jueves, 28 de diciembre de 2023

"Billy Summers" / Una novela fuera de género de Stephen King

 


"Billy Summers", una novela fuera de género de Stephen King

Billy Summers es una novela de crimen por encargo, con algo de western y de subgénero "último trabajo". Un Stephen King que ya no le teme a nada ni se esconde en la corrección política.

Mariana Enriquez
6 de marzo de 2022

La nueva novela de Stephen King, Billy Summers, no es de terror. Ni siquiera roza lo sobrenatural, salvo en un guiño cuando el protagonista viaja a Colorado y se aloja en una casa cercana al lugar donde alguna vez estuvo el hotel Overlook, escenario icónico de El Resplandor. Ocurren cosas horribles y crueles y violentas, sí, porque Billy es un asesino a sueldo, ex francotirador en Irak, con un código moral (sólo mata a “hombres malos”) bastante dudoso porque, ¿cómo mide la maldad un hombre que cobra por asesinar? Esa ambigüedad, esa simpatía por el anti héroe es uno de los logros de la novela que no tiene intención alguna de levantar el dedo y, sin ambivalencia, propone un viaje donde Summers siempre es el buen tipo con un trabajo espantoso.

No es la primera vez que King escribe una novela fuera del género que lo hizo famoso. Y no estamos hablando de novelas de terror realista, como Cujo o Rabia o incluso Misery, donde no hay fantasmas pero sí hay horror. Billy Summers es un thriller de mafiosos y crimen por encargo, con algo de western y del sub-género “último trabajo”. Como el crespuscular Los imperdonables, la película de Clint Eastwood: un contrato final, que de alguna manera es el cierre de una etapa de la vida o una redención. Y que, por lo general, no sale del todo bien. King es muy bueno fuera del terror, aunque a veces no puede consigo mismo, como en Mr. Mercedes, que prometía como trilogía policial y se desfiguró hacia el asesino con poderes mentales. Pero La redención de Shawshank o El cuerpo, por ejemplo, son excelentes nouvelles realistas (y las dos grandes películas además). También lo hizo en la magnífica Dolores Clairborne, sobre una mujer acusada de asesinato y la relación con su hija víctima de abuso. Billy Summers no es una nouvelle: tiene casi 650 páginas. A diferencia de muchos de sus libros más recientes, las últimas cien no las utiliza para una larga persecución o una secuencia de acción prolongada. O si, pero lo hace con sutileza narrativa, con falsos finales, con detalles vívidos y tristes. Porque hay que saber algo de Billy: acepta este último trabajo, derribar a un hombre bastante gris en la puerta del juzgado desde una oficina que le queda enfrente, entre otras cosas porque el pago es una barbaridad de dinero, casi dos millones de dólares y porque, aunque no está claro el por qué, Billy necesita otra vida. Y, casi sin quererlo, la tapadera que le ofrece su jefe, el mafioso de Las Vegas llamado Nick, lo acerca a esa vida que quizá secretamente desea. Billy es un asesino que lee a Émile Zola. Así dicho parece una zoncera, pero funciona, como funcionan muchas cosas en esta novela que están al borde de ser capaces de arruinarla y sin embargo King aún conserva una muñeca de narrador tan poderosa que, cuando está iluminado –y lo está- hacen falta muchos más sacudones para que falle el andamiaje.

