EL POEMARIO de Federico García Lorca no vio la luz hasta cuatro años después de su asesinato. Palabras encadenadas sobre multitudes que vomitan y orinan, espectáculos de desolación industrial y reflexiones en carne viva sobre el quién soy yo salidas algunas de la máquina y otras de la pluma del poeta. Escrito entre 1929 y 1930 durante su estancia de casi nueve meses en la ciudad de los rascacielos, el manuscrito de Poeta en Nueva York acaba de regresar a la ciudad natal de su autor, Granada, donde su fundación se encargará de custodiarlo. El periplo hasta llegar allí fue tortuoso. Solo en 1936, tras años de dudas, se decidió Lorca a publicar el libro. Cuando fue a entregar el manuscrito al editor José Bergamín, este se encontraba fuera de su oficina, en Madrid. Se lo dejó sobre la mesa con una nota, pero ya nunca más regresaría. En 1940, ya en el exilio, Bergamín consiguió publicar el título simultáneamente en México y EE UU. Pero por entonces él ya no poseía el documento original: se lo había regalado a un amigo, Jesús Ussía, que a su vez lo confió a quien sería su viuda. Ahí se pierde su rastro hasta que, en 1999, emergió en una subasta de Christie’s en Londres. Lo sacó a puja Manuela Saavedra, actriz amiga de la señora de Ussía. Los descendientes del escritor detuvieron la venta, reclamando sus derechos, pero perdieron el juicio. Tras el varapalo, en 2003 se decidieron a comprar el texto por 194.000 euros. Desde entonces Poeta en Nueva York se conservaba en Madrid, hasta el traslado de todo el legado de Lorca a la ciudad andaluza el pasado mes de junio.
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