sábado, 25 de junio de 2016

Carlos Falcó y Esther Doña / "Somos como un matrimonio, no tenemos secretos"

Carlos Falcó y Esther Doña
Carlos Falcó y Esther Doña
Foto de Jonathan Becker

"SOMOS COMO UN MATRIMONIO, NO TENEMOS SECRETOS"

Carlos Falcó y Esther Doña nos cuentan cómo ha sido su historia de amor y por qué se han inscrito en el registro de parejas de hecho. Un reportaje del número de julio que ahora les ofrecemos completo.

Marta del Riego
24 de julio de 2016


"Mi matrimonio en Londres duró solo seis meses y nunca se legalizó en España" (Esther Doña)


* Este reportaje se publicó originalmente en el número de julio de 2015 de nuestra revista.
El rey estuvo hace dos días probando el vino en la finca de Malpica. He reservado una barrica para los dos reyes, don Juan Carlos y don Felipe. Pertenece a una colección muy especial, Tempus Fugit, que celebra los 40 años de la plantación de mi primer cabernet sauvignon”, cuenta Carlos Falcó Fernández de Córdova, marqués de Griñón.
Nos encontramos en el vestíbulo-patio cubierto del palacete de El Rincón, al sur de Madrid. “Esta casa se construyó en 1862 y se renovó en 1908”. Techos altos, alcobas y antecámaras, escalinata de granito, escudos y fotos de Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Y Esther Doña. Esther se mueve en este palacete como si hubiera crecido aquí. Muy delgada, flexible, con paso de bailarina y una camisola verde, bebe vino y da suaves caladas a su cigarrillo.
Carlos Falcó es uno de los viticultores más exquisitos de España, ha logrado situar su aceite de oliva en el podio de los mejores del mundo, ingeniero agrónomo pionero en trabajar con viñas y olivos de manera científica, amante apasionado de la ópera y la música clásica, lector adicto, padre comprensivo de cinco hijos de tres mujeres distintas (Jeannine Girod, Isabel Preysler y Fátima de la Cierva) , bon vivant que aplica a su vida un toque bohemio, sin dejar de ser un clásico y, claro, personaje buscado y perseguido por el papel cuché. Todo esto en una sola persona que, además, acaba de cumplir 80 años, aunque no los aparente.

Esther, por su lado, requiere de más explicación porque hasta hace pocos meses, cuando empezó a aparecer junto al marqués en fotos de paparazzi, era una completa desconocida. Es una mujer de aspecto delicado y voz con un ligerísimo deje malagueño. 38 años, ojos enormes y nariz fina. “Nefertiti”, la llama Carlos mostrándome una imagen del busto de la reina egipcia. “Me llevó a Berlín al Neues Museum para que la viera”, cuenta Esther, al tiempo que se sienta en el porche exterior del palacete con el cuello muy erguido y las piernas dobladas en una especie de postura del loto.
portada
Se nota que sabe posar. “Debuté a los seis años haciendo publicidad. Desfilé para Lorenzo Caprile. Trabajé unos años como modelo, me quise retirar y monté un centro de estética, tratamientos naturales, aromaterapia, vinoterapia, junto al Casino de Madrid. Estaba encantada y feliz. Pero empecé una relación y nos fuimos a vivir a Londres. Pasé allí siete años y luego regresé”.
—Vanity Fair: Madrid, Londres… ¿Dónde se cruzaron sus caminos?
—Carlos Falcó: En octubre acudí a Málaga a una presentación con nuestro distribuidor allí y me pidió que por la noche asistiera a una cena con sumilleres. No me apetecía, planeaba volver a Madrid en el último AVE.
—Esther Doña: Yo tampoco quería ir, me aburría el plan. Pero mi primo, que era el sumiller, me pidió que, ya que estaba en Málaga, les echara una mano.
—C. F.: Resultó que no podía cancelar la cena. Llegué un poco tocado, porque la feria estaba llena de gente y todas las mujeres se querían sacar fotos conmigo (risas) . Al entrar vi en la barra a esta señora, y salió el dueño y le pregunté (susurra) : “Esta señora con esos ojos azules verdes, ¿de qué nacionalidad es y qué hace aquí?”. “Es española y es prima hermana del sumiller”, respondió. “¿Podría sentarse a mi lado?”, le pedí. En la cena le pasé a Esther una tarjeta con mi móvil y una segunda en blanco para que apuntara su teléfono. ¡Se quedó con las dos!
—E. D.: No quería darle mi número. Al final nos hicimos una foto y se lo pasé.
—C. F.: Le envié un whatsapp diciendo que me había encantado conocerla y que estaba preparando un proyecto de aceites y cosmética, y como me había contado que tuvo un centro estético, igual le interesaba. Me fui a México al día siguiente con mi hija Xandra para estar dos meses por las Américas. Visitamos el canal de Panamá con el presidente de Sacyr y todo eso se lo iba contando por whatsapp.
— E. D.: Ahí empezamos a conocernos. Él me escribía en plan carta; yo, más breve.
—C. F.: A la vuelta los imprimí: 212 páginas.
—E. D.: Él no ligaba conmigo, me contaba lo que hacía...
—C. F.: Me levanté un día por la mañana y le escribí: “Te quiero”. Eso sucedió en la página 192. Y la contestación fue una línea entera: “Ja ja ja”. El problema es que no nos habíamos visto más que esa noche. Y yo me preguntaba: cuando nos volvamos a encontrar, qué va a pasar. Una noche dormí mal y le escribí: “He estado reflexionando, nuestra relación es completamente imposible. Si tuvieras mínimo 48 o 50...”. Ella contestó: “Sé maquillarme para aparentar 48 años”. ¡Nunca he encontrado a una señora que quiera maquillarse para parecer mayor!





