Arturo Pérez-Reverte Ilustración de Sciammarella |
Arturo Pérez-Reverte: «Nunca hemos sido menos libres que ahora»
Escritor, periodista, corresponsal de guerra, miembro de la Real Academia Española, padre del Capitán Alatriste
SALVADOR SOSTRES
9 DE AGOSTO DE 2019
No me creo que le guste la vacación.
Nunca me ha gustado. En lo que la gente llama vacación yo paso el tiempo trabajando. Y cuando navego tampoco es vacación. El ocio es muy aburrido.
No puede dejar de escribir.
Lo que no puedo es dejar de leer ni de imaginar. Escribir me parece la parte más vulgar del proceso, pero no me puedo pasar dos años leyendo e imaginando, porque de algo tengo que vivir.
Y ahora con la tecnología puede hacerlo en cualquier parte.
Tengo un Nokia y antiguo. Leo siempre en papel. Escribo en ordenador, pero lo imprimo, lo corrijo en el papel, y luego meto los cambios en la máquina. Soy un lector adiestrado en el hábito, en la costumbre. A fin de cuentas son las maneras las que nos definen.
Su mejor edad, su mejor talento.
Si por edad entiendes la experiencia y por talento te refieres a aprovechar mejor mis recursos y los de mi alrededor, puede que sea un buen momento.
También me refiero al hombre vital y seductor.
No siempre la edad mejora al hombre. He visto a jóvenes brillantes convertidos con el tiempo en payasos de sí mismos. Yo preferiría tener 30 años y que me bastara una mochila para ir por el mundo.
No se puede quejar.
No me quejo, y es cierto que el futuro ya no me preocupa, sobre todo porque el mío es ya sólo a medio plazo. Pero añoro al chico sin ataduras ni responsabilidades que hacía de reportero en un mundo en llamas. He ganado tranquilidad pero he perdido adrenalina y libertad.
Todos hemos perdido libertad. Federico lo decía ayer.
Nunca hemos sido menos libres. Yo viví los 70, aún bajo el franquismo, y fuera de la política, la libertad era absoluta. Ahora vivimos entre montones de inquisiciones. Y este puritanismo espantoso. Nunca he sentido mi libertad personal tan amenazada como en los últimos 10 años. La estupidez es una mala compañera de viaje de la libertad.
La estupidez.
El malo es suficientemente inteligente para darte la libertad que sabe que necesitas. El estúpido te las niega todas. Primero nos mandaron los ricos, luego los resentidos y ahora los estúpidos.
¡Los rencorosos!
Hablo del ajuste de cuentas de finales del siglo XX. Al menos los resentidos tenían lecturas, agallas, inteligencia, desesperación, ganas de pelear. Los estúpidos no son nada pero son muchos. Las redes sociales son un buen escaparate de esta estupidez.
Pero.
Pero no es su culpa. Los hombres siempre buscamos culpables ajenos de los propios errores, olvidando que todo esto –y también los políticos– lo hemos fabricado nosotros. Torra, Sánchez o Rufián no tienen realmente la culpa. Nosotros somos los culpables de que estén ahí.
¿Le importa?
Es morbosamente divertido comprobar cómo se cumplen algunos de mis pronósticos escritos en artículos de hace 20 años. Los que entonces me llamaban pesimista hoy me dan la razón.
Ignacio Camacho.
Es el columnista más fino y sensato. Hace años me llamaba pesimista y ahora reconoce que más bien soy realista.
La ficción.
Con mis novelas no pretendo mejorar el mundo ni hacer ningún bien. No tengo objetivo moral, social o intelectual. Me gusta contar historias, imaginarlas. Disfruto sobre todo imaginándolas, pero tengo que escribirlas para financiarme.
Su vida, su literatura.
Con la mirada que mi vida me dejó escribo hoy mis novelas.
El mundo.
El mundo tal como lo conocí está en demolición. El mundo presente no me interesa demasiado como novelista.
La demolición.
Yo vengo de un mundo en que Homero, Platón, Aristóteles, Shakesperare, Cervantes, Montaigne o Velázquez tenían un sentido y formaban un sustrato sobre el que fui educado. Ellos son mi interés y están en demolición. Ese Occidente, luz del mundo, está desapareciendo. Todas mis novelas están relacionadas con la certeza de este mundo y me incita que así sea.
Todos los genios creen que su mundo se apaga y al final perdura.
Homero desaparece. Pregunta por la calle quién es Homero, o Montaigne. Nos ha tocado el final de un ciclo. No me siento desgraciado. Es una hermosa nostalgia de fin de fiesta. Me siento Fabrizio Salina paseando por Palermo con esa música que resume todas las cosas hermosas. Claro que para entenderlo hay que haber leído «El Gatopardo».
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