jueves, 2 de julio de 2020

Día de lluvia en Nueva York / Una de las películas más completas de Woody Allen

Día de lluvia en Nueva York

CÓMO TODO LO QUE HA RODEADO A 'DÍA DE LLUVIA EN NUEVA YORK' HA DEVORADO INJUSTAMENTE UNA DE LAS PELÍCULAS MÁS COMPLETAS DE WOODY ALLEN


Con los actores renegando de haber trabajado con él, Amazon guardándose la película y el director demandándoles, la otra historia de la película se ha comido injustamente a una de las películas más completas de Woody Allen en los últimos años.

11 de octubre de 2019

“Escribir es la gran vida. Te levantas por la mañana y te pones a escribir en tu habitación”, explica Woody Allen al inicio del documental que se le dedicó en la serie American masters y que aquí podemos ver en Filmin. “En tu habitación todo es fantástico porque no tienes que rendir cuentas a nadie, así que escribes y te imaginas que es Ciudadano Kane, que todo lo que escribes es genial. Pero cuando tienes que llevarlo a la práctica es cuando se impone la realidad. Es entonces cuando todas las perspectivas que tenías de lograr una obra maestra se reducen a un único pensamiento: me prostituiré todo lo que sea necesario para sobrevivir a esta catástrofe”.

Si cada vez que comienza a escribir una película el contador de contratiempos se pone a cero y se enciende durante la preproducción, podemos decir que la realidad que se le impuso a Woody Allen tras escribir el guión de Día de lluvia en Nueva York trascendió cualquier inconveniente propio de la producción de una película.

En octubre de 2017 un actor llamado Griffin Newman, que en la película sale poco más de un par de minutos, sintió la necesidad de explicar por medio de un hilo de Twitter por qué había trabajado en Día de lluvia en Nueva York y por qué ahora se arrepentía. Así, de paso, nos enteramos de que salía en la película:

Necesito quitármelo del pecho: He trabajado en la próxima película de Woody Allen. Creo que es culpable. Donaré mi salario entero a RAINN. Es solo una escena, pasé un mes debatiendo si lo hacía o no lo hacía. Me arrepiento de mi decisión final. ¿Por qué no lo dejé? Mis padres estaban muy orgullosos. Creo que había cosas que aprovechar del set. Fui un cobarde”. Después de una retahíla de tuits escribe uno donde muestra su sorpresa por la repercusión de su hilo “teniendo en cuenta que solo tengo 10k” (ahora tiene 24). Y matiza: “Mi tuit original ha hecho que la gente infiera que estar en el set con él me convenció de alguna manera de su culpabilidad. No. Solo me hizo sentir un hipócrita” y otro: “La gente me pide evidencias de su culpabilidad. No las tengo. Solo he leído esto y sé a quién quiero creer”. Por “esto” se refería a la carta que Dylan Farrow publicó en el New York Times en febrero de 2014, carta que comenzaba con una nota del editor que señalaba lo que ya sabemos: que Woody Allen no había sido procesado por el caso, que había negado consistentemente las acusaciones a las que se le sometía y que merecía la presunción de inocencia.

El 12 de enero de 2018, Rebecca Hall, que también aparece en una única secuencia de la película, publicaba en su cuenta de Instagram, en una foto que ya ha borrado, que su participación en Día de lluvia en Nueva York había hecho a otra mujer “sentirse silenciada y desestimada” y que por eso también iba a donar su salario de la película. De lo que cobró en Vicky, Cristina, Barcelona, donde trabajó más de una sesión, no dijo nada.

Cuatro días después su actor protagonista, Timothée Chalamet, publicó en Instagram un comunicado en el que explicaba, escurriendo un poco el bulto, que no podía responder a las preguntas que la prensa le hacía sobre su decisión de trabajar con Woody Allen por obligaciones contractuales, pero que iba a donar el dinero del salario que ganó haciendo la película a tres organizaciones (Time’s up, The LGBT Center en Nueva York y RAINN). “No me quiero aprovechar del trabajo en la película de Woody Allen”. Económicamente, claro, porque desde luego que su carrera va a sacar partido de ello.

En marzo, Elle Fanning, su actriz protagonista, declaró sin intentar mojarse demasiado: “Me arrepiento si mi decisión de trabajar con alguien puede herir a alguien por el camino porque nunca es tu intención”.

La única de las grandes estrellas de la película que no se arrepintió públicamente de trabajar con Allen fue Selena Gómez y ni siquiera lo sabemos por su boca. En un comentario en Instagram su madre dejó claro que intentó convencerla de que no trabajara con el director y ella se empeñó en que sí. “Nadie la controla. Toma sus propias decisiones. No importa cuánto intentes aconsejarla. Hace oídos sordos”.

