El mito romántico
De obra deslumbrante y vida irreverente, el conocido como Byron ruso fue represaliado y censurado
14 de octubre de 2014
1. Rebelde sin causa. Mijaíl Lérmontov (1814-1841), el Byron ruso, siguió el guion del mito romántico: desenlace prematuro y trágico en duelo a los 27 años, que engrandeció su figura, dejando tras de sí una obra deslumbrante pero truncada y una vida irreverente, desmedida. Tras la muerte de Pushkin, también en duelo, este cantor del individualismo acusó de esta pérdida a la corte zarista con un poema, lo que le valió su primer destierro al Cáucaso, la "Siberia del sur". Lérmontov es uno más en la larga lista de escritores rusos censurados y represaliados. En Ciscaucasia, el imperio ruso impuso su expansión a sangre y fuego. Su paisaje montañoso, escenario ideal para la desazón romántica, constituía también un lugar de encuentro con la otredad musulmana y un espacio de libertad para los proscritos. Como se sabe, el conflicto en el Cáucaso ha permanecido latente en la época postsoviética. Diario ruso, de Anna Politkóvskaya; La guerra más cruel, de Arkadi Bábchenko; Patologías, de Zajar Prilepin; Cuadernos rusos, de Igort o Salam, Dalgat, de Alisa Ganíeva, dan buena cuenta de ello.
2. Grigori Pechorin. "Un héroe de nuestro tiempo, muy señores míos, es, efectivamente, un retrato, pero no el de un hombre solo: es un registro constituido por los vicios, en pleno desarrollo, de nuestra generación", escribió Lérmontov en el prólogo a la segunda edición de esta obra, en respuesta a las críticas vertidas contra este ciclo de cinco historias. Aquí tienen un espejo en el que verse, viene a decir, y no se sorprendan. A Pechorin, protagonista de la primera novela en prosa significativa de la literatura rusa, nos acercamos por distintos narradores y con un orden cronológico dislocado. Cínico y arrogante, carcomido por el aburrimiento, demoniaco, pesimista, magnético, sensible, rayano en el nihilismo, lo único que mantiene el interés de Pechorin es viajar.
3. Lérmontov versus Nabokov. Como traductor, Nabokov sólo se midió con las cimas literarias, un valioso ejercicio para escribir en la lengua de Shakespeare. Un héroe de nuestro tiempo fue una de esas ascensiones. El autor de Lolita creó un texto que es fusión de traducción, comentario, creación y duelo intelectual. Las notas al pie son de lo más jugosas. En la 122 reprocha a Lérmontov que Pechorin no se levante cuando entra la princesa Meri: "¡Extraño comportamiento!". Cuando el narrador dice: "En los corazones sencillos, el sentimiento de la hermosura y majestad de la naturaleza es cientos de veces más vivo que en nosotros, los que narramos, admiramos, valiéndonos de la palabra y del papel", Nabokov —experto entomólogo— niega la mayor en la nota 38: "Esta es, por supuesto, una noción romántica. Es completamente falsa".
4. La ruleta rusa [no contiene spoilers]. Para un romántico, ¿hay mejor forma de comprobar si uno es dueño de su destino que apuntándose con un arma sin saber si está cargada y apretar el gatillo? Es la cuestión que se plantea en El fatalista, la historia que cierra Un héroe de nuestro tiempo. El teniente Vúlich acepta la apuesta de Pechorin hasta las últimas consecuencias: se lleva a la sien el cañón de una pistola escogida al azar. Ésta es la primera referencia literaria a este juego-apuesta tal como hoy lo conocemos.
5. Del Cáucaso a Tánger. En las letras hispanas, la huella más honda que ha dejado la lírica de Lérmontov se encuentra en la novela de Juan Goytisolo Reivindicación del conde don Julián, inspirada en unos versos del ruso. Desde el tangerino café Hafa como atalaya, Goytisolo tramó su ajuste de cuentas literario con la sociedad española de la década de 1960, sirviéndose del bardo eslavo como catalizador de su rabia. En la periferia caucásica, cruce de Oriente con Occidente, Lérmontov lanzó una invectiva en verso contra la madre Rusia, nido de déspotas, sumisos y soplones. Goytisolo toma el testigo desde otra frontera y la adapta. Su alter ego, dispuesto a acometer la destrucción simbólica de los mitos y valores españoles, lermontovianamente recita el negro ensalmo: "Adiós, Madrastra inmunda, país de siervos y señores; adiós, tricornios de charol; adiós, pueblo que los soportas; tal vez el mar del Estrecho me libre de tus guardianes; de sus espías que todo lo registran, de sus malsines que anotan cuanto saben".
La editorial Alba acaba de publicar un volumen que reúne Un héroe de nuestro tiempo y una antología de Mijaíl Y. Lérmontov con traducción e introducción de Víctor Gallego Ballestero. En mayo Cátedra publicó Poemas. Poesías líricas en edición de Mijaíl Chílikov.
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