Venturini se aventura
Enrique Vila-Matas
22 de diciembre de 2007
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- Hace unos meses, el periódico argentino Página 12 decidió salir en busca de una narración osada, innovadora y joven y convocó la primera edición del Premio Nueva Novela. Se presentaron más de 600 libros procedentes de Argentina, el resto de América Latina y España. El jurado, compuesto por buenos conocedores de la novela moderna como Sandra Russo, Juan Forn, Rodrigo Fresán y Alan Pauls, entre otros, sintió desde el primer momento una especial debilidad por Las primas, novela radical, de largos párrafos sin puntuación alguna y un singularísimo estilo que mezclaba humor negro y candor. Se trataba de una novela escrita con enfermiza genialidad por un personaje femenino que parecía sostener el monólogo faulknerianode una persona ligeramente retrasada, tal vez enajenada, que tenía a Eva Perón de íntima amiga: una historia delirante de iniciación ambientada en unos equívocos años cuarenta, que desplegaba el mundo tortuoso de una familia disfuncional de clase media baja de la ciudad de La Plata.
Los componentes del jurado fueron imaginando que esta novela la había escrito una brillante y desquiciada joven de emergente genialidad. Aunque tal vez tan sólo era -no tenían por qué ser tan candorosos como la narradora de aquella extraña novela- una trampa o gran broma que algún autor famoso les tendía. Quizá tras aquel manuscrito se escondía César Aira, por ejemplo, camuflado de loca faulkneriana.
El hecho es que aquella original novela destacaba muy por encima del resto, y terminaron por premiarla. Las mitologías del barrio, la familia de medio retrasados, la sexualidad femenina y el ascenso social a través del arte aparecían desgranadas por una narradora muy frágil ante la gramática, con problemas de sintaxis: una narradora de voz ansiosa que intentaba superar su debilidad mental buscando palabras en el diccionario para completar sus frases, y luego, de forma tan desarmante como naïf,contando dónde las había encontrado.
¿Un virtuoso ejercicio intertextual de delirio juvenil que inventaba una senilidad de extrema lucidez y demencia? Al abrir la plica descubrieron que la joven ganadora del premio de Nueva Novela era una señora de 85 años. Se llamaba Aurora Venturini: licenciada en Psicología, viuda del historiador Fermín Chávez, amiga íntima de Eva Perón, exiliada durante la Revolución Libertadora, compañera de juergas en París del grupo de Sartre y Simone de Beauvoir, autora de más de 30 libros desconocidos. Cuando Venturini era una chica muy joven y quizá era más lógico que aspirara a premios de Nueva Novela, había ganado con El solitario el Premio Iniciación, que le había dado, en 1948, el propio Borges. Pero había llovido mucho desde entonces.
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- Hallado en un blog bonaerense, abril de 2005: "A los 16 años, conocí a una bruja sin saberlo. Se presentó bajo la forma de una profesora de Psicología en la escuela en la que yo estudiaba. Tenía un porte imponente, un peinado vaporoso y rojizo (en el que una vez vi alojado un chicle que algún alumno le habría lanzado), y se movía y vestía de forma tan peculiar que no pasaba inadvertida. Es más, en la mayoría de las personas inducía sujeción, cuando no miedo. A mí, en cambio, me parecía simpática. Se llamaba Aurora Venturini".
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- Cuando desde Página 12 Liliana Viola llamó por teléfono a Aurora Venturini para hacerle una entrevista, ésta no se mostró sorprendida de haber ganado un premio de narrativa joven y sí en cambio convencida de que la literatura nueva no dependía nunca de la edad del autor, sino del sentido de aventura que a éste le quedara. Sin duda, la señora llevaba toda la razón: un narrador joven de ahora puede ser muy viejo, mientras que uno como Rimbaud, por ejemplo, muy joven. Liliana Viola le preguntó por Las primas, y Venturini le respondió al estilo de Flaubert.
-Las primas soy yo, señorita, es mi familia. Nosotros no éramos normales. En casa todas mis hermanas eran retardadas...
-¿Cómo se le ocurrió escribir una novela con párrafos enteros sin signos de puntuación?
-Porque estoy loca. Si pongo el signo se me va la idea.
¿Y es verdad que dormía con Eva Perón?
-Me quedaba con ella hasta la noche. Pobrecita, no daba más y seguía. Fue una gran mujer. Cuando estaba muy enferma yo me acostaba al lado de ella. Y siempre lo mismo: Aurorita, contame un cuento verde. Soy muy buena para los cuentos verdes... Y cuando no me pedía que contara un chiste, me decía: Aurora, háblame de Heráclito. Le encantaba que le hablara de Heráclito y el tiempo. Yo le decía: "El tiempo es una entidad, una cosa, metafísica, más allá de la física. Eva, el tiempo no corre, el tiempo está tenso. En cambio, nosotros y las cosas nos vamos". "Ay Aurora", me decía Eva, "cómo me gustaría ser heracliana para no irme tan pronto".
Y poco más tarde, al terminar la entrevista, Aurora Venturini le decía a Liliana Viola:
-Fijate cómo ponés que yo digo de que en casa éramos todos retardados. Tengo algunas hermanas que viven todavía y que no piensan como yo.
En la entrega del premio en un teatro de la Recoleta, una jovencita le preguntó a Venturini si no pensaba escribir algún día en computadora.
-¡Pero si justo acabo de escribir mi primera novela completamente a máquina! ¿Computadora? No. No quiero nada de eso. Les tengo temor. Soy medievalista. Algo adentro habita en las máquinas. ¿Vos creés en Dios? Tenés que creer, nena.
"Venturini narra con una prosa que pone en peligro todas las convenciones del lenguaje literario", comentó Alan Pauls, del jurado.
Al final de la velada, otra joven se acercó a preguntarle a la inesperada vencedora qué pensaba qué ocurriría cuando la leyeran.
Respuesta de la candorosa, joven, terrorífica señora:
-Yo creo que se van a caer de culo.
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