Patricia Highsmith
Pájaros a punto de volar
Traducción de Isabel Núñez.
Anagrama. Barcelona, 2002. 200 páginas
El suspense y la intriga están desterrados de estos relatos de juventud, en los que hace gala de una madurez tanto personal como artística que muchos autores no logran atisbar ni siquiera en sus creaciones postreras
19/06/2002|
Patricia Highsmith, por Gusi Bejer
Si en Inglaterra Agatha Christie es la “gran dama del suspense”, en los Estados Unidos lo es la texana Patricia Highsmith (Mary Patricia Plangman). La publicación en 1955 de The Talented Mr. Ripley suponía la definitiva ruptura entre los modelos detectivescos británicos y norteamericanos que, desde Poe, habían discurrido por senderos paralelos cuando no idénticos. Después seguirían títulos como Ripley Under Ground (1970) o The Boy Who Followed Ripley (1980). Pero además de estas novelas memorables, Highsmith escribió un buen número de cuentos, publicados en revistas, muchos de ellos recogidos en The Black House (1981) y Tales of Natural and Unnatural Catastrophes (1987).
El volumen que ahora se ofrece al público español no corresponde a la traducción de ningunos de ellos; se trata de una cuidada y acertada selección de relatos incluidos en el archivo que la propia autora bautizó como Oldest Short Stories 1945-1955. La fecha adquiere una significación especial, pues si bien muchos de ellos se publicaron décadas después de ser escritos -también se incluyen algunos inéditos-, representan buena parte de la más temprana producción de la creadora de Ripley.
Lo que el lector encontrará en estos cuentos se distancia tanto como antecede y asemeja a su posterior producción. El suspense y la intriga están desterrados, pero al mismo tiempo el interés por estudiar la psicología humana, que llegará a constituir la piedra angular de sus novelas de misterio, se revela como la fuerza motriz de su creación artística. Se trata de cuentos escritos por una joven veinteañera -pese a las fechas 1945-1955, fueron escritos entre 1938-1949 según la bibliografía incluida en la “Introducción”- pero en los que hace gala de una madurez tanto personal como artística que muchos autores no logran atisbar ni siquiera en sus creaciones postreras.
Nos encontramos ante catorce historias con el común denominador de retratar a personajes necesitados de cariño que buscan obsesivamente una afectividad que les parece negada. “Nadie tiene tiempo para los demás, ¿No?” manifiesta Edith en “La puerta siempre abierta (sin felpudo de bienvenida)”. El nihilismo es la constante en la existencia de estos personajes, pero lejos de asumirlo e incluso recrearse en él, como ocurre en buena parte de la literatura posmoderna de finales del XX, los “héroes” de Highsmith se revelan contra su destino e intentan desesperadamente encontrar la felicidad. ésa es la obsesión de Aarón, el protagonista de“Una mañana extraordinaria”, un taxista de Nueva York que escapa sin rumbo fijo hasta recalar en un pequeño pueblo donde se hace amigo, de la forma más inocente, de una niña, lo que supondrá el recelo de los vecinos y la huida en busca de un nuevo paraíso. Este tipo de relaciones entre adultos y niños, si bien de manera menos cándida, volverá a repetirse en “Un hombre muy agradable”.
La complejidad de las relaciones humanas queda diseccionada en “Los pianos de Steinach” y “Noche tranquila”. En el primero de ellos una joven soñadora no tiene recato alguno en intentar “quitarle”, por segunda vez, el novio a su hermana. En el segundo la necesidad de compañía motiva renunciar a la “justa” venganza... o tal vez represente el más genuino antecedente de la lucha entre el bien y el mal a la que se verán abocados sus personajes en futuras novelas. “El arte -manifestó la autora- no tiene nada que ver con la moralidad, las convenciones o las intenciones moralizantes”, una máxima que siempre llevó hasta sus últimas consecuencias, pero no por ello dejará el lector de plantearse más de un interrogante sobre estos aspectos. Y no sólo respecto a estos relatos, también al leer “El punto fijo de un mundo en rotación”, “El coche”, “Un gran castillo de naipes”...
Pero es sin duda en “Pájaros a punto de volar”, el relato que presta su título al volumen, donde encontramos la más descarnada expresión de la lucha del individuo por escapar a las circunstancias y forjar su propia vida. Don, el protagonista, espera día tras día que llegue la ansiada carta de su amada Rosalind. Su buzón está siempre vacío, mientras en el de su vecino la correspondencia se amontona. Un impulso irracional le lleva a robar una de las cartas. Es de una joven desesperada, como él mismo, por no recibir respuesta alguna del auténtico destinatario. Don suplanta la personalidad de su vecino y contesta con un lacónico “Te quiero, Edith”. Incluso llega a concertar un encuentro con la desconocida... cuando llega la esperada carta de Rosalind. Pero sus ensoñaciones no se ven recompensadas. Ni las de Edith.
Por fortuna es cada vez menor el número de quienes consideran a los autores de misterio como creadores de segunda fila. Estos cuentos despejarán cualquier duda que todavía se pudiera albergar
EL CULTURAL
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