Carlos Falcó y Esther Doña
¿Hay un momento en que las barreras de la edad desaparecen?
—C. F.: La última vez que me preguntaron la edad fue a la salida del Teatro Real y le contesté al periodista: “La edad es importante si eres un vino o un queso”.
—V. F.: ¿Y cómo fue el reencuentro?
—C. F.: La invité a comer al Ritz. La primera vez me dijo que no. Aceptó a la segunda. Fue bien. Pero yo pasaba las Navidades con mi familia en Malpica y Esther, en Málaga. En enero, los míos se iban a esquiar a Alemania y Austria, y le propuse ir con mi hijo Duarte a Málaga y conocer la provincia los tres juntos.
—E. D.: Sus hijos Duarte y Aldara son encantadores. Duarte pasa con nosotros mucho tiempo. Llegamos anoche de México y vino a dormir a casa.
—C. F.: Aldara ha decidido tomarse un año sabático y se ha ido a Múnich y Berlín. Habla alemán perfecto. Luego a la India con una ONG, y en otoño empezará Química y Matemáticas en Southampton.
—E. D.: En septiembre quiere que hagamos un viaje los cuatro, Duarte, ella, tú y yo.
—V. F.: ¿Qué tal con Xandra y Tamara?
—E. D.: Bien.

Carlos Falcó y Esther Doña


Esther habla despacio, esquiva las preguntas muy personales y exhibe un cierto aire de misterio. Cuando le pregunto por un recuerdo de su infancia, cuenta que siempre quiso “vivir rodeada de perros y caballos”; sobre su educación explica que fue “católica. Con muchos principios y valores”; a la pregunta sobre su abuelo alemán responde con un silencio y luego afirma: “En casa hay cero información sobre eso. No lo hemos tratado. Son cosas de mi familia que nunca han contado. Mi padre lleva los apellidos de su madre”. Y sin embargo, a pesar de su hermetismo, hay algo dulce en ella, infantil, incluso. Que se trasluce en la forma en que se acerca a Carlos Falcó, en cómo se tocan el uno al instintivamente, sin mirarse.




—V. F.: En mayo se inscribieron en el registro de parejas de hecho. ¿Por qué?


—E. D.: Para formalizar la relación. No es una boda, pero es más que un noviazgo.


—C. F.: Porque esto no es una aventura, para tranquilizar a nuestro entorno y por una cuestión económica. Llevamos viviendo juntos desde enero.


—V. F.: O sea, un gesto más hacia afuera.


—C. F.: Para inscribirte necesitas estar divorciado, fue una manera de demostrar que lo estábamos. Porque Esther tenía dos matrimonios a sus espaldas, uno aquí y otro en Londres.


—E. D.: ¿Por qué vamos a hablar de mis matrimonios?


—C. F.: Del de Londres decían que no se había divorciado.


—V. F.: ¿Cuándo se divorció?


