Un libro de autoayuda, el best seller que rivaliza en ventas con el premio Planeta
«Cómo hacer que te pasen cosas buenas», de la psiquiatra Marian Rojas Estapé, es el último fenómeno de la industria editorial en España, con cerca de 50.000 ejemplares vendidos
INÉS MARTÍN RODRIGO
1 DE FEBRERO DE 2019
Cada año, las editoriales se estrujan las meninges para dar con la gallina de los huevos de oro, que en el sector viene a ser un best seller. En ese empeño, hay apuestas decididas, con tiradas e inversiones millonarias, que a veces salen rana. Pero también se dan sorpresas, libros presupuestados para vender cinco mil ejemplares, que terminan rompiendo stock. Son esos extraños fenómenos los que más alegrías dan a editores, porque salvan las cuentas, y a escritores, porque todos escriben para que les lean/compren. Y todo gracias al gusto de los lectores, a veces caprichoso y casi siempre impredecible, como demuestra la obra protagonista de esta historia, «Cómo hacer que te pasen cosas buenas» (Espasa), de la psiquiatra Marian Rojas Estapé.
Apareció en octubre del año pasado, con una primera tirada muy discreta, y apenas tuvo promoción en prensa ni campaña alguna de marketing. Hasta que, el sábado 24 de noviembre, la autora fue entrevistada por Cristina López Schlichting en su programa «Finde Semana», en la Cope, y la charla se volvió viral… ¡en WhatsApp! Empezó a ser compartida, en formato de audio, en la aplicación de mensajes más famosa del universo móvil, de grupo en grupo y tiro porque me toca y, desde entonces, las ventas han ido en aumento cada semana (alguna ha llegado a superar al premio Planeta de Santiago Posteguillo). Según las últimas cifras que maneja la editorial, lleva ya cerca de 50.000 ejemplares vendidos y nueve ediciones. «Felices los felices», que diría Borges...
¿De dónde surge la idea del libro?
Hace cinco años, di una conferencia por todo el mundo que se llamaba «Ser feliz: cómo gestionar las emociones». Empezó a gustar mucho y dentro de mi cabeza surgió la idea de plasmarlo en un libro.
Un libro que empieza hablando del sufrimiento, pese a que se titula «Cómo hacer que te pasen cosas buenas».
Sí. Hoy hay una obsesión por huir del sufrimiento y del dolor. Pero la vida tiene un componente de sufrimiento y o lo aceptas o vives frustrado o buscando vías de escape, que pueden ser las redes sociales, las drogas… La felicidad consiste en vivir instalado de forma sana y equilibrada en el presente, habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión al futuro. Y la felicidad no es lo que te pasa, sino cómo lo vives. Todos tenemos un sistema de creencias en el que etiquetamos a las personas, a los hechos, lo que nos sucede…
Lo categorizamos todo.
Interpretamos la realidad, porque nuestro sistema de creencias es limitante. Educar o cambiar este sistema de creencias es dificilísimo.
Pero se puede.
Se puede, pero es dificilísimo, porque viene impregnado de nuestra educación y nos limita mucho la interpretación del día a día. A nivel social, político, económico, profesional, personal, hace falta que el sistema de creencias se vuelva un poco más flexible.
Al final, consiste en reeducarnos.
Totalmente. Luego está el estado de ánimo. Si estamos tristes o angustiados, la interpretación de la realidad es siempre una amenaza, un sufrimiento. Hay muchísimas maneras de modular ese estado de ánimo. Primero, con el sueño; hay que dormir, no podemos dormir menos de siete horas. Por otro lado, están el alcohol y las drogas; todo el mundo toma de vez en cuando una copa de vino, una cerveza…
Bueno, pero estamos hablando de otros niveles de consumo.
Pero hay mucha gente que cada día come y cena con alcohol, y eso hace que interpreten la realidad de forma diferente, porque el alcohol te la cambia, te deforma la realidad.
Pero usted sí se toma una copa de vino de vez en cuando, ¿no?
Sí, claro, soy muy disfrutona (ríe). Luego están las circunstancias: si uno está viviendo una circunstancia terrible en el trabajo, en su familia… Luego, la salud: las enfermedades afectan el estado de ánimo. Además, la bioquímica. Y una cosa fundamental es la actitud, que activa y desactiva el estado de ánimo. Lo que cambia radicalmente que a una persona le pasen o no cosas buenas es el sistema reticular ascendente; todos recibimos constantemente varios millones de bits de información.
Estamos sobreestimulados.
Y nuestro cerebro sólo capta aquello que es importante para nuestras metas, ilusiones, preocupaciones… Cuando a tu cerebro le interesa algo, te permite verlo en la realidad que te rodea. Al 90% de la gente que no le pasan cosas buenas es porque no sabe lo que quiere que le pase, y su cerebro no se lo hace ver.
¿Que nos pasen cosas buenas depende de nuestra actitud ante la vida?
Depende en un 80% de la manera que tenemos de enfrentarnos a la realidad. La atención es la ventana al mundo exterior y las cosas buenas pasan en la vida real, no en la virtual. El principal inhibidor es la pantalla, hemos dejado de conectar con la realidad.
Usted apunta directamente a las redes sociales.
Es que estoy enseñando a chicos jóvenes a ligar en mi consulta, ¡conectan mejor con un emoticono que con una persona! Esto es un problema, porque la felicidad estructural se basa en cómo conectamos con los demás y con la vida real.
Pero no todo es actitud, también hay un componente biológico..
Claro. Debemos entender nuestro cuerpo. La bioquímica es el otro gran pilar del libro, y aquí entramos en el tema del cortisol. Ante una amenaza, el cortisol se eleva, es fundamental para nuestra supervivencia. Ese cortisol es básico, y en dosis pequeñas es muy sano.
