo, grandes corporaciones, tecnología, inmigración… ¿Falsa modestia? No lo parece, pero quizá de ahí procedan sus reticencias a explicar su obra, su incapacidad para ponerse el mismo en primer término.
Pregunta.- Normalmente escribe sus novelas a partir de una imagen. ¿Cuál fue la imagen que dio lugar a Cero K?
Respuesta.- Partí de una imagen muy poderosa: altos edificios en el margen de un río y un paisaje desnudo. Sin embargo me ocurrió algo que no me había pasado nunca, la rechacé porque no funcionaba. Era muy real pero necesitaba algo oculto en la tierra, que no se levantara de las profundidades. Por eso la Convergencia está en una remota parte del globo, cerca de Uzbekistán, donde la ley tiene poco peso. Lo que ocurre en la Convergencia es ilegal y por eso está bajo tierra, escondida, fuera del radar. Cuando entendí eso, la narrativa empezó a tomar forma.
P.- ¿Qué conocía de la criogenización antes de empezar a escribir?
R.- Muy poco y no quería investigarlo mucho aunque comencé por entender los principios básicos. La criogenización es una noción física de la muerte frente a la noción espiritual que existe en muchas partes de todo el mundo. Es una concepción diferente pero es una realidad hoy en día, en Arizona existe un complejo para la criogenización. Me parece muy interesante esta idea de que el cuerpo volverá literalmente a la vida en 10, 20 o 30 años. Sin embargo creo que en algún momento llegará un nuevo proceso, incluso más interesante y futurístico que la criogenización.
P.- ¿Debemos llevar a cabo todas las conquistas que nos permitan la tecnología y la ciencia, a pesar de la bomba atómica o el calentamiento global?
R.- En esta novela planea la idea de que el planeta está en peligro. Por eso la Convergencia está también bajo tierra. El título de la primera parte del libro es ‘En tiempos de Cheliábinsk’, que se refiere a la ciudad rusa que fue alcanzada por un meteorito. Y la segunda parte hace referencia a un lugar en Ucrania, Konstantinovka, signo de los enfrentamientos en la zona. Por un lado tenemos los peligros cósmicos a los que se enfrenta el planeta y por otro lado la guerra, todas las guerras que están teniendo lugar todos los días por todo el mundo. Algunos han descrito estos tiempos como la III Guerra Mundial y es que hoy todo el mundo se siente amenazado ya sea por terroristas o por los pequeños conflictos que hay por todo el mundo. Y está Irak, Siria… Todo esto estaba en algún lugar de mi mente mientras escribía la novela. Pero en lo que pienso mientras trabajo es lo que le pasa a los personajes y sus relaciones día a día, minuto a minuto. Y después tengo que diseñar un lenguaje acorde a la propia narrativa. Ese es el placer para mí, escribir frase tras frase, párrafo tras párrafo. Es un desafío que disfruto de verdad.
«Respeto y admiro la tecnología pero me pregunto cuál es su efecto en términos individuales»
DeLillo concibe la Convergencia como un lugar a medio camino entre la nave de 2001: Una odisea del espacio y una instalación artística intencionada, construida por los inefables hermanos Stenmark, parece que con la intención de destruir la identidad de sus habitantes. «Hay largos pasillos, puertas pintadas en distintos colores, puertas sin pomo, maniquís, pantallas… Una especie de construcción artística en tres dimensiones», explica el escritor. En los pasillos del complejo se despliegan pantallas que muestran a toda resolución inundaciones, tornados, tsunamis, conflictos bélicos… En un momento dado, Jeff esta delante de la pantalla, donde aparecen 50, 60, 70, 100 personas corriendo por un campo. De repente aparecen en el pasillo, ante la estupefacción del narrador. ¿Qué significa eso? «Significa que tuve esa idea y la seguí», comenta DeLillo. «Pensé que estaba justificado en una novela que plantea un ambiente como éste, un lugar devoto del arte, pero no tiene explicación, aunque provoca un gran efecto».
P.-¿Cómo concibió las páginas en las que acompañamos a Artis en su sueño?
R.- La idea que se tiene en la Convergencia es que mientras estás congelado no pierdes la conciencia por completo. Los hermanos Stenmark desarrollan ese mito sobre la conciencia. Cuando pensaba que había acabado la novela tuve esta idea adicional de meterme con Artis en esa cápsula donde descansa criogenizada después de muerta y la coloqué entre las dos partes del libro. Son solo tres o cuatro páginas. La idea es que ella es capaz de pensar mientras permanece en su cápsula. Y es capaz de pensar en primera y en tercera persona. Pensé que ese elemento metafísico era interesante y lo seguí y fue lo último que escribí. Me llevó solo dos días.
DeLillo ha empleado cuatro años en la escritura de esta novela de 300 páginas mientras que a Submundo, que contaba con 800 páginas, le dedicó tan solo cinco años. «No es un desafío físico escribir a mis años, pero lleva su tiempo y ahora escribo más lento, aunque probablemente he disfrutado más con Cero K que con obras anteriores». Continúa trabajando DeLillo en una máquina de escribir y no quiere ni teléfono móvil ni email. «Respeto y admiro la tecnología pero me pregunto cuál es su efecto en términos individuales. La gente va todo el rato mirando el teléfono por la calle y eso tiene que afectar nuestra identidad».
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