Olivia de Havilland (1940). |
Muere Olivia de Havilland, última estrella superviviente del Hollywood clásico
La actriz de 'Lo que el viento se llevó' y ganadora de dos premios Oscar, que residía desde los años cincuenta en París, ha fallecido a los 104 años
Madrid, 26 de julio de 2020
Olivia de Havilland ha muerto en París a los 104 años. Si el fallecimiento de Kirk Douglas el pasado mes de febrero puso un crespón negro al letrero de Hollywood, la desaparición de la doble ganadora del Oscar con Vida íntima de Julia Norris (1946) y La heredera (1950) echa el cierre a la edad dorada de la meca del cine. De Havilland era la última superviviente del equipo de Lo que el viento se llevó, la última estrella de los tiempos en que mandaban las majors —ella misma demandó a Warner Bros. al final de un contrato de siete años para obtener su libertad profesional—, la intérprete con más edad ganadora de un premio de la Academia. Tuvo astucia al convertirse en la reina de los dramas de época y al entender que no tenía sentido competir con el resto de las actrices por el personaje de Escarlata en el mítico melodrama sureño: ella sacaría partido a Melania, a la que se sentía muy cercana en sentimientos y convicciones. La actriz ha sobrevivido seis años a su hermana Joan Fontaine, que murió en 2013 a los 96 años. Fueron los primeros hermanos actores en enfrentarse por el Oscar, en 1946 dejaron de hablarse, en las navidades de 1961 hubo un breve reencuentro que no cuajó y han muerto sin reconciliarse. Los buenos genes, macerados en odio, alargaron sus vidas.
La noticia de su fallecimiento el sábado la anunció su abogada Lisa Goldberg, que explicó que el óbito ocurrió por causas naturales en su casa parisiense, ciudad en la que residía desde mediados de los cincuenta. Hace un par de años se fotografió cerca de su casa montado en triciclo, feliz y sonriente, y según contaban sus amigos, se ha mantenido en buen estado físico y mental hasta su muerte.
Retrato de la actriz Olivia de Havilland, con sus premios Oscar, en 1950 |
De Havilland nació en Tokio el 1 de julio de 1916, 15 meses antes que su hermana. Sus padres fueron Walter de Havilland, abogado británico experto en patentes, y Lillian Ruse, actriz que dejó su carrera, aunque mantuvo sus recitales de canto, cuando se casó. Debido a la mala salud de sus hijas —quién lo diría— la madre decidió que la familia volviera en barco a su Reino Unido natal en febrero de 1919. En San Francisco, el viaje se truncó por una faringitis de la mayor y una neumonía de la menor. La madre y las dos hijas se quedaron en Saratoga, y el padre volvió a Tokio, donde terminó casándose con su ama de llaves.
A sus dos hijas, Lillian Ruse les inculcó su amor por el arte: las niñas recibieron clases de piano, ballet, interpretación y su madre les pedía que recitaran pasajes de obras de Shakespeare para mejorar su dicción. En 1925, Lillian Ruse se casó con George Fontaine, un hombre estricto que chocó con sus hijastras, pero del que Joan decidió usar su apellido.
La primera vez que Olivia de Havilland se subió a un escenario fue en una representación de aficionados de Alicia en el país de las maravillas, en 1933, de la que hay constancia gráfica. Al año siguiente, un asistente del director y renovador del teatro moderno Max Reinhardt la vio haciendo de Puck en El sueño de una noche de verano, y convenció a Reinhardt para que la contratara de suplente del personaje de Hermia para una versión de la misma obra que el director preparaba para una superproducción. De Havilland acabó encarnando a este personaje y, respaldada por Reinhardt, firmando un contrato de siete años con Warner Bros. La actriz siguió el sistema habitual de la época de contrato esclavista con una gran productora, que de paso permitía su escalada a la fama, y resolvió su problema de dinero: tras una disputa con su padrastro, se había mudado a vivir con un amigo de la familia.
La versión en cine de la comedia de Shakespeare, codirigida por Reinhardt y William Dieterle, supuso el debut en 1935 de la actriz en el cine. De Havilland aprovechó aquella primera película para aprender todo lo posible de iluminación y posiciones de cámara. Ese mismo año ya actuó con quien sería su compañero de pantalla en nueve ocasiones, Errol Flynn, en El capitán Blood. Repetirían en títulos como La carga de la Brigada Ligera, Robín de los bosques, La vida privada de Elisabeth y Essex o Murieron con las botas puestas. Warner la cedió a MGM para que encarnara a Melania en Lo que el viento se llevó, con la que logró su primera candidatura al Oscar. “Me interesan más los personajes de chica buena, que te exigen más como actriz, que los de villana, que me aburren”, contó en varias entrevistas. De Havilland trabajó con el director Michael Curtiz en, también, nueve películas.
Los años cuarenta supusieron su época de esplendor: obtuvo otras cuatro candidaturas más a los Oscar: la segunda la perdió contra su hermana, protagonista de Sospecha, en 1942; ganó la estatuilla con Vida íntima de Julia Norris (1946) y La heredera (1950). Fue la década en la que también actuó en Como ella sola, Nido de víboras o hizo de gemelas en A través del espejo. En 1943, reclamó a Warner mejores personajes, el estudio se negó y además alegó que su contrato no había expirado porque se refería a siete años laborables: los periodos de descanso entre películas no computaban. Tras demandar al estudio, el 3 de febrero de 1945 un tribunal dio la razón a la actriz, que llevaba en ese momento tres años sin trabajar, en una sentencia que cambió la relación entre las estrellas y los estudios.
También fue esa época cuando tras diversos desencuentros en las ceremonias de los Oscar, las dos hermanas dejaron de hablarse tras un comentario burlón de Fontaine sobre el marido de De Havilland. En las navidades de 1961 se reunieron con sus respectivos cónyuges e hijos, aunque esa cita no sirvió para una reconciliación; el funeral de su madre en 1975, al que la hija pequeña no asistió porque, alegó, nadie la había avisado, supuso la ruptura final, y ese odio quedó años después plasmado en la típica foto de reunión de ganadores históricos del Oscar, en la que cada una se sentó en el extremo opuesto de la grada.
Desde mediados de los años cincuenta, vivió en París tras casarse con Pierre Galante, periodista de la revista Paris Match, y redujo sus trabajos en cine, teatro y televisión, aunque aún se la pudo ver en títulos como Mi prima Rachel, No serás un extraño, Canción de cuna para un cadáver, El quinto mosquetero y Aeropuerto 77 o en series como Norte y Sur, Anastasia o el telefilme The Woman He Loved (1998), su última aparición profesional. “La vida real está llena de acontecimientos de gran importancia, más absorbentes y enriquecedores que los que ofrece la vida de fantasía”, adujo.
En 2009, salió de su retiro para ser la narradora del documental sobre el alzhéimer I Remember Better When I Paint. Además, De Havilland escribió varios libros: en 1962 en Every Frechman Has One contaba cómo se había adaptado a la vida en Francia. En 1965, fue la primera mujer que presidió el jurado de Cannes. La distancia transatlántica no le impidió entregar un Oscar en 2003, asistir al entierro de Charlton Heston en 2008 o recoger la Medalla Nacional de las Artes ese mismo año. Amiga de Bette Davis, en 2017 demandó a los productores de Feud por el retrato que de ella se hacía en la serie, en la que la encarnaba Catherine Zeta-Jones. En julio de 2018, la corte de apelaciones de California rechazó su demanda. A De Havilland la sobreviven su hija y, curiosamente, su dobladora al francés, la actriz Renée-Jeanne Simonot, madre de Catherine Deneuve, de 108 años.
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