jueves, 25 de febrero de 2016

Güido Tamayo recupera en esta novela los juegos de la infancia

Diana Rey y Güido Tamayo
en Cartagena de Indias

 

Güido Tamayo recupera en esta novela 

los juegos de la infancia 

Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras) 

25 de febrero de 2016



– ¿Cuál es la idea central de su novela Juego de niños
– Recuperar ciertos momentos de la infancia para narrarlos y de esa manera confrontarlos. En general mitificamos la infancia como un momento plagado de felicidad, pero si bien es cierto que la hay, también lo es que descubrimos el dolor, la soledad, la traición, la violencia y la muerte. Esto hace que la infancia esté llena de luces y sombras. 
Güido Tamayo
– ¿Cómo surgió la primera idea de su novela? 
– Con un recuerdo que pujaba desde las entrañas por salir, el recuerdo de un niño/viejo, un muchacho que a causa de una enfermedad ha perdido gran parte de su motricidad y tiene dificultades para expresarse verbalmente y se ve avocada a ver el mundo desde sus limitaciones. Esa experiencia marcó mi idea sobre que la felicidad es arbitraria o por lo menos esporádica. De igual manera, que el mundo de los seres humanos está configurado con base a diferencias y que no hemos aprendido a convivir con ellas. Somos soberbios y torpes y seguimos creyendo que el universo es solo nuestro, desde nuestra única perspectiva. 
– ¿Cuánto tiempo invirtió en el proceso de creación, redacción y corrección? 
– Soy muy lento, corrijo mucho, tengo muchas dudas. Me tomó cerca de cuatro o cinco años ajustarla a su debido tamaño.

– ¿Allí hay trozos de su vida? 
– Sí, hay trozos de mi vida hecha a trozos. Pero obviamente esos pedazos de vida en la novela ya están doblemente modificados: por una parte, la memoria siempre viene editada por la imaginación, el paso del tiempo acomoda los recuerdos a su antojo. Y segundo, la necesaria transformación del recuerdo a las necesidades de la ficción. Es decir, la memoria es solo materia prima de la imaginación. 
– ¿Es una novela para todo tipo de lectores o para lectores especializados? 
– No existe ninguna dificultad ni conocimiento especializado que haga más fácil o comprensible mi novela. Solo la disposición inicial del lector a sumergirse en un mundo y a jugar con unas convenciones que le propone el lector. Quizá la única recomendación es que el lector ingrese sin prejuicios al universo de mis niños y sus travesuras. 
– ¿Es una novela para reflexionar sobre la vida, la infancia y las alegrías? 
– Pienso que sí, pero que la reflexión es un acontecimiento indisoluble del placer de la lectura, no una obligación ni mucho menos el propósito principal de la novela. Esta quiere principalmente narrar un mundo y unos personajes que lo habitan y le dan vida y desde allí conmover y si, hacer pensar al lector, en este caso, sobre su propia infancia. 
– ¿Cómo ve el resurgimiento de la nueva novelística colombiana? 
– No creo que haya un «resurgimiento», creo que la novela siempre ha estado ahí para bien o para mal. Lo que tú llamas «resurgimiento» es tal vez más mercadeo, promoción, atención de los medios, visibilidad de ciertos autores, aunque como siempre allí el equilibrio es desequilibrado. 
– ¿Sus primeras lecturas fueron de infancia fueron con qué autores? 
– Tengo como una huella imborrable un libro de historias de horror y crimen titulado «Historias que mi madre nunca me contó», una antología magistral de don Alfred Hitchcock. Después Salgari hasta ya desembocar en la adicción total con El túnel de Ernesto Sábato. 
– ¿Cómo logró entrar al mundo de las letras: escribiendo cuentos o poesía? 
-No estoy muy seguro de haber ingresado ya, pero si es así, se lo debo a las formas breves: el cuento y la novela breve. 
– ¿Ha intentado alguna vez escribir teatro? 
-Jamás.




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