Éric-Emmanuel Schmitt |
El mérito es de Schmitt
Éric-Emmanuel Schmitt recorre todos los recovecos del perdón como una fuerza capaz de transformar a quien perdona, pero también al perdonado
BERNA GONZÁLEZ HARBOUR
29 OCT 2018 - 04:38 COT
Morirse de pena puede ser más fácil que vivir con pena y en esa tremenda dicotomía nos sitúa Éric-Emmanuel Schmitt para recorrer todos los recovecos del perdón como una fuerza capaz de transformar profundamente a quien perdona, pero también al perdonado. Schmitt (1960) no es solo uno de los dramaturgos contemporáneos más prolíficos de Francia, el más representado y estudiado, con incursiones en la ópera, el cómic y el cine, sino también un catedrático de Filosofía que riega disimuladamente de pensamiento oculto su obra recién publicada en España, La venganza del perdón. No hay manual de instrucciones filosóficas a la vista, sino cuatro novelas que a pesar de abrirse y viajar lejos, de atreverse en giros radicales y curvas arriesgadas, pero asimilables, terminan redondas. Y con humor, mucho humor.
‘Las hermanas Barbarin’ muestra la lucha de la más pequeña de dos gemelas por conseguir su nombre, su lugar y posición en una familia que no la esperaba y la historia de Caín y Abel se queda corta al lado de esa batalla donde la impostura y los celos por parte de la pequeña y el amor incondicional y excesivo por parte de la mayor nos regala una intriga, sin embargo, divertida. ‘Mademoiselle Butterfly’ nos plantea un pulso entre el poder y el amor como algo miserable y muy distinto del poder del amor, que acaba emergiendo con toda la poesía del sacrificio y la victoria. Amamos mal, nos vienen a decir el libro, tan mal y de forma tan desigual que a veces ese amor mata, aunque también te puede salvar. ‘La venganza del perdón’, la que da nombre al libro, recoge una abrumadora historia real: las visitas de una madre al asesino y violador de su hija, al que intenta entender. El choque entre víctima y perpetrador es tan difícil en la vida real como en la literatura y Schmitt sale vivo de una iniciativa escalofriante con un sorprendente giro final. Y ‘Dibújame un avión’ es sobre todo un homenaje a Saint-Exupéry por parte de un autor que también se perdió en el Sáhara. Hay que leerla.
La transformación de los protagonistas a través de historias de amor al límite, de perdón o rencor con dosis humanas de mezquindad es el regalo de un libro memorable, lúcido, sencillo y cargado de pensamientos tan ocultos que, a la postre, creemos mérito del lector. No nos engañemos: son mérito de Schmitt.
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