Fred Vargas |
Fred Vargas y la picadura de la mejor literatura
La última novela de la autora francesa es magistral. Un breve ensayo permite intuir alguno de sus secretos
26 de marzo de 2018
Ni las historias de Fred Vargas ni los personajes de Fred Vargas se parecen a nada que se haya leído anteriormente. Cuando se empieza un nuevo libro de la escritora francesa, uno de los nombres más respetados de la novela europea, independientemente del género, el lector atraviesa unas cuantas páginas sin poder apartar la vista de la lectura, pero sin saber muy bien hacia dónde va el relato o, incluso, si todo va a tener sentido en algún momento. Los fieles saben que sí, que el puzle se empezará a perfilar antes de lo que parece, aunque también que las sorpresas y los giros serán numerosos.
Dos libros de la autora que acaban de aparecer en castellano demuestran, una vez más, su capacidad para jugar con el desconcierto de los lectores. Por un lado está la nueva novela protagonizada por el inspector Adamsberg, Cuando sale la reclusa, que podría ser calificada sin exagerar como obra maestra de la literatura negra (la versión de su traductora habitual, Anne-Hélène Suárez, es además impecable). Por otro, acaba de editarse un extraño artefacto de la escritora, Pequeño tratado de todas las verdades sobre la existencia, un ensayo filosófico que se parece bastante a una larga broma.
Lo que une a estos dos libros tan diferentes es que se trata de obras contra las certezas
El ensayo, publicado en francés en 2001, resulta raro, incluso para una narradora tan peculiar como Vargas. Aunque para todos aquellos aficionados a su literatura —entre los que se encuentra Fernando Savater, autor del prólogo de la edición española— representa una oportunidad para tratar de meterse un poco en el mundo personal de una escritora a la que le gusta esconderse. El lector puede intuir sus manías, introducirse en su sentido del humor, en sus reflexiones sobre la guerra y las avellanas, sobre las langostas y los seres humanos, en su relación con su hermana gemela. La escritora demuestra su profundo conocimiento del mundo natural, algo que no resulta nada extraño: Fred Vargas (París, 1957), Frédérique Audoin-Rouzeau, llegó a la literatura desde una especialidad tan extraña como la arqueozoología y tras haber investigado la peste en la Edad Media. Antes de dedicarse solo a la literatura, participó en numerosas excavaciones y su formación científica empapa su literatura.
Cuando sale la reclusa arranca con un tremendo despiste: el comisario Jean-Baptiste Adamsberg —protagonista de nueve de sus novelas— se encuentra en Islandia de vacaciones y es llamado de vuelta a su brigada en París para resolver un caso, algo que hace con tremenda diligencia. Pero en realidad la historia va por otro lado: varias personas han muerto mordidas por arañas reclusas, cuya picadura provoca una necrosis grave, pero que muy rara vez es fatal y menos en Europa. El afilado olfato de Adamsberg le señala que algo extraño se esconde detrás de esos fallecimientos.
Por encima de todo, lo que une a estos dos libros tan diferentes es que se trata de obras contra las certezas, contra la tentación de las verdades absolutas. A través del ensayo o de la narración, Fred Vargas nos explica que siempre podemos estar equivocados, que nunca hay que fiarse de las apariencias. Una lección que ahora resulta más importante que nunca. Y encima, sobre todo con Cuando sale la reclusa, nos lo vamos a pasar muy bien.
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