El cómic de Lorca: vida, muerte y homosexualidad, sin tapujos
Ian Gibson y Quique Palomo llevan a viñetas la vida del poeta sin dejar de lado sus aspectos más ocultos ni su asesinato
Jesús Ruiz Mantilla
Madrid, 8 de noviembre de 2018
La pistola de una mano anónima apunta a su cabeza, cara a la muerte. El resplandor como tímido fondo de un cauto amanecer no borra la negrura de la noche. Olivos, pedruscos y la sombra del poeta rodean la fosa en los alrededores de Alfacar (Granada). Por la contraportada desfilan el resto de víctimas que acompañaron a Federico García Lorca en la hora final. A paso lento, le sigue Dióscoro Galindo, el maestro republicano y cojo de Pulianas. Al fondo, un guardia de asalto sujeta en lo alto del vehículo a uno de los banderilleros anarquistas —Francisco Galadí o Joaquín Arcollas— que cayeron también en aquella jornada de odio, sangre y hiel…
Es el dibujo elegido en la portada de Vida y muerte de Federico García Lorca (Ediciones B), el cómic que Ian Gibson y el dibujante Quique Palomo han creado conjuntamente. Muestra a Lorca sin tabúes ni tapujos. Su infancia en la Vega de Granada y su juventud en Madrid como inquilino de la Residencia de Estudiantes. Familia y amores clandestinos; triunfos globales —España y América— y los fracasos de sus intimidades. La proteína de su obra y el desperdicio que supuso su caída a manos de un escuadrón asesino. Una inmolación, con señales de escarmiento, a manos, dice Gibson, “de la que el poeta había llamado poco antes la peor burguesía de España: la granadina”.
No es fácil dibujar a un mito. Todo el mundo guarda en la memoria cualquier gesto, una fotografía, el sintagma de una sonrisa. “Existe una iconografía lorquiana”, comenta Palomo. “Dentro de esas circunstancias hay cosas que resultan fáciles y otras no tanto. La primera es que lo puedes caricaturizar. Existe en él una relación entre las cejas y la frente muy característica. Algo pasa con su barbilla, también”.
“Su obsesión por la injusticia social era visible desde sus escritos iniciales, como su público y notorio antifascismo", asegura Gibson
Pero debe dar juego para 600 imágenes. “Con variaciones sobre esos elementos, se puede intentar”, asegura el dibujante. Y entre diversos escenarios que te conducen por una vida intensa. “Trazándole y estudiándole te das cuenta de que fue alguien que aprovechó su vida y sus circunstancias para ir a por todas”. Y eso que en ciertos aspectos no lo tuvo fácil. “Ser homosexual en las primeras décadas del siglo XX conllevaba demasiadas restricciones. Pero, por otra parte, eso produce en él unas revelaciones y cuestionamientos que enriquecen su obra”.
Su identidad sexual fue uno de los motores principales a exprimir en su afán creativo. “Todo un eje para el trabajo”, comenta Quique Palomo. Su crimen, también: “Aquella situación de caos y represión debía ser reflejada en nuestro cómic”. También el escarnio, enjaulado en una gélida coreografía de sombras, al mismo nivel que la alegría de vivir.
Como la que nos transmite desde su infancia, donde alternaba los juegos callejeros con su afición a representar misas. Su fascinación por los cómicos de la legua, los títeres y la música popular junto a un apego a la mística de la tierra y los arados, contagiada por su padre. O su juventud en Madrid, con sus inseparables Dalí y Buñuel. Anduvo enamorado del primero, con quien compartió escarceos y verdadera pasión, pero mosqueado a menudo con el otro, debido a ese empeño que tenía el aragonés en pasearle por burdeles para ahuyentar —o confirmar— sus sospechas de que fuera homosexual.
“Trazándole y estudiándole te das cuenta de que fue alguien que aprovechó su vida y sus circunstancias para ir a por todas”, según Palomo
Junto a ellos también desfilan por las páginas otros grandes cómplices del autor: Manuel de Falla, Andrés Segovia, Margarita Xirgu, sus poetas más o menos coetáneos… También amantes cruciales, caso de Emilio Aladrén. O los lugares donde se transformó y triunfó: Nueva York, Cuba, Buenos Aires. Un completo recorrido por la luz de su imán antes de que lo despeñaran en el martirio.
La complicidad entre Palomo y Gibson no ha fallado desde el primer momento: “Empatizamos enseguida”, afirma el hispanista experto en la figura del poeta. “Quique ya admiraba a Lorca, de modo que nada de empezar desde cero. Le pasé una sinopsis de su vida y obra y leyó mi biografía. En nuestras primeras sesiones decidimos poner mucho énfasis sobre la larga infancia del futuro autor en la Vega de Granada, raíz de su mundo. Y sobre la extraordinaria vitalidad creativa que le permitió elaborar en solo veinte años (1916-1936) un muy variado corpus literario hoy admirado y estudiado universalmente”.
Aparte de los temas ya mencionados, Gibson hace hincapié en otros: “Su obsesión por la injusticia social, visible desde sus escritos iniciales y su público y notorio antifascismo. La identificación con la Granada mestiza perdida desde 1492 y sobre la que Lorca creía que le había empujado a sentirse cerca de los perseguidos. Su compromiso con el programa cultural de la República y una incomparable combinación de dones, entre ellos, el de la música. La extraordinaria mezcla de lo popular y lo más contemporáneo característica en su producción…”, apunta el autor. Con ese deseo perpetuo de acercarse continuamente a lectores de todos los ámbitos y su afición al dibujo, a Lorca, sin duda, le hubiera encantado este guiño a la cultura popular en forma de cómic.
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