Guillermo Martínez Barcelona. 2019 Foto de MASSIMILIANO MINOCRI |
Guillermo Martínez
GANADOR DEL PREMIO NADAL 2019
“El pensamiento mágico está avanzando demasiado”
El escritor argentino logra el galardón literario en su 75ª edición con 'Los crímenes de Alicia'
Carles Geli
7 de enero de 2019
Para el escritor argentino Guillermo Martínez, la realidad “tiene un punto ambiguo”, hasta siniestro. “La conjetura siempre ocupa un lugar de lo real; eso es una constante en mi obra, que suele tener dos versiones o puntos de vista: ¿hasta dónde es verdadero lo conocido?”, se pregunta el autor del long seller Los crímenes de Oxford. Siendo matemático de profesión, la duda tiene su qué. Tarde o temprano estaba llamado a cruzarse con otro colega literario, Lewis Carroll, y su Alicia en el país de las maravillas que, obviamente, “tiene sus puntos oscuros, como el Sombrerero Loco, y una genial ironía de los personajes, la torcedura del lenguaje, las deformaciones y la burla a los lugares comunes de la educación...”. Total, que también podía ser un escenario en el que el celebrado profesor de lógica Arthur Seldom y el estudiante de matemáticas G, protagonistas del libro que llevó a la pantalla Álex de la Iglesia, investigarán ahora sobre unos asesinatos que acaban con quienes trabajan sobre unos manuscritos personales de Carroll. Es la base de Los crímenes de Alicia, con la que el domingo ganó los 18.000 euros de dotación del 75º Premio Nadal, convocado por Destino, que lo editará el 5 de febrero.
“Solo un sobrino de Carroll pudo leer sus diarios completos tras perderse cuatro cuadernos que nunca más han sido recuperados; unas sobrinas-nietas fueron arrancando las páginas comprometidas, pero iban anotando los secretos que eliminaban, y esos papeles dan pie a la trama de ficción”, expone Martínez (Bahía Blanca, 1962), que ha creado en la novela una hermandad, a la que pertenece Seldom, inspirada en la Real Sociedad Lewis Carroll.
Que el autor de La muerte lenta de Luciana B. o Una felicidad repulsiva vuelva a abordar los límites del conocimiento es más chocante en estos tiempos en que solo se quieren certezas y todo parece fácilmente demostrable y unívoco. “Siempre hay cierta limitación al saber y, ante ello, la tentación es abandonar la ciencia; pero esta debe buscar caminos alternativos: de la imposibilidad de resolver ecuaciones de quinto grado en los polinomios surgieron los números imaginarios... De lo imposible, a veces, surgen nuevos paradigmas”. Detecta Martínez, sin embargo, que hoy “está avanzando mucho, demasiado, el pensamiento mágico: la astrología, los medicamentos alternativos o ese rechazo absurdo a las vacunas que se está dando en la clase media de todas partes; buscamos certezas y verdades absolutas y las redes sociales siempre te dan un posible argumento para ello”. Son ellas, en su opinión, las que explican estas actitudes acientíficas, al generar “el superdesarrollo del yo individual: cada grupo halla su reafirmación porque se junta con los que piensan igual; hoy, en la Red, un caníbal encuentra siempre a quien quiere ser comido”, expone gráficamente.
Sorprende que para vehicular estas reflexiones, Martínez use el thriller policiaco y al estilo inglés. “Ese género tiene cierta vinculación con la filosofía, me permite poner en contacto la intriga y el argumento con tesis de las que puedo hablar amablemente sin llegar a hacer una novela de ideas; toda obra policiaca permite una reflexión sobre el conocimiento”.
Tercera entrega
El fantástico borgiano, la obra de Leo Perutz (también matemático) y los mundos de Witold Gombrowicz (“Cosmos, sobre todo”), Henry James y Umberto Eco son referentes de fondo y forma recurrentes en Martínez, que asume el influjo de la matemática en las estructuras de su libro y en ese ir acumulando capas de lectura. En Los crímenes de Alicia, admite, asoma hasta un antropólogo inglés, Willard van Orman Quine: “Visitó una isla con unos aborígenes que no habían tenido contacto con extranjeros; cuando vio el primero, se cruzó un conejo y el aborigen gritó: ‘¡Gavagai!’… Bueno, ¿qué significaba: conejo, raudo, un tipo de caza, un nombre, una invocación religiosa…? Era un problema irresoluble…”.
Seldom y G solo protagonizarán, dice, un libro más. Y será, bromea, “en un futurísimo”. “Ocurre que las felicidades de mi adolescencia van ligadas a lectura de libros así, y escribirlos, con su elemento de juego, me gusta”. Como le gustaba participar en los concursos literarios que hacía con sus tres hermanos, organizados por un padre que no compró un televisor para que sus hijos pasaran más tiempo leyendo. “Era comunista, muy irónico, con la cultura como valor supremo, que lo analizaba todo bajo una crítica despiadada. Nos inculcó desconfiar de ciertos valores y lo aparente…”. Ahí nació todo.
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