—C. F.: Antes de conocerme ¿no? Un mes antes.


—E. D.: En el fondo yo he estado casada una vez. La otra es como si lo hubiese hecho en Las Vegas.


—C. F.: Insinuaban que Esther no me lo había contado.


—E. D.: Es absurdo, porque mi matrimonio en Londres duró solo seis meses y nunca se legalizó en España. Para casarme con Carlos tendría que presentar solamente mi primer divorcio. En Reino Unido tienen otras normas. Lo comenté y no veas la que se armó. Montaron un programa de radio solo para contar que eso era falso, contactaron con el consulado británico y comprobaron que era verdad lo que yo decía. Y ahora pienso que no voy a contar nada porque todo lo que diga se tergiversa.


—C. F.: Una periodista me llamó 20 veces durante un viaje a Berlín. Cuando al fin hablé con ella le dije: “¿Qué pasa, han volado la Zarzuela?”. “Es por lo de la pareja de hecho. Además, está el tema del título, hemos consultado a la Diputación de la Grandeza a ver si puede usar el título y han dicho que no”. “Es una pregunta de periodistas ignorantes”, le respondí.


—V. F.: ¿Han pensado en casarse?


—E. D.: Ahora mismo siento que todo va muy rápido, que voy a contrarreloj (se lleva la mano al cuello) . Estamos superbien, superfelices y ya veremos. Acabamos de hacernos pareja de hecho, viene el verano, vamos a disfrutar un poquito, a descansar.


Carlos Falcó y Esther Doña
Mientras hablamos en el porche, los conejos corretean por el césped. También está Tiffany, la perrita de Esther, que se le sube al regazo al menor descuido, y hay perdices, jabalíes, pájaros y todo, rodeado de pinares y viñedos. El Rincón es una de las dos propiedades del marqués
donde se elabora vino, la otra, Malpica de Tajo, se sitúa en la provincia de Toledo. Allí se encuentran sus famosos viñedos de cabernet sauvignon, syrah, petit verdot… —agrupados bajo la DO Dominio de Valdepusa—, y sus olivos. Le pregunto a Esther cómo se ha adaptado a vivir en el campo. “Pasamos aquí un día y medio a la semana como mucho. Y estoy deseando llegar porque me encantan los caballos, pasear, la vida tranquila, comer al aire libre, al sol, la naturaleza…”.
Carlos Falcó y Esther Doña
—V. F.: ¿No es un poco solitario?
—E. D.: Siempre hay invitados. Duarte, por ejemplo, vive en el extranjero y cuando regresa viene a casa. Se lleva fenomenal conmigo, hace fiestas y quiere que sea yo la que esté aquí con sus amigos.
—V. F.: ¿Su concepto de familia es similar?
—E. D.: Tenemos una relación muy estrecha entre todos.
—C. F.: Y con mis exmujeres también (risas) .
—V. F.: ¿Y esto no le molesta, Esther?
—E. D.: Está todo clarísimo. Con Carlos no puedes ser celosa. Habla con quien sea y siempre me pone el altavoz y su teléfono lo tengo yo… Hay una confianza plena.
—C. F.: Yo no soy un experto en mantener una pareja... Pero pienso que a estas alturas lo que se necesita es una transparencia total.La familia es un tema importante en la relación. Falcó se anima cuando habla de sus hijos (Manolo, de 52; Xandra, de 48; Tamara de 34; Duarte de 21 y Aldara de 18) . “Tamara se ha encerrado para diseñar su colección de ropa. Aldara está en Berlín, Manolo en Londres, tenemos un chat, ‘Los Falcó’. Pero no es tan activo como el vuestro. ¡Os levantáis y ya os dais los buenos días!”, le dice a Esther Doña. Pero cuando le pregunto a ella por sus padres, responde él: “No los conozco, sí a una hermana periodista en ABC, en Madrid. Tiene otra, concejala del Ayuntamiento de Málaga, del PSOE. Como Esther es de derechas se pelean mucho. Con ella hablo por teléfono. También hay un hermano policía, que estaba con ella la noche en que nos conocimos”. Le insisto a Doña y me explica que prefiere no contar mucho de ellos. “Que los dejen en paz. Llaman a mi madre diciéndole que es una amiga mía que ha perdido mi número... ¡Los paparazzi me han llegado a perseguir con motos! Quiero dejar a mi familia fuera. Mis padres son felices, están ya jubilados. Llevan toda la vida juntos. A los seis meses de conocerse se casaron, y siguen tan enamorados”.


