viernes, 4 de agosto de 2017

Editores en verano / El caso de la isla de Herralde







El editor Jorge Herralde, retratado en 2015.
El editor Jorge Herralde, retratado en 2015. GIANLUCA BATISTA

El caso de la isla de Herralde

¿A dónde van los editores en verano? ¿Leen libros de la competencia? ¿Coinciden en resorts de lujo con escritores?


Laura Fernández
3 de agosto de 2018

Durante mucho tiempo circuló el rumor en el sector, esto es, entre escritores, editores y periodistas literarios, de que Jorge Herralde, el legendario editor de Anagrama, pasaba sus veranos en una especie de isla desierta junto a su mujer, Lali Gubern. La isla desierta no era en realidad una isla desierta, sino una isla de alquiler. Se decía que la fortuna del último mohicano de la edición española era tal que podía permitírselo. Pero ¿era cierto? “¡La isla existe!”, me asegura Silvia Sesé, desde Anagrama. ¿Tiene ella una isla desierta a la que mudarse en verano? No. Sus veranos son, “en esencia, breves”, tan breves que ni siquiera tiene tiempo de leer a la competencia. Este año piensa viajar con un único libro: Le lambeau, la novela que Philippe Lançon escribió tras sobrevivir a la matanza en la redacción de Charlie Hebdo.
Pero la isla existe. Seguro que Claudio López Lamadrid sabe de su existencia, pero no habla de ella. Habla, en cambio, de los libros que piensa leer este verano. “Mi ambición no tiene límites”, dice el editor al frente de la división literaria de Penguin Random House. Claudio no tiene una isla, tiene una casa en Comillas, en la que se instala cada verano. Pasa allí las cuatro semanas porque “con tanto viaje al año, pasarme casi un mes sin moverme no tiene precio”. ¿Y lee mucho? Demasiado. “Ya un par de meses antes empiezo a acumular sobre una mesa los libros que me propongo leer en verano y este año, cuando me puse a hacer las maletas, había más de 20”, dice. “Un auténtico disparate que se repite cada año”, añade. Es metódico. Intenta leer cada verano un clásico, un libro de poesía y una biografía, además de novelas, pero todo debe estar “interconectado”. ¿Algún libro de la competencia? “Me tiran mucho El libro del mar, que acaba de publicar Salamandra, y Pura vida, de Patrick Deville, en Anagrama”.
Con Pura vida en la maleta ha viajado Enrique Redel, de Impedimenta, al sur de Portugal, a un lugar cerca del cabo de San Vicente. “Hace poco coincidí en Lugo con los hijos del poeta gallego Uxío Novoneyra y estuvimos hablando de la generación de su padre, autores que había leído mucho cuando tenía 20 años y que me apetecía recuperar. Así que me he traído Bretaña, Esmeraldina y Arrianos, de Méndez Ferrín, y Galván en Saor, de Darío Xohán Cabana. Estoy releyendo también La saga/fuga de J. B., de Gonzalo Torrente Ballester, un libro increíble y creo que injustísimamente olvidado”, relata. “Leer es la actividad principal cada verano, de ahí que no elijamos destinos muy activos, sino sitios que ya conocemos y nos permiten desconectar”, admite. Esto parece una constante entre editores. Luis Solano, de Libros del Asteroide, también viaja cada año a Canido, al sur de Vigo, para no hacer otra cosa que leer, pasear y dormitar. ¿Y qué piensa leer este verano? Casi de todo. Desde La pastoral americana, de Philip Roth, hasta los Apegos feroces, de Vivian Gornick, pasando por La penúltima bondad, de Josep Maria Esquirol, en Acantilado. Hablando de Acantilado, Sandra Ollo, su editora, también viaja cada año a los mismos sitios: Navarra y el valle de Arán, y este verano lo hará con Creer que se cree, de Vattimo, “y el último libro de Muñoz Molina”. Subamos la apuesta, en lo que a veranear en los mismos sitios se refiere. La agente Mónica Carmona lo hace en una casa junto al mar, en Mallorca, que fue propiedad de un pintor inglés de origen sevillano que resultó ser un espía del MI5. Casi nada.
En cualquier caso, todos coinciden en que en verano se lee por placer, no por trabajo. Elena Ramírez (Seix Barral) viaja con el iPad cargado hasta los topes —“horror vacui o vicio lector”, dice— y un buen puñado de libros en papel. Este año, además de todos los del monje budista Thich Nhat Hanh (que lee cada mañana, “siempre después de 20 minutos de meditación”, especifica), sale de casa con los Grandes éxitos de Antonio Orejudo —“un autor infalible”—; La vida en tiempo de paz, de Francesco Pecoraro —“una recomendación”—, y Denuncia inmediata, de Jeffrey Eugenides —“una perdición”—, entre otros. “No hay mayor placer que despertarse por la mañana muy temprano y leer en la cama”, dice Ramírez.
¿Se despierta también temprano Herralde en su isla y lee en la cama? No lo sabemos, lo que sabemos es que este año leerá a la vez por placer y por trabajo “los extensos diarios de Chirbes”. Viene siendo habitual que sus lecturas de verano sean “manuscritos de la editorial o libros en francés, inglés o italiano con previsible destino en Anagrama”, dice. “Un año se produjo una ruptura de stockpero me acompañaban, como precaución, dos tomos de la Recherche de Proust en la edición de La Pléiade”, añade. Pero acabemos de una vez con la leyenda, ¿tendrán las lecturas lugar en una isla de alquiler? Le imagino sonriendo. Dice: “Las lecturas tendrán lugar en el resort de una diminuta islita caribeña”, en cuya “larguísima” playa, informa, “Lali y yo vimos a veces chapoteando a Ken Follett y a su tribu: esposa, hijas, familiares y amigos”. Vaya, así que la isla existe e incluye a Ken Follett. Maravilloso.

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