Sam Shepard |
Adiós a Sam Shepard,
una mente renacentista
El dramaturgo, poeta y actor, fallecido esta semana, fue un talento único
Fue la única vez que por casualidad me encontré cara a cara con una estrella de Hollywood. En el aeropuerto de Dallas-Fort Worth esa noche de noviembre de 1989 los vuelos estaban atrasados varias horas debido a la intensa nevada. Por los altoparlantes anunciaron que, pese a las demoras, ningún vuelo había sido cancelado. Los comercios permanecían abiertos. A uno dedicado a la venta de productos típicos de Texas entré buscando un regalito, porque en los aeropuertos uno compra cosas solo cuando está aburrido o tiene sed. En un rincón del local, mirando botas de cuero hechas a mano, reconocí a alguien imposible de pasar por alto, por más que estuviera vestida de manera sobria, camuflada para intentar ser parecida al resto de los mortales. Era Jessica Lange, quien por entonces figuraba en la lista de las actrices mejor pagadas de Hollywood, y que estaba en lo alto de la ola tras haber acumulado cuatro nominaciones al Oscar.
Tal vez porque la gente solo estaba preocupada en el clima y en la salida de su avión, nadie había a su alrededor. Creo que viajaba sola. Tal como los niños cuando ven a su ídolo futbolístico, me acerqué y le pregunté de manera escueta: "¿Jessica Lange? "Sonrió, por compromiso, supongo, y me dijo "sí". Tras un silencio de segundos que parecieron horas, agregué: "Me encantó King Kong". Sorprendida, creo, respondió: "Gracias".
Amagando como que me iba, a manera de posdata, para ella muy bienvenida, dije: "Dile a Sam Shepard que me encanta su teatro". Lange volvió a sonreír y soltó su tercer monosílabo: "Gracias". El mínimo diálogo terminó ahí, con un silencio instantáneo como única despedida. Los vuelos se reiniciaron hora y media después.
Jessica Lange y Sam Shepard estuvieron juntos desde 1982 hasta 2009, tuvieron dos hijos y pasaron casi tres décadas viajando juntos en una montaña rusa. No mucho tiempo antes de morir, el pasado jueves 27 de julio a causa de esclerosis lateral amiotrófica, el multi talentoso Shepard dijo que Lange era la única mujer que había sabido entenderlo y tratarlo como se debe, incluso en los peores momentos. Su romance, que la vida se encargó de cortar antes que la muerte, será algún día motivo de una historia a ser contada en cine, como las varias notables que Shepard escribió, Fool for Love (Extraña pasión) y Paris-Texas, entre las más notables. Sam Shepard (quien también trabajó con Michelangelo Antonioni en el guión de Zabriskie Point) fue un personaje sui generis en la industria del espectáculo, una de esas rara avis con inmenso talento que aparecen muy de vez en cuando y logran salir ilesos del desgaste asociado al paso del tiempo. Como los que son en serio en lo que hacen, supo reinventarse sin perder vigencia ni convertirse en mercancía de la nostalgia.
Shepard, quien detestaba la celebridad y las redes sociales, murió a los 73 años de edad, pero mantuvo intacta hasta el fin la capacidad creativa. A la hora de hacer un recuento de su carrera resulta difícil saber por dónde empezar. Fue bueno en todo lo que hizo, por lo que uno se pregunta, y más bien le hace la pregunta a la posteridad: dentro de cien años, ¿por qué aspecto será recordado? Por sus obras teatrales, seguramente.
Shepard escribió más de cincuenta (los manuscritos de las cuales están en los archivos de la colección Harry Ransom de la Universidad de Texas), desde la primera, Cowboys estrenada en Nueva York en 1964, hasta la última, A Particle of Dread, de 2013, variación del mito de Edipo, que tuvo a Stephen Rea (El juego de las lágrimas) como protagonista en su estreno en Irlanda del Norte. Entre las principales hay que citar The Curse of the Starving Class (1978), True West (1980), A Lie of the Mind (1985), y Buried Child (1978), por la cual ganó el premio Pulitzer, obra que confirmó su pole position entre los dramaturgos estadounidenses de la modernidad última.
En Kansas hace mucho vi una excelente versión de La turista (1967), obra críptica en más de un aspecto, con la que no buscaba complacer a la audiencia sino hacer que el lenguaje teatral diera un paso adelante, y lo lograba. Su dramaturgia aportó al gran teatro estadounidense una lectura lírica y milimétrica de la decadencia de los valores familiares en una sociedad vista por el autor sin ojos maniqueístas, pues nadie quedaba librado de responsabilidad del estado de las cosas. A partir de un hieratismo exasperante para muchos, Shepard, igual que los grandes filmes sobre cowboys y vidas solitarias en el Lejano Oeste, puso al individuo en el centro de una debacle en desarrollo, en la cual no había vuelta atrás y solo quedaba por vislumbrar qué tipo de derrota iba a triunfar. En ese mundo de seres reales, de almas nómadas en la desesperación, nada tiene solución, por lo que solo resta aguardar la expansión de la catástrofe.
Lo mismo que los personajes que creó para el teatro, los que Shepard interpretó en cine iban también por ese lado, caminando en medio de un cruel paréntesis entre la desesperación y una concepción cínica, incluso nihilista, de la realidad, aunque su papel más exitoso en cine, como el piloto de la Fuerza Aérea Chuck Yeager, en la película The Right Stuff (Los elegidos de la gloria, 1983), representó el optimismo estadounidense previo al envío de los primeros hombres al espacio. Su labor más lograda la consiguió en Days of Heaven (Días de gloria, 1978), de Terence Malick, la cual ocupa el puesto 49 en el ranking de la BBC de las mejores películas estadounidenses de todos los tiempos. Allí Shepard interpretó a un moribundo granjero, con una mesura gestual al estilo James Stewart y Gary Cooper. Su labor, llevada a cabo con impecable sobriedad, modelo maestro de verosimilitud para un papel frecuentado por el cine, le abrió aún más las puertas en Hollywood, y a partir de ahí su carrera cobró nueva dimensión.
Después vinieron Frances (1982), en cuya filmación conoció a Lange; Country (1983), también con la actriz, uno de los mejores filmes que Hollywood ha hecho sobre la vida rural y que Ronald Reagan consideró era un ataque a su política agropecuaria; Fool for Love (1985), una de las películas menos exitosas y más formidables de Robert Altman; Crimes of the Heart (Crímenes del corazón, 1986), con extraordinario elenco femenino encabezado por Lange, Sissy Spacek, Diane Keaton y Tess Harper; la poco vista Defenseless (1991), en mi opinión uno de los mejores trabajos realizados por Shepard; y Thunderheart (Corazón de trueno, 1992), por nombrar solo algunos en una filmografía compuesta por cuarenta y pico de películas. Todavía falta verse You Were Never Here, filmada en 2014, y que recién se estrenará este año.
En 2015, ya con la devastadora enfermedad encima, Sam Shepard comenzó la filmación de Bloodline, serie estrenada en Netflix ese año. Debido al empeoramiento de su salud, su personaje, el patriarca Robert Rayburn, "murió" en la segunda temporada. Ante su ausencia, los libretistas debieron reconfigurar la historia, pero la intensidad dramática cayó en picada, por lo que la tercera temporada fue la última. Los 13 episodios que tienen a Shepard como núcleo dramático central son el canto del cisne de una figura con carisma, genio y originalidad creativa, atributos que no se ven juntos muy a menudo.
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