Las intimidades de Padura y Mario Conde entusiasman en el Hay Festival de Cartagena
El escritor cubano deleita con anécdotas y secretos sobre su trabajo narrativo y el personaje que lo hizo famoso. O a la inversa
Jacobo García
Cartagena de Indias, 1 de febrero de 2019
La edad, la religión, el sexo o la frustración revolucionaria. Divertido, fresco y espontáneo, Leonardo Padura (La Habana, 1955) se metió al público del Hay Festival en el bolsillo, que terminó aplaudiendo puestos en pie al escritor cubano, durante una de las presentaciones más esperadas de la cita cultural que se celebra en Cartagena, en el caribe colombiano.
Con una sucesión de anécdotas sobre su trabajo creativo y la huella de los años a través de sus libros, el autor de El Hombre que amaba los perros encandiló a los cientos de asistentes que abarrotaban el Palacio de Exposiciones recordando las vivencias de Mario Conde, el borracho y caótico detective protagonista de sus novelas y de las arrugas que este ha dejado en su creador.
Conducida por Javier Moreno, director de EL PAÍS América, la charla formó parte de las conversaciones que promueve en el periódico con algunas de las voces más destacadas del momento.
Moreno, que definió a Padura como “el escritor vivo más conocido y querido del momento”, repasó algunas de las intimidades creativas del autor cubano con quien revisó la realidad política y social en Cuba desde 1989-cuando apareció el primer Mario Conde- hasta 2014 fecha en que se ubica su último libro Paisaje de otoño. Es una obra que Padura describió como “agónica o apocalíptica” y que repasa un momento y un estado anímico “que comenzó con la esperanza de la llegada de Obama a Cuba y se revierte con la tensión y el regreso de la retórica del enemigo tras la victoria de Donald Trump”, dijo Padura.
Padura, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, reconoció que uno de los halagos más ilusionantes fue el que recibió del jurado del Premio Barcino de novela histórica cuando dijo que “gracias a las novelas de Conde se puede entender el proceso revolucionario de Cuba al igual que es posible entender la transición española en las novelas de Vázquez Montalbán".
“A lo largo de estas décadas, ¿qué se ha hecho mal?”, preguntó Javier Moreno en referencia a la pobreza y la miseria que acompañan a las ciudades en América Latina. “La repartición de la riqueza y la corrupción” resumió el escritor. Sin embargo, “en Cuba se ha luchado contra esa desigualdad. En los años 80 crecieron mucho las expectativas para alcanzar un reparto equitativo de la riqueza, o de la pobreza”, matizó irónicamente. “Mi generación tuvo solo un par de zapatos, un pantalón y una camisa, pero teníamos una carrera universitaria. La riqueza estaba compensada con el acceso a la universidad y mis compañeros del barrio son médicos, geógrafos…” recordó.
Sin embargo, “la crisis de los años 90 quebró esa sociedad (…) y ahora empiezan a aparecer destellos de riqueza (…) y hay sectores que se han empobrecido aún más. Y eso envilece a las personas”, retrató Padura a la hora de hablar de una etapa que definió como frustrante.
Sobre el peso de la experiencia y de la edad en sus textos, Padura, de 63 años, dijo que perjudica “el detector innato de mierda”, bromeó recordando Ernest Hemingway ”porque los viejos van perdiendo ese olfato”, en referencia a la calidad literaria. “Cada novela hay que entenderlo como un reto que Saramago supo afrontar muy bien hasta el final”, dijo.
Padura admitió el peso de lo que llamó la “la obscena llegada de la vejez”. "En mis libros se unen un factor externo: la experiencia acumulada y otro externo: el paso del tiempo. El escritor que empieza hoy una novela, cuando la termina, dentro de 3 ó 4 años, es otra persona”, dijo parafraseando a Milan Kundera.
Al preguntarle por los amigos y los afectos, Padura admitió que “a Mario Conde lo sostiene el mundo de los amigos que beben y son tan desastrosos como él. Pensar que se van es otra catástrofe y otro apocalipsis”. Precisamente Padura reveló que trabaja en un nuevo libro sobre la diáspora y los efectos que dejó fenómenos como el éxodo del Mariel en el que salieron 130.000 cubanos en menos de dos meses. “Tengo más amigos en Miami que en Cuba y en Madrid no puedo hacer nada porque me la paso viendo a amigos. Y quiero verlos a todos porque lo que más me dolería en el mundo es que pensaran que no los veo porque me hice famoso”, dijo con dolor.
Sobre la religión, Padura se definió “como un ateo que cree que Dios existe”, bromeó. El escritor nacido en La Habana y criado en el barrio de la Víbora bromeó sobre la esquizofrénica relación entre comunismo y religión y dijo que “la gente necesita creer para resistir. Y puso la imagen de un jugador cubano que durante los años ochenta hacía un extraño gesto en el aire antes de cada partido hasta que a partir de los años noventa aquello se normalizó y pudo persignarse marcando la cruz con claridad sobre el cuerpo.
Padura admitió que asistió a cursos de ateísmo durante su juventud. Una sana distancia que le permite asegurar que “el opio es la religión de los chinos”, dijo en medio de las carcajadas. Los asistentes estaban en pie para aplaudir al hombre que ha mostrado Cuba entre risas y los tragos de ron barato de Mario Conde.
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