Poética y política
Gil de Biedma dedicó su poema a Marsé el año en que tomó conciencia de que la dictadura franquista iba para largo
Javier Rodríguez Marcos
12 de octubre de 2017
La literatura es una rama de las matemáticas en la que el orden de los factores altera el producto. Casi tan importante como la secuencia de los versos en un poema lo es la de los poemas en un libro. Sobre todo cuando el autor es alguien de obra escasa y concienzudo hasta la enfermedad. Dedicado a Juan Marsé, Noche triste de octubre, 1959 se publicó en Moralidades, el segundo de los tres poemarios de Jaime Gil de Biedma (1929-1990). A la altura de aquel octubre triste y lluvioso, al poeta le faltaba un mes para cumplir 30 años y a Franco, dos para darse un abrazo con Eisenhower a pie de avión en la base militar de Torrejón de Ardoz. Dos décadas después del final de la Guerra Civil, los tecnócratas de la dictadura sacaban a España de la autarquía con su Plan de Estabilización mientras la visita del presidente estadounidense certificaba que el franquismo iba para largo.
Cargado con nuevas connotaciones merced a la situación que se vive en Cataluña en este octubre de 2017, el poema de Gil de Biedma forma parte de una serie de versos de intención social dentro de un libro que contiene la composición más famosa de su autor y uno de los grandes poemas de amor de la lengua castellana: Pandémica y celeste. En una suerte de tríptico político, Noche triste de octubre, 1959 viene precedido por Barcelona ja no és bona, o mi paseo solitario en primavera y, como recuerda Marsé en la carta a su amigo ausente, por Apología y petición. El primero es un recorrido por la montaña de Montjuïc que se cierra con el poeta saliendo de su ensoñación cuando oye a un grupo de “chavas nacidos en el Sur” hablarse en catalán. “Que la ciudad les pertenezca un día”, pide. El segundo es famoso por tres versos demoledores: “De todas las historias de la Historia / la más triste sin duda es la de España / porque termina mal”.
No por casualidad, Moralidades se abre con En el nombre de hoy, que precede a los tres poemas citados. Escrito el día de Sant Jordi de 1959, es el autorretrato de un escritor avergonzado de los “palos” que no le han dado, “señorito de nacimiento” y poeta social por su buena cabeza y su mala conciencia. Por el poema desfilan, entre otros citados por su nombre, Carlos Barral, Ángel González, Gabriel Ferrater, José Agustín Goytisolo y José Manuel Caballero Bonald. Todos ellos, como Juan Marsé o Ana María Matute, pertenecen al grupo de escritores de los años 50, una generación que ha terminado alcanzando la categoría de clásica que hasta ahora se reservaba a la del 27. Que esta terminara destrozada por una guerra no es más que un dato.
EL PAÍS
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