Juan Marsé Ilustración de Triunfo Arciniegas |
Murió el escritor español Juan Marsé
El autor de Ultimas tardes con Teresa formó parte de la generación del 50 junto con Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan Goytisolo y Eduardo Mendoza. En su obra indagó en el desencuentro entre la Barcelona de la burguesía y la del proletariado.
Sivina Friera
20 de julio de 2020
La impostura de fingir ser lo que no se es –la devoción por las apariencias- atraviesa las clases sociales. Manolo Reyes, alias Pijoaparte, no es un obrero militante revolucionario, sino un seductor ladrón de motos. Teresa Serrat, la joven universitaria hija de alta burguesía catalana, simula una rebeldía inofensiva. Ninguna novela española de la segunda mitad del siglo XX irritó tanto como Últimas tardes con Teresa, premio Biblioteca Breve en 1965, obra maestra de Juan Marsé, el escritor español Premio Cervantes (2008), que murió a los 87 años en Barcelona. El principal acontecimiento histórico al que se alude en varias ocasiones es la protesta estudiantil de 1957, los llamados “sucesos del Paraninfo” de la Universidad de Barcelona, movilización masiva contra la dictadura de Franco. Para la censura franquista la novela presentaba “numerosas escenas escabrosas siendo el fondo de la misma francamente inmoral” y cuestionaba “el carácter izquierdista” que glorificaba las acciones de los estudiantes.
La izquierda marxista también se molestó con la novela de Marsé porque el escritor no se plegó a la visión esperanzadora del movimiento estudiantil. “Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, ninguno como inteligente, todos como lo que eran: señoritos de mierda”, reflexiona el narrador de la novela sobre los jóvenes estudiantes de fines de los años 50. En un prólogo a una reedición de Últimas tardes con Teresa, Arturo Pérez-Reverte señaló que sigue tan fresca como cuando fue escrita. “Ni siquiera los imbéciles que entonces perdonaron a regañadientes la vida a su autor, los resentidos o los parásitos que viven de explicar cómo escribirían ellos –si quisieran– los libros que escriben otros, se atreven ya a discutir que Manolo Reyes, alias Pijoaparte, es uno de los personajes literarios mejor trazados en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX”.
Marsé, que formó parte de la generación del 50 junto con Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan Goytisolo y Eduardo Mendoza, nació el 8 de enero de 1933 en Barcelona como Joan Faneca Roca. A los pocos días de su nacimiento, murió su madre. La leyenda cuenta que la existencia de esa criatura huérfana cambió de rumbo gracias a una hermosa carambola, una historia inventada en común acuerdo entre los padres biológico y adoptivo. La que sería la madre adoptiva de Marsé tomó un taxi junto a su marido a la salida de la clínica donde acababa de perder a su hijo. El taxista y padre biológico de Marsé se quejó de la dificultad de criar solo al bebé frente a la pareja, y entre todos acordaron la adopción. Antes que estar atrapado en la escuela, el joven Marsé prefería pasar buena parte de su tiempo jugando en las calles de su barrio, que luego serían el escenario de muchas de sus novelas. A los 13 años tuvo que dejar el “horroroso” Colegio Del Divino Maestro (tenía que cantar el himno de los nacionales, brazo en alto, y rezar el rosario) y comenzó a trabajar como aprendiz de joyero porque encarcelaron a su padre por “rojo”. Por las tardes escribía para la revista de cine Art-Cinema. A veces le llegaba alguna traducción de yapa o escribía textos para solapas de libros. Vivió en París entre 1959 y 1962, donde se afilió al PC (partido comunista), “porque era el único que hacía algo contra Franco”. Pero cuando regresó a Barcelona decidió abandonar el partido por una cuestión de “intransigencia”.
La obra de Marsé, que indagó en el desencuentro entre la Barcelona de la burguesía y la del proletariado, fue sumando grandes novelas como La oscura historia de la prima Montse (1970), Si te dicen que caí (1973), La muchacha de las bragas de oro (Premio Planeta 1978), Un día volveré (1982), Ronda del Guinardó (1984), El Embrujo de Shanghai (1993), y Rabos de lagartija (2000), que obtuvo tanto el Premio Nacional de la Crítica como el Nacional de Narrativa. Cultivó una ética que lo impulsaba a intervenir de un modo tajante. En 2005 armó un revuelo memorable cuando renunció al jurado del Premio Planeta, un día antes de que se anunciara el ganador, porque los originales presentados le parecían de “muy poca calidad”. “Yo no tengo ganas de polémicas, pero sí reclamo mi derecho a decir lo que pienso –planteaba el escritor-. Mi problema es que nunca he querido cuidar mi imagen pública”.
Marsé era catalán y escribía en español. “Cada uno escribe en la lengua que quiere, y en todo caso defiendo mi derecho a escribir en la lengua que me dé la gana, porque la lengua es un vehículo, una manera de entender, y no soy en absoluto nacionalista”, explicaba su elección. “Cuando me hablan de banderas, meto la mano en el bolsillo, porque creo que me van a robar la cartera”, ironizaba el autor del libro de cuentos Teniente Bravo. “Me declaro anticlerical militante, como lo era mi padre, la Iglesia le ha hecho tanto daño –y le sigue haciendo– a este país... ¿Por qué tengo que pagar de mi bolsillo a esta pandilla de sinvergüenzas, de chorizos, los obispos de la Iglesia?”.
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