Proust logró contarnos la totalidad a través de las trivialidades humanas. Su gran revolución literaria fue construir una obra de conjunto combinando con éxito indiscutible; el relato y el ensayo.
Marcel Proust
DEL ONANISMO A LA TRANSCENDIA LITERARIA
Por Luis Alberto Miranda
Mediaisla, 26 de enero de 2013
La transición del siglo XIX al siglo XX produjo maravillosos novelistas. Junto con Joyce, Marcel Proust produjo una literatura que rescató a la humanidad de ciertos estereotipos vergonzosos, como el elitismo y la pudibundez victoriana cargada de prejuicios económicos, sociales y políticos, pero sobretodo de falta de humanidad, es decir, incapaz de profundizar sobre la verdadera naturaleza física y emocional de los seres humanos. Marcel Proust con su obra y aún con su propia vida ratificó una nueva axiología sobre el hombre mismo. El salto es revolucionario, ya no tenemos que esconder nuestra naturaleza ni avergonzarnos de cumplir con nuestras funciones fisiológicas, ni esconder nuestra sexualidad.
En busca del tiempo perdido, una novela de tres mil páginas en siete tomos, recrea maravillosamente esa transición de dos siglos y renueva la literatura con respecto a las magnitudes del tiempo y el espacio, ofreciéndonos novedosas nociones y enfoques trascendentales que han dejado una profunda marca en la literatura posterior, especialmente durante el siglo XX.
Pero si lograron escapar a aquellos prejuicios literarios no han podido trasegar con unos nuevos. Respecto a las obras de James Joyce y de Proust, se ha difundido el estigma que su lectura es muy difícil y aburrida por ser obras muy extensas, esto sin tener en cuenta las dificultades que demanda la vida urbana moderna donde dedicarse a leer las obras de estos maestros requeriría de un año sabático o como decía el mismo hermano de Proust habría que estar guardando cama. Estos prejuicios provienen de aquellos que no los han leído o que hacen parte de los modernos ejércitos de ciudadanos de las grandes urbes que trabajan largas jornadas para sobrevivir en las actuales sociedades de consumoy regresan en la noche a alienarse frente a un televisor con la complicidad de un mullido sofá que aniquila la voluntad y el movimiento.
Así como Freud abre inmensas puertas al conocimiento de nuestra mente consciente e inconsciente, Proust coloca su mirada en la estructura íntima de nuestros resortes sicológicos. Proust logró contarnos la totalidad a través de las trivialidades humanas. Su gran revolución literaria fue construir una obra de conjunto combinando con éxito indiscutible; el relato y el ensayo.
Los afortunados que se le midan a la lectura de la obra, a pesar de las malas consejas, se llevarán magníficas sorpresas comenzando por la diversidad de facetas de sus personajes. Proust es una especie de fotógrafo literario que retrata con pacientes pinceladas maestras una sociedad elitista de la que se burla abiertamente, precisamente lo contrario de lo que dicen muchos de sus detractores. Su obra no es elitista, su obra es una crítica mordaz de esa sociedad aristocrática. Se burla inmisericorde de los burgueses y observa y retrata de manera íntima a los humildes. Baste recordar a la empleada domésticaFrancoise, al diplomático Norpois o a esa caterva de personajes cuya entonación afectada y maneras excéntricas relucen enLegradin. Proust no perdona a nadie haciendo gala de un humor típico de Rabelais, paseándose con gran desenvoltura por los lujosos salones de la alta sociedad, los pequeños saloncitos de medio pelo y hasta los burdeles donde convergen los más disímiles personajes. Sus descripciones son exactas, van al punto y están llenas de picardía. La magdalena de Proust es reconocida en el mundo literario así como recordamos los riñones que encantaban el paladar de Leopold Bloom en el Ulises de James Joyce.
La manera como Proust maneja sus descripciones provoca saltos atemporales entre dos o más experiencias donde se conjuga el yo presente con el yo anterior, el instante presente en el que se vive esa experiencia y el momento pasado que queda archivado en nuestro inconsciente como una realidad paralela de la que no podemos desprendernos.
La psicología para Proust es una psicología en el tiempo. Sin caer en un determinismo se remite al hecho mismo de que existimos en un tiempo determinado que condiciona nuestros espacios, pero que gracias a la imaginación podemos convertir en mundos paralelos que coexisten y por eso sus personajes al igual que en la comedia humana de Balzac se desplazan de un texto a otro texto, de un libro a otro libro, de un tiempo a otro tiempo-espacio donde los seres humanos simplemente pasan pero se transforman permanentemente.
Desde sus frustraciones iniciales como narrador hasta el final de su obra hay un proceso que conlleva al surgimiento del escritor.
