Zadie Smith: “Es obsceno comparar el virus con una guerra”
La autora británica publica ‘Contemplaciones’, un compendio de ensayos escritos durante el confinamiento en el que defiende “la importancia de lo colectivo” en esta crisis social y sanitaria
Lo ha pasado mal, pero ahora Zadie Smith (Londres, 45 años) disfruta de sus anticuerpos. La escritora enfermó del coronavirus tres semanas atrás, pero ahora se siente, por fin, a salvo de un peligro que la asediaba sin que hubiera escapatoria. “Fue desagradable, como una gripe muy deprimente, pero me alegro de haber llegado al otro lado. Ahora estoy protegida hasta diciembre, por lo menos…”, afirma con una sorna que es marca de la casa, al habla desde la línea fija de su teléfono, siendo alérgica a Zoom, las tabletas y los smartphones. “Cuando me preguntan por qué no tengo uno, respondo que son quienes los utilizan los que deberían dar explicaciones. ¿Qué tiene de bueno un aparato que daña la democracia, tu capacidad de atención, tu vida privada y puede que también la sexual?”, refunfuña Smith, aunque siempre con la voluntad de divertir a la parroquia que presencia su irresistible teatrillo.
Ya hace tiempo que la novelista de Dientes blancos, con la que saltó a la fama cuando era una desconocida de 24 años recién salida de Cambridge, se ha convertido también en una lúcida ensayista, como demuestra la antología de no ficción Cambiar de idea y también sus artículos en The New Yorker y The New York Review of Books. En esa segunda vertiente se enmarca Contemplaciones (Salamandra), un compendio de seis ensayos breves escritos durante el confinamiento, que llegará a las librerías el 5 de noviembre. Durante años, Smith afirmó ser una escritora lentísima –reescribió las primeras 20 páginas de Sobre la belleza durante dos años y tardó siete en concluir NW London–, pero este libro demuestra lo contrario. “Fue una cuestión práctica: me puse a escribir para recuperar el control, igual que otros hacían pasteles. Cada uno se puso a hacer lo que correspondía a su carácter, y el mío me lleva a teclear”, relata la autora, que decidió donar los beneficios de la venta del libro a dos asociaciones sin ánimo de lucro: la Iniciativa por la Igualdad Racial, que da representación legal a personas condenadas por crímenes que no cometieron, y el Fondo de Emergencia para la Covid-19 de Nueva York. “El dinero siempre es una muy buena motivación para escribir, como dijo Dostoievski, ya sea porque tú lo necesitas o porque otros lo necesitan”, afirma.
Contemplaciones condensa distintos esbozos filosóficos que este inefable 2020 ha provocado en su cabeza, que parecen responder a una vieja aspiración en la escritura de Smith: reflejar los tiempos actuales con la mayor precisión posible, hasta alcanzar una literatura escrita en presente continuo y opuesta a esa propensión tan inglesa a seguir describiendo paseos en la orilla del lago. “Desapruebo teóricamente todas esas novelas ambientadas en el siglo XIX y, a la vez, le confieso que ahora estoy escribiendo una”, admite Smith. Ha entendido que, en el momento actual, mirar atrás tiene sus ventajas. “Te das cuenta de los ciclos y las repeticiones. En ese sentido, la sociedad victoriana me interesa mucho: ¡menuda panda de hipócritas! Eso también me resulta muy familiar cuando observo mi país…”, añade la autora, de regreso a Londres tras casi 20 años en Nueva York. “No sé si fue una escapatoria, porque mi barrio londinense es uno de los que cuenta con los mayores índices de covid en Inglaterra. Pero me preocupaba que alguien entrase con una metralleta a la escuela de mis hijos y hacía tiempo que quería volver a estar con mi familia. Y, por supuesto, estaba harta del gobierno, aunque aquí tampoco sea la gloria. En realidad, solo quería estar en casa”.
En el ensayo La excepción estadounidense, que forma parte de este libro breve pero intenso, Smith cita un discurso pronunciado en marzo por Donald Trump, en el que el presidente lamentaba los tiempos en que Estados Unidos tuvo “la mejor economía de la historia, y no la muerte”. La autora cree que la pandemia ha sido un memento mori traumático para una sociedad como la estadounidense, que durante siglos ha insistido en negarla. “En Estados Unidos es de mal gusto mencionar en público la muerte y sus ramificaciones. Por ejemplo, la edad. En Nueva York es un escándalo decir cuántos años tienes. Personas de 55 años se siguen definiendo como “de mediana edad”. Me pregunto cuántos aspiran a vivir…”, ironiza la escritora.
Meditaciones en una emergencia
En el libro, Smith aspira a utilizar su pensamiento como arma política, en la estela de la cita de Grace Paley que abre Contemplaciones, donde lamenta su supuesta “inutilidad para una vida moral activa”. A la vez, Smith sospecha que estas meditaciones en la emergencia de una crisis global terminarán convertidas en papel mojado. “La mayoría de libros autobiográficos podrían titularse: Sabía que tenía razón. Es algo que admiro, pero yo soy incapaz de escribir así”, dice Smith, que no duda en admitir sus titubeos intelectuales en un puñado de ensayos tan originales como modestos. “Es embarazoso escuchar a otros hablar de su escritura como si fuera una labor monumental. Contar tu verdad nunca es comparable a hacer un turno de 12 horas. No crecí con la idea de que escribir fuera un trabajo y todavía me cuesta aceptarlo”, sostiene Smith, que creció en Willesden, un suburbio modesto del noroeste de Londres, hija de madre jamaicana y padre inglés.
En Contemplaciones, la autora se opone a la comparación retórica con los tiempos bélicos, tan usada por líderes deseosos de justificar la movilización social contra la pandemia. “Comparar el virus con una guerra es obsceno. Si algunos ganamos, significará que otros han perdido”, opina Smith. El paralelismo con la posguerra europea le parece, sin embargo, mucho más acertado: cuando el cataclismo termine, habrá que reconstruirlo todo, los pilares económicos como la cohesión social. “La pregunta es si lo conseguiremos. La pandemia nos recuerda que la desigualdad extrema produce una inestabilidad desmedida. Y subraya la importancia que tiene lo colectivo. En Estados Unidos, donde no hay seguridad social, todo el mundo corrió a lo alto de las colinas, literalmente, para salvarse. Me impactó lo vulnerable que era la población. Es algo que, en el fondo, siempre ha estado ahí: es un país donde un ataque al corazón te puede dejar en bancarrota”, añade la autora. Sus estudiantes en la New York University, donde enseñó escritura creativa hasta hace unos meses, solían preguntarle, admirados, cómo alguien de extracción tan humilde pudo convertirse en estrella literaria. “Muy fácil: con educación gratuita hasta los 23 años y creciendo en una vivienda protegida”, solía responder Smith.
En el último ensayo, El virus como desprecio, la autora describe el racismo, a raíz del asesinato de George Floyd, como un veneno social incurable. Evoca ideas que “circulan como un virus por las iglesias y las escuelas, los anuncios y las películas, los libros y los partidos políticos, los juzgados y, desde luego, las fuerzas policiales”. “Como un virus, operan invisibles dentro de tu organismo hasta que acaban por ponerte enfermo”, reza Smith, que admite haber perdido el optimismo respecto a una transformación social. “Antes creía que, si los demás se identificaban con lo que yo escribía [como mujer negra], igual que yo me reconocí en Jane Eyre o Madame Bovary, sentirían más empatía. Lo sobreestimé. Ahora ya no lo pienso”, asegura Smith, que retoma así la lóbrega conclusión que da fin a su libro.
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.
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