Carlos Falcó y Esther Doña
—V. F.: Y usted, ¿después de dos divorcios, es un poco más cauta con la pareja?
—E. D.: Sí, porque de las experiencias se aprende ¿no? Pero en ningún momento me ha quitado las ganas de volver a encontrar a una persona con la que conecte y con la que esté bien.
—V. F.: Pero prioriza cosas ¿no?
—E. D.: Sí, eso por supuesto, porque aprendes de todas las experiencias. La primera vez era más jovencita.
—V. F.: ¿Con qué edad se casó?
—E. D.: Pues si te soy sincera no recuerdo a qué edad me casé por primera vez… Veintitantos.
—V. F.: ¿Y ahí qué le importaba más?
—E. D.: Yo quería tener mi marido, mi familia, hijos... Al final no tengo hijos.
—V. F.: ¿Aún le gustaría tenerlos?
—E. D.: Ya no.
—V. F.: Y la segunda vez, ¿qué era lo que le importaba?
—E. D.: La segunda ya era otro tema diferente. Llevaba mucho tiempo con esta persona y estábamos mal y nos casamos para intentar arreglarlo. Fue un error absoluto porque duró seis meses.
—C. F.: Entre Esther y yo sumamos cinco matrimonios. Dos y medio per cápita (risas) .
Hay una parte de la vida de Carlos Falcó que está relacionada directamente con el glamour y los eventos sociales. Preside el Círculo Fortuny, que agrupa a las marcas de lujo en España —el próximo año estará también al frente de la asociación del lujo europeo— y trabaja activamente en ello: “Mi abuela vivía en el hotel Ritz de París y yo jugaba en la Place Vendôme y veía los escaparates de Cartier, Hermès, Vuitton… La industria del lujo ha crecido mucho este año y a Europa le corresponde el 70 por ciento. Para apoyarla se creó el Comité Colbert en Francia hace 62 años. El Círculo Fortuny se inspira en él, nació en 2011 y ahora he conseguido que el museo del Prado, el Thyssen y el Reina Sofía se unan a él”.
Cuando Falcó habla cuenta anécdotas en las que suenan nombres de reyes, exministros, empresarios, aristócratas. Sus almuerzos tienen lugar en el Ritz o en Horcher, participa en cacerías y viaja por todo el mundo. Por supuesto, Esther forma ya parte de ese universo. “Estábamos en una cacería en La Ventosilla, una finca cerca de Malpica, la cena era de 40 personas. Todo el mundo de largo y al día siguiente había un evento del Ritz y era también de esmoquin y vestido largo. Esther me echó una bronca porque no la había avisado… Para el Ritz se puso un vestido que no le convencía y llegamos a la cena y estaba mi ex Isabel [Preysler], y Marisa de Borbón, los dos Cortina, Elena Cué...”.
—E. D.: No tuve tiempo de arreglarme. Me hice una coleta.
—C. F.: Sabíamos que iba a haber paparazzi en la calle. Le dije a Esther que saliera primero, y lo hizo y mientras ya veía flashes. Es muy valiente.
—E. D.: Al principio le decía: “Eres tú el que estás acostumbrado y en cuanto ves flashes desapareces”.
—C. F.: Y luego fuimos a una cena en Horcher en Madrid con José María Aznar y Ana Botella...
—V. F.: Enfrentarse de golpe a esa vida social trepidante no debe de ser tan fácil.
—E. D.: Lo llevo bien, la verdad. Todo el mundo me ha tratado fenomenal. Yo ya me había movido en estos círculos, no es que fuese nueva.
—C. F.: Puesto que es una mujer muy atractiva, a los hombres los tiene ganados. A las mujeres algunas sí y a otras no. Isabel me llamó al día siguiente del encuentro para decirme lo mona que era.
—E. D.: Yo creo que lo dijo por educación, porque yo iba fatal.
—V. F.: ¿Y usted le ha dicho algo de Mario Vargas Llosa?
—C. F.: En los últimos años me he hecho íntimo de Mario. Venía a El Rincón, me pidió acompañarlo a visitar a Carmen Balcells poco antes de que muriera. Y comimos los cuatro, Carmen, Mario, Patricia y yo. Mario es un tío fantástico.
—V. F.: ¿Ha conocido a don Juan Carlos?
—E. D.: Eso se publicó, pero como tanto que se dice, es falso (casi enfadada) . Recientemente hubo una comida solo de hombres y Carlos le dijo al rey: “Este es el coche de mi pareja”, y él respondió: “Sí, de Esther”.
—C. F.: El rey me dijo: “Sales todos los días en televisión” (risas) .
—V. F.: Creo que Richard Gere estuvo aquí.
—E. D.: A través de un amigo mío, Alejandra Silva [pareja del actor] nos llamó para invitarnos. Richard estaba como loco por conocer las bodegas de Carlos. Lo pasaron en grande, a él le encantó el vino y el aceite.
—C. F.: Vamos a elaborar un aceite para su hotel en Nueva York. Tengo, además, un proyecto en el que me va a ayudar Esther. Estamos haciendo un estudio científico sobre las propiedades antioxidantes del aceite como cosmético. Y ella entiende de eso.