Pero la sociedad en la que vivimos nos exige que ese cortisol esté en su nivel más alto constantemente, y eso es bastante nocivo.
Tan nocivo que toda amenaza real o imaginaria genera el mismo cambio fisiológico en el organismo. El 90% de las cosas que nos preocupan nunca suceden, pero nuestro cuerpo y nuestra mente lo viven como si fuera real. Si vivo constantemente preocupado, empiezo a generar cortisol. El sistema inmunológico detecta al cortisol como un agente que no reconoce y el cuerpo empieza a inflamarse; entonces, empiezas con enfermedades inflamatorias: colon irritable, gastritis, enfermedades reumatológicas… El cuerpo no las frena, porque tu mente está constantemente alerta. El ser humano no está diseñado para vivir en alerta constante, y por eso nos estamos enfermando.
Hablando de enfermedades, en el libro también trata el tema del cáncer.
Es muy delicado, porque el cáncer es multifactorial, pero el estilo de vida que llevamos es un factor de riesgo.
¿En qué sentido? No determinante, espero.
No, no determinante, pero es una causa más: la alimentación, los hábitos del día a día, la genética y cómo te enfrentas a tu vida. Si vives todo el día en modo alerta y el sistema inmunológico lo tienes completamente deteriorado, disminuyen los mecanismos que tienes para hacer frente a cualquier enfermedad, sea una gripe o un cáncer.
Para no confundir al lector: no está diciendo que alguien que esté deprimido, o triste, o afronte su día a día con menos alegría, tenga más posibilidades de tener cáncer.
No está demostrado científicamente, pero hay estudios que vinculan ansiedad y depresión con cáncer; no se sabe cuál va antes. Ahora está todo el mundo con cáncer, en diferentes edades. Hay un boom de enfermedades graves de repente.
Y usted relaciona ese boom con nuestro modo de vida.
Sí, totalmente. Estamos más avanzados que nunca y más enfermos que nunca. La manera en que gestionamos nuestro día a día está influyendo en la aparición de nuevas enfermedades, pero no es determinante. La idea clave es que si aprendo a gestionar mis emociones, eso tiene un impacto directo en mis células, en mi sistema inmunológico y en mis genes. Pero gestionar bien las emociones no evita que alguien se muera de cáncer, porque todos conocemos a gente terrible que no tiene ninguna enfermedad.
Al leer el libro, y también al ver el éxito que está teniendo, llego a la conclusión de que el estado de ánimo de la sociedad es bastante bajo.
Me preocupa pensar que en un mundo en el que lo tenemos casi todo haya tanto vacío. A muchísimas personas nada les llena y la gente busca esa gratificación en la pantalla. Hemos confundido la felicidad estructural con la felicidad a golpe de clic, que es una gratificación instantánea. Todo apela a nuestro instinto de validación social, de sentirnos queridos. Y los tipos que trabajan diseñando estas pantallas lo saben perfectamente, y trabajan con neurocientíficos.
De hecho los padres de Silicon Valley educan a sus hijos sin tecnología.
Van a colegios donde no hay pantallas y las niñeras, por contrato, no pueden utilizar nunca un teléfono delante de los niños. Steve Jobs nunca dejó que hubiera un iPad en su casa. Saben que está diseñado para ser adictivo.
Y también es un instrumento de control, pueden llegar a determinar nuestros gustos, influyen.
Y te manipulan. Mire lo que pasó en las elecciones en Estados Unidos… Utilizan tu mente para dirigirte.
Pero es curioso que, viviendo en esa realidad acolchada, seamos tan infelices.
Porque la gratificación instantánea tiene un pico muy alto, baja y da un síndrome de abstinencia; el bajón de la dopamina es un vacío que te pide consumir más. Por eso las pantallas funcionan como una droga. Yo no soy tecnófoba, sólo me pregunto quién controla a quién. No sabemos gestionar el aburrimiento y el estrés.
No sabemos estar sin hacer nada.
Y eso genera una tolerancia a la frustración bajísima. Los jóvenes no tienen tolerancia a la frustración. Es un drama. Saber que todo requiere un esfuerzo y que ese esfuerzo luego tiene una gratificación es lo que da la felicidad estructural.
Pero no hay que machacarse.
No, no. Pero tenga en cuenta que las dos únicas cosas en esta vida que realmente dan felicidad tienen que ver con las relaciones y el trabajo.
Tengo la sensación de que ahora pesa más en la balanza el trabajo…
Todo el mundo ansía en su mente tener esa parte afectiva plena, pero como todo se ha vuelto de usar y tirar y a todo el mundo le da miedo el compromiso, mucha gente eso lo cubre en el trabajo.
Es decir, cada vez vivimos más para trabajar.
Totalmente.
Pero eso es un error mayúsculo.
Al final, sólo hay una cosa que determina cómo envejeces: las relaciones con las personas. La soledad mata. Se ha demostrado científicamente que el principal factor de riesgo para enfermar es la soledad. Nunca hemos estado tan conectados y nunca nos hemos sentido tan solos, y eso nos está llevando a enfermar.
Para terminar, ¿cuál sería su diagnóstico de nuestra sociedad?
Ha perdido el sentido de la vida, ha sustituido sentido por sensaciones. Tenemos una drogodependencia emocional, buscamos sensaciones cada vez más intensas y vivimos en un estado de alerta constante, que no nos permite conectar con la esencia de las cosas, con nuestro interior.
Pero tenemos remedio.
Sí, por supuesto. Y cuando la gente busca ese remedio, la solución suele ser mucho más rápida de lo que nos podemos imaginar.
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