Margarita Rosa de Francisco en Café con aroma de mujer |
'Gaitán y la Gaviota':
conmovedor homenaje de Margarita Rosa a Fernando Gaitán
La actriz escribe en EL TIEMPO cómo llegó a 'Café', uno de los éxitos del fallecido libretista.
Margarita Rosa de Francisco
29 de enero de 2019
Madrid-España, 1994. Había tenido un día pesado. Llegué a mi apartamento ya entrada la noche, pues los entrenamientos en la escuela de arte dramático eran intensos. Como siempre, lo primero que hice fue oír los mensajes en mi contestador.
Solamente había uno de Daniel Samper Pizano, contándome que Samuel Duque, presidente de RCN, quería proponerme un personaje para una telenovela que se grabaría muy pronto.
El corazón me dio un vuelco. No soy de premoniciones ni nada de eso, solo que esa tarde en particular, mientras hacía uno de esos ejercicios de memoria emocional en clase, soñaba con un personaje ideal sobre el que pudiera poner en práctica esos instantes de éxtasis a los que nuestro maestro nos conducía con tanta frecuencia; había aprendido un poco más a conectar una emoción genuina con la palabra; por primera vez había experimentado cómo se llenaban las textos de sentido y cómo era posible “ser real” a través de una caracterización.
También estaba preocupada por mis ahorros; después de tres años y medio me quedaba muy poca plata y ya estaba midiendo cada peso para alcanzar a terminar mis estudios y comprar mi pasaje de vuelta a Colombia.
Llamé a Daniel enseguida para concertar la cita con Samuel. Nos reunimos en un restaurante. Después del almuerzo, él me pasó un fólder con los cinco capítulos de una telenovela que quería llamarse Café con Aroma de Mujer. Me habló de Fernando Gaitán, un libretista que ya había dado muestras de mucho talento como escritor y guionista y que se había inventado una trama basándose en la cultura cafetera que conocía en profundidad por haberla estudiado durante varios años.
El proyecto sonaba muy atractivo, empezando por el título de la obra; cómo no seducir a cualquier lector con esa metáfora poderosa que equipara ese aroma tan propio, tan acogedor, tan colombiano, tan montañero, tan simbólico de lo delicioso, de lo hogareño, con el olor de una mujer. ¡Tremendo! Solo un artista o un poeta como Gaitán podía bautizar así a una telenovela.
Casi que la historia se contaba sola en esa única frase, me moría por saber cómo empezaría a narrarse. Desde que leí la primera página, entré en ese universo verde y abundante que había creado este hombre cultísimo, afable, siempre sonriente y sencillo.
El párrafo inicial describía el tránsito de un jeep Willys cargado de verduras, frutas, trastos y gente. Allí iban montadas las inolvidables Gaviota y Carmenza, su madre, rumbo a los cafetales y a su encuentro con otros personajes destellantes que su autor definió con conocimiento y astucia para ilustrar lo más bello y duro de la vida sucediéndose con gracia y fantasía en un entorno plagado de frescura, para así lograr una de las obras más importantes de la televisión colombiana.
No acabaré nunca de agradecerle a este gran maestro y amigo, Fernando Gaitán, el haber aceptado que yo me convirtiera en su Gaviota, sin duda, el personaje más importante de toda mi carrera. Él supo, o sabe, (para mi Fernando está vivo), que en el mismo instante en que leí sus diálogos, sentí que me la sabía, -algo que nunca me había ocurrido- y que podría darle hasta la última gota del caudal de mis memorias emocionales y sensoriales que venía potente, ansioso y chispeante desde Madrid-España, para darle la vida que él quería para ella.
Gracias a su poder para encontrar poesía en el corazón de lo popular, muchos actores pudimos inspirarnos y gozar sus creaciones que ya son leyendas en el imaginario latinoamericano. Por eso, Fernando Gaitán, tu muerte ya es imposible. Gracias por los regalos que nos diste, y por el que me diste a mí, tu chapolera, tu Gaviota, que seguirá volando y cantando en memoria tuya con estas bellas letras de Carmenza Gómez, “Gaviota, que ve a lo lejos vuela muy alto, Gaviota que emprende vuelo no se detiene; no te detengas, triste Gaviota, sigue tu canto…”.
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