© JONATHAN BECKER

A medida que cae la tarde y la entrevista avanza, Esther se relaja. Cuenta que está leyendo un libro sobre Frida Kahlo, que apenas tiene tiempo libre y si lo tuviera le gustaría hacer yoga, pilates e impartir reiki. ¿Reiki? “Me lo doy yo o se lo doy al hijo de Carlos, a mi entorno… Y me interesa el tema de la alimentación macrobiótica. Una dieta y un estilo de vida diferente al de ahora. Tenemos un poco de descontrol. Pero con el tiempo se irá ordenando”. Toma un sorbo de vino. “Estamos en una etapa maravillosa que ojalá dure eternamente. A veces discutimos como todas las parejas, pero siempre son cosas sin importancia y al final acabamos riéndonos”. “La última discusión, ¿te acuerdas? —añade Falcó entre risas—. Era sobre si nos gustaba más un aceite u otro”.
—E. D.: Pasamos 24 horas juntos, pero no solos. Siempre con personas interesantes, siempre aprendo algo. Me siento como dentro de una cajita y pienso: “Dios, que esto no se rompa”.
—V. F.: ¿Y por qué creen que han encajado tan bien y tan rápido?
—E. D.: Somos muy parecidos.
—C. F.: Coincidimos en las prioridades. Creemos en los valores, valores importantes, como la lealtad, que no es solo fidelidad. El mundo actual piensa que el dinero es un valor absoluto y que si lo tienes puedes permitirte todo. Yo he tenido la suerte de no educarme así. Esther ha estado con otras personas que pensaban muy diferente a ella, pero no se ha contaminado, se mantiene fiel a sus valores.
—E. D.: La debilidad de Carlos son los suyos, sus hijos. Y su virtud es el optimismo. Siempre está contento, cuando hay un problema no lo ve, busca la solución.
—V. F.: ¿Y su peor defecto?
—E. D.: No tiene muchos defectos… No es egoísta, pero sí muy cabezota. Si quiere algo, da igual lo que pase… ¡Y lo cuenta todo! No tiene malicia.
—C. F.: Esther es muy valiente, cuando toma una decisión va “palante”. Lo hace con inteligencia, porque es prudente. Antes mide los riesgos y tiene los pies en la tierra más que yo, lo cual me viene muy bien.
—E. D.: La que le para a él soy yo.
—C. F.: Acabamos de estar en Cancún en un lujosísimo hotel y fuimos al spa. Cuando estábamos allí ya preparados, Esther preguntó cuánto costaba.
—E. D.: ¡Y eran 600 dólares! Le dije que no nos dábamos el masaje. Él no controla nunca. Se mueve por impulso.
—V. F.: Esther tendrá algún defecto…
—C. F.: A veces tiene un pronto, un carácter, pero a mí me parece muy bien. Es muy exigente y puede permitírselo (risas) .
—V. F.: Se les ve muy bien juntos.
—E. D.: Somos como un matrimonio, no tenemos secretos. Con dos divorcios ya, mantener una relación falsa en la que tenga que estar fingiendo ¿adónde me lleva? Y eso fue lo primero que yo le dije a Carlos: tenemos que tener una transparencia pura, contarnos todo. Si algo nos sienta mal, si algo nos ha podido hacer daño, si hay algo que te preocupa. Y lo ponemos en práctica y ahora ya forma parte de nosotros.

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