Seguramente a Woody Allen no le importó demasiado la catarata de actores de esta y otras de sus películas que decidieron aprovechar la coyuntura para declarar con golpes de pecho que se arrepentían de haber trabajado con él –lástima que con esas declaraciones no se descontara de manera automática el beneficio que ello ha supuesto en sus carreras–. Pero en agosto de 2018 Amazon decidió guardar la película en un cajón, lo que llevó al director a demandar a la compañía por 68 millones de dólares por incumplimiento de contrato. Amazon devolvió los derechos de distribución a Woody Allen, lo que hizo que poco a poco se pudiera ir comprando en diferentes países. España, Italia, Francia y Alemania son algunos de los que ya la han comprado. En Estados Unidos ningún distribuidor se ha hecho con ella aún.

Es una pena para todos, incluso para los que reniegan de haber trabajado con él, que el camino de Día de lluvia en Nueva York haya dado tanto que hablar por razones extracinematográficas, porque se trata de la película más completa de Woody Allen de la última década. Midnight in Paris –su mejor taquilla– encandiló por el retrato de una época tan idealizada como es el París de entreguerras. Blue Jasmine se convirtió en un vehículo para la exhibición interpretativa de una espectacular Cate Blanchett al borde de un ataque de nervios. Pero Día de lluvia en Nueva York no juega sus virtudes a una carta: los actores, el humor, la historia (y cómo se mueve entre tramas como en sus guiones más fluidos) y las obsesiones temáticas que la sujetan, todo encaja.

Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning), su novia, deciden salir del campus en el que estudian juntos a pasar un fin de semana en Nueva York. Con la excusa de que ella tiene que entrevistar para el periódico universitario a Roland Pollard (Liev Schreiber), un intenso director de cine, Gatsby aprovechará para enseñarle la ciudad en la que él se crió y que ella apenas conoce. Por supuesto, nada sale como estaba previsto y ambos comienzan un viaje que les cruzará, por separado, con un buen puñado de personajes que les cambiarán para siempre al menos por un rato. Gatsby y Ashleigh comienzan la película siendo dos jóvenes esnobs –con una pedantería insufrible en el caso de él y más naif en el caso de ella– y terminan sin haber hecho crecer su lista de referencias (cuidado que de boca de Chalamet lo mismo sale Denis de Rougemont y Ortega y Gasset que Weegee), pero habiendo aprendido un par de cosas por el camino.

Día de lluvia en Nueva York aprovecha los avatares de Gatsby y Ashleigh para hablarnos de la juventud, de la fascinación intergeneracional entre las mujeres jóvenes y guapas y los hombres guapos, atormentados e infantiles que ya peinan canas, de la rebeldía de salón, de estar enamorado, de sufrir por estar enamorado, de sufrir por estar enamorado de alguien que está dejando de corresponderte y de sufrir por desenamorarse; y de cómo la cultura –y más que la cultura, el afán por ella– se puede convertir en un salvavidas (cómo no recordar su Cómo acabar de una vez por todas con la cultura).

Todo esto lo hace con un reparto que demuestra que Patricia DiCerto, a la que la legendaria Juliet Taylor dejó sola ante el peligro del casting de las películas de Woody Allen al retirarse tras Café Society, ha aprendido lo mejor de su maestra, que junto con el director ha aprovechado a lo mejor de las últimas cuatro generaciones de actores jóvenes (“–El tiempo vuela. –Sí, en clase turista”, como dicen en la película). Destacan, por encima de Chalamet, Elle Fanning y Selena Gómez –cómo olvidar esa línea de diálogo en la que se extraña de no haber llamado nunca la atención de su interlocutor con un “No tenía deformidades físicas, ni acromegalia, ni joroba”–. Y de los adultos, Cherry Jones que con una breve intervención se merienda la secuencia climática de la película y remite a ese pensamiento de Woody Allen sobre hacer lo que sea para sobrevivir a la catástrofe.

Por supuesto muchas de las críticas a Día de lluvia en Nueva York son un síntoma del tiempo en el que vivimos y de cómo se juzga hoy el cine de Woody Allen. Hollywood reporter dice: “Como el tabaco, la margarina o la dieta Atkins, las películas de Woody Allen son algo que antes era considerado bueno para ti y que ahora no es más nocivo para la salud”, para luego pasar a señalar que unas cuantas secuencias de una joven periodista a la que hombres mayores que ella tratan de seducir (con total fascinación de ella) a la luz del cambio cultural actual merecen provocar dentera. Como bromeaba Phoebe Waller Bridge en su monólogo en Saturday Night Live, se conoce que a los hombres heterosexuales en la ficción solo les está permitido tener una fantasía y desde luego no con mujeres más jóvenes. Variety le afea estar distanciado de la generación millennial, como si su atemporalidad no pudiera ser considerada una virtud.

Se ha abierto una brecha, no sé si generacional, que separa a los que seguimos sintiéndonos apelados por las emociones y los conflictos que retrata Woody Allen en sus mejores películas, por su sentido del humor y por su manera de ver el mundo, de los otros, que en el mejor de los casos lo contemplan como una antigualla y en el peor ven machismo –me resulta inconcebible que alguien pueda tildar de machista esta película– y corren a despotricar de su cine creyéndose además cargados de razones morales para ello. En fin, al final son debates tan significativos como estériles. Como dicen en la película, “La vida real está bien, para los que no dan para más”.





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