Nick propone lo siguiente: mientras se prolonga la espera de la víctima en un pueblo del Sur, Billy debe fundirse con la comunidad –sin exagerar: Billy está un poco sensiblero y se acerca demasiado a sus vecinos y familia, quizá por eso es momento de retirarse- con una identidad falsa, claro. Y es la de un escritor que está en el pueblo terminando una novela, de trama secreta, por la que le adelantaron mucho dinero. A Billy le cuesta aceptar el trato, además él finge ser más tonto de lo que es ante quienes lo contratan para pasar desapercibido con más facilidad, pero después le encuentra la vuelta. Tiene cosas para decir. Tiene un libro adentro. Y empieza a escribirlo de verdad: desde su infancia trágica, marcada por el asesinato a golpes de su hermana –el criminal es su padrastro- hasta los años en una casa de acogida, donde no pasa ninguna tragedia tópica, sencillamente los chicos son disciplinados y tratados sin demasiado afecto, hasta sus experiencias en la guerra, quizá lo menos logrado de Billy Summerspero es posible que se trate de la traducción o de un exceso de narraciones sobre ese desierto sepia. Hay que admitir, de todos modos, que una escena central, la de la emboscada, pone los pelos de punta y la tensión es palpable, se lee con el cuello duro. Pero hasta llegar a ese gran momento, hay que atravesar muchos otros olvidables.

Billy escritor, entonces. El asesino está mitad del tiempo en una casa de barrio, la otra en una pequeña oficina frente al juzgado. El escape, cuando llegue el momento del disparo fatal, parece difícil y Billy, que está desconfiado –demasiados meses en el mismo lugar, demasiado dinero, algunos personajes involucrados poco confiables-- decide intentar una huida diferente a la que le propone su jefe Nick. Y sin informarlo. Al principio, la novela es un juego de desconfianza, ocultamiento de pistas, disfraces y preparación, además de, claro, la otra novela, la autobiografía que Billy escribe medio a escondidas en una computadora que, sabe, puede estar siendo espiada.

Cuando todo sale mal –algo que es casi obvio desde el principio y atendiendo a las reglas del subgénero- Billy Summers cambia totalmente. La aparición de un nuevo personaje que irrumpe en el refugio de Billy, en su tercera identidad, le desordena la vida y los planes de una manera brutal y también lo obliga a intentar descubrir quién está detrás de este crimen que parece bastante poco espectacular en principio pero que, dadas las complicaciones posteriores, obviamente ha sido encargado por alguien de mucho poder que no quiere dejar ni una huella, que quiere tierra arrasada. 

Lo interesante de Billy Summers radica en dos cuestiones, además de la ductilidad de King en otro género: la novela dentro de la novela provoca un efecto meta en el que Billy Summers es también una novela sobre la iniciación en la escritura, con incluso algunos tips aquí y allá. Por ejemplo: darse cuenta que, por primera vez, ese niño que Billy fue puede tener voz. Pero esa voz debe crecer. “Vuelve ante el MacBook abierto y se sienta. Mira la pantalla. Piensa: ‘Cuando llegue a la casa de los Stepenek –sólo que la llamaré ‘Casa de los Speck’-- puedo dejar que esa voz sea más adulta. Porque yo era un poco más adulto”. Y así varias veces: pequeñas sugerencias sobre voz, tensión, adjetivar, lentitud y velocidad narrativa. De hecho, el final de Billy Summers es impecable, un espejo de lo que es y lo que pudo ser, ambos destinos narrados con convicción, dos redenciones, una insinuación inequívoca de las infinitas posibilidades de la ficción. Y lo segundo muy interesante es el riesgo tomado con ese personaje que tuerce toda la trama y que no mencionaremos, pero sí es posible decir que la relación entre ellos camina justo en el borde de lo que hoy, con tanta corrección y autocensura, podría ser problemático. Lo fabuloso es que la relación sí es problemática, disfuncional, que bordea la perversión y la esquiva, y la vuelve a bordear, y vuelve a escaparle. King no pide permiso. Aunque siempre que puede le propina un insulto a Trump, no se deja caer del lado de la literatura impoluta y sin riesgos. A su edad y sentado sobre una montaña de dinero, que todavía sea capaz de guiñar un ojo y se guarde trucos es parte de esta etapa como escritor que está viviendo, marcada por grandes libros, algunas muy buenas adaptaciones y una actitud despreocupada que lo pone en el lugar del más astuto y afable y sin miedo al fracaso de todos los sabios de la tribu.

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