Gil de Biedma, Barral y Marsé, a finales de los años 60. |
Juan Marsé: sociología, militancia comunista y otras confusiones de clase
El escritor se hizo comunista tutelado por Carlos Barral pero salió del partido desencantado por Jaime Gil de Biedma. Por en medio, escribió 'Últimas tardes con Teresa', la refutación total de la novela revolucionaria.
Luis Alemany
19 de julio de 2020
En la literatura española del siglo XX se daba un fenómeno casi gracioso: de vez en cuando, un joven escritor con orígenes en la clase trabajadora penetraba en el club del éxito. Entonces, los colegas burgueses que se convertían en sus pares se felicitaban a sí mismos por las nuevas sensaciones que esperaban a su lado: la socarronería de Marsé, la chulería de Umbral, el desdecoro de Terenci...
La vida Juan Marsé fue el gran ascenso social a través de la literatura de su generación, aunque, en realidad, Marsé no era el chico pobre que se ha contado muchas veces. Su familia y su destino inicial se ajustaban a eso que entonces se llamaba mano de obra cualificada, una clase trabajadora en vías de convertirse en clase media. Su padre adoptivo había sido un catalanista más bien solitario que sólo le había podido proveer una educación y una cultura mediocre (empezó a trabajar a los 13 años), pero no era un personaje marginal ni desarraigado. Él mismo manifestó muchas veces su desconcierto por ese malentendido social. Después de publicar Últimas tardes con Teresa, a Marsé le invitaron a dar charlas sobre el movimiento obrero y sobre los ambientes marginales de Barcelona pero él rehusó porque, en realidad, no sabía gran cosa ni de sindicatos ni de quinquis.
Viaje a los años 50. El Marsé veinteañero arreglaba relojes por la mañana en una planta en la que trabajaban 30 personas. Por las noches, en un cuartito decorado con una foto de Edith Piaf, escribía críticas de cine, cartas y sus primeros relatos, que se ajustaban, más o menos, a la idea del neorrealismo. ¿Qué entendemos por neorrealismo? Una versión más desapegada, fría y no explícita del realismo social: historias sin énfasis por las que iban desfilando personajes un poco perdidos en el sistema. Las afueras de Luis Goytisolo, El Jarama de Sánchez Ferlosio, los libros de Luis Martín-Santos, Nada de Carmen Laforet... A ese tipo de cosas se parece Encerrados con un solo juguete; años después, la primera novela de Marsé (1960), que llamó la atención de los chicos bien que estaban dentro.
Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma fueron los primeros que apostaron por la carrera de Marsé: le recomendaron que marchara a París a escribir y le consiguieron "una bolsa de viaje" para su nueva vida. En París, Marsé se empleó como mozo de laboratorio de Jacques Monod, un químico ganador del Premio Nobel, dio clases de español, tradujo películas e hizo lo que hacían los escritores españoles en París: entró en el Partido Comunista. Todo en su entorno lo conducía hacia el PCE. Monod era comunista y Barral estaba empeñado en promover "una literatura prerrevolucionaria, a las puertas de una gran transformación" (después, reconoció que era un error). Así que Juan Marsé sacó carnet en 1962.
En realidad, el escritor llegaba tarde. Para 1962, muchos de los militantes más valiosos del nuevo PCE ya habían sido expulsados o estaban a punto de caer en desgracia después del fiasco de la huelga general de 1959: Javier Pradera, Carlos y Jorge Semprún, Fernando Claudín... El partido era malo para tolerar a los espíritus libres y Marsé tampoco iba a tener más éxito. El libro que Marsé se trajo de París fue Últimas tardes con Teresa que, entre otras cosas, es una refutación de la literatura revolucionaria que promovía Barral. Ni la burguesía estaba decadente ni la clase trabajadora era especialmente noble, ni el desenlace anunciaba una revolución.
Un año y medio después, Marsé dejó el Partido, según dijo él mismo, enfadado por la intransigencia hacia la conducta sexual de un amigo. Marsé se refería al famoso incidente de Jaime Gil de Biedma, cuya candidatura a la militancia fue rechazada porque era homosexual (y eso lo hacía incompatible con la clandestinidad, según el relato autoexculpatorio del PCE). Marsé se pasó aquellos años marchándose de todos sitios. Se marchó de la gran familia de la Gauche Divine porque le parecían unos petulantes. Con los años les dedicó algún librito en el que los satirizaba y en el que decía que el mono albino Copito de Nieve era el único personaje valioso de esa época. No debía de tener ganas de ser la mascota del grupo, el pijoaparte invitado a la fiesta.
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