Marcel Proust fue un niño débil, muy frágil, constantemente asediado por el asma, enfermedad que obliga a los cuidados incesantes de su madre y su abuela con quienes establece no solo un fuerte lazo sentimental sino una estrecha y profunda relación intelectual. Las dos son amantes de las buenas letras, sus conversaciones traen a colación los textos clásicos de los grandes maestros en su vida cotidiana. Mantienen una muy especial relación espiritual, buscan superarse continuamente y enriquecerse la una a la otra en un mutuo diálogo que llega al corazón y a la mente de Marcel. Para él, el colmo de la miseria es estar separado de su madre. Esta relación aparece en algunas metáforas de En busca del tiempo perdido donde se retrata el niño angustiado y confundido en escenas como la del beso en Del lado de Swann, que revela hasta qué punto se convierte en un profundo conocedor de las pasiones humanas.
El nerviosismo y la exacerbada sensibilidad de Marcel, ofenden a su padre quien prefiere el temperamento fuerte y resuelto del hermano menor Robert, quien es totalmente opuesto a Marcel y quien seguirá los pasos de su padre Adrián en el campo de la medicina.
Los médicos de aquel tiempo tenían una noción equivocada del asma y la ven como una enfermedad neurótica que ataca a personas morbosas por lo que Marcel prefiere ser su propio médico antes que someterse a las prescripciones de higiene moral que retrata en los grotescos doctores de En busca del tiempo perdido.
Se droga con polvo vegetal alucinógeno, narcóticos y barbitúricos en dosis excesivas que podrían matar hasta un elefante, pero frente a estas crisis de asma hay un enamorado de la naturaleza que se excita con ella como si fuera una mujer, el sanitario en el que se masturba huele a lirios y se imagina que su semen toca las hojas de las grosellas salvajes. Relaciona a la mujer con los yuyos que despiertan el placer y ve cómo la mujer sale de la tierra como una erupción primaveral. Los espinos traen a su mente a Gilberte y a la duquesa de Guermantes, establece un vínculo primigenio entre las flores, las plantas y las jovencitas pero vive amenazado por el terrible pecado del onanismo y sus problemas de asma, ambos estereotipados por los prejuicios y la ignorancia de la época.
Desde los abismos insondables de estos dos peligros se levanta el espíritu humano capaz de producir una de las más influyentes obras de la literatura. Una donde el ser humano es diseccionado en sus más íntimas fibras del tejido emocional, donde se desnuda el alma del hombre, sus fortalezas y virtudes así como sus miedos y debilidades. Ante el carnavalesco panorama de las incongruencias humanas, Proust arriba a la conclusión de que la vida en sí misma, la vida al final, develada y revelada, la inequívoca vida vivida a plenitud, entonces, es la literatura. Una coincidencia afortunada con Oscar Wilde para quien el sentido de la vida es el arte y la literatura.
El narrador en Proust y solo después de tres mil páginas de carreras y revueltas en el escenario de sus mundanos personajes, se convence de su capacidad como escritor y pendiente ahora solo del estilo, afirma que éste es para el escritor lo mismo que el color para el pintor, no es problema de técnica sino de la visión misma del artista.
En busca del tiempo perdido lleva implícita una gran dosis de idealismo, un crecimiento espiritual lleno de fracasos y desilusiones, pero es un medio de aprendizaje, una epistemología, una teoría del conocimiento. Es la creación artística la que nos permite conocer. Para Proust y para Joyce, los primeros pasos del artista descomponen el proceso creativo que luego quedará atrapado por los condicionantes históricos, y sometido a la presión de las determinaciones sociales y los prejuicios reinantes.
A partir del siglo XX y con las teorías del psicoanálisis freudiano, la teorías del valor de Marx y los reflejos condicionados de Pavlov, el novelista pasa a ser un títere del inconsciente y de la lingüística, pero Proust está en medio del racionalismo y el empirismo, su lucha es por esclarecer los nexos entre lo intuitivo y lo racional mediante el análisis de los efectos y no de las causas. Su empirismo es el comienzo y el fin de una obra circular que comienza con sus experiencias sensoriales y termina con un proceso racionalista que se convierte en un descubrimiento literario y en una nueva forma de aprendizaje. El valor de la obra Proustiana encierra una visión apocalíptica inmersa entre el humor y las pamplinas de una sociedad que transita entre dos siglos mientras un verdadero maestro la retrata inaugurando la novela moderna que aún mantiene viva la controversia. Más allá del relato del tiempo muerto con el que comienza Del lado de Swann; perduran esos personajes caricaturizados en su íntima esencia trascendiendo hasta el tiempo vivo de la literatura moderna.
MEDIAISLA
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