sábado, 30 de diciembre de 2023

Stephen King / El hombre del traje negro / Reseña








Stephen king
EL HOMBRE DEL TRAJE NEGRO
CUANDO UNA ABEJA TE PICA
Ilustraciones de Ana Juan

HSHS
Rocío T. Cortavitarte
22 Sep, 2017






El hombre del traje negro (Nórdica, 2017), de Stephen King, busca formas alternativas de crear angustia a partir de la idea inicial de Nathaniel Hawthorne(1804-1864) en su alegórico relato El joven Goodman Brown (1835, también incluido en esta edición). Como cuento aislado, El hombre del traje negro nos ofrece algunas lecturas interesantes. En comparación con el original, abandona el pesimismo calvinista de Hawthorne y se adentra en nuevos (y melodramáticos) espacios, quizás más acordes con los de nuestros tiempos.































En 1994 Stephen King se encuentra ante la posibilidad de publicar un relato en la conocida revista The New Yorker (revista en la que la ilustradora de esta edición, Ana Juan, es destacada portadista). Ávido lector de clásicos e inspirado por la anécdota que un amigo le contó sobre su abuelo, reescribe uno de sus relatos favoritos, obra del enigmático Nathaniel Hawthorne. De entre otros escritores de la época como Edgar Allan Poe o Herman Mellville, Hawthorne destaca por su afinidad con King en un aspecto sustancial de su obra: es un escritor regionalista. Nueva Inglaterra, tierra madre de ambos autores, es el paisaje de fondo ideal para sus historias de terror. Esta tierra yerma, habitada por la superstición, se convierte en un elemento clave de su literatura, adquiriendo características propias como si de otro personaje se tratara.

Me atrevería a decir que la conclusión es de un pesimismo amargo, aunque no siniestro. Acercándonos, aunque sólo ligeramente, a Hawthorne, la aparición del Diablo podría deberse al «pecado» cometido por el niño al desobedecer. La bifurcación del bosque se convierte así en el punto más profundo de nuestro ser, en la elección entre el Bien y el Mal. Sin embargo, mostrarlo como la única culpa de un niño pequeño, no tiene efecto moral, suena a excusa: «A oscuras, oigo una voz que susurra que el niño de nueve años que fui tampoco había hecho nada por lo que justamente debiera temer al Diablo… y, aun así, el Diablo vino». El Diablo siempre acecha como un Otro abyecto, una ficción inventada por Stephen King para asustarnos en la tranquilidad de nuestras conciencias. El Diablo de Hawthorne no viene, el Diablo está. Nosotros hemos ido en su busca.

He aquí cuando nuestro prolífico autor se separa de su antecesor y se acerca más a otro nuevo género, menos vinculado al aspecto filosófico o religioso de la sociedad puritana norteamericana y más vinculado a la masas globalizadas. Gracias al añadido estético, a mi entender acertado, de la abeja como alegoría del azar, lo que consigue angustiarnos en el relato es la triste sensación de que la vida es injusta y que el sufrimiento es aleatorio, elijas el Bien o el Mal.

En este punto, es muy interesante destacar el significado de la madre del pequeño protagonista de El hombre del traje negro, homóloga de la esposa de Goodman Brown, Faith. Ambas mujeres representan un modelo de referencia y bondad; sin embargo, en ambos relatos el Diablo se divierte en mostrarnos que son humanas, débiles, pecadoras. En El joven Goodman Brown el protagonista pierde alegóricamente su confianza en Faith, la fe. En El hombre del traje negro la historia se subvierte. La madre que ha dejado de ir a misa, desconsolada tras la muerte de su hijo mayor, acaba siendo convencida por su hijo pequeño para volver a recurrir a la fe como protección ante el Diablo. No parece ser una protección del todo efectiva, pero en esta historia nos sirve para engañarnos mientras el Diablo se apuesta a los dados cuál va a ser la vida que destruirá hoy.

En El hombre del traje negro Stephen King nos libera de la pesada carga moral que puso el santurrón de Hawthorne sobre nuestros hombros y nos coloca en un plano de sufrientes mortales, mostrándonos que el debate religioso está pasado de moda. En realidad, en nuestra actualidad gobernada por el pragmatismo, poco importa si existen el Mal o el Bien en nosotros. Todos queremos entender cómo hacer frente a la fatalidad de la vida. Ya nos lo dice Stephen King: hagamos el mal, porque al Diablo le parece más apetitosa la gente buena.

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