jueves, 14 de diciembre de 2023

John Fante / El maestro de la sencillez narrativa


John Fante

John Fante, el maestro de la sencillez narrativa

El pasado mes de mayo se cumplieron 30 años de la muerte de John Fante, un escritor italoamericano de extracción humilde con una vida personal y literaria intensa y trágica. Para celebrar esta efeméride, Anagrama, la editorial que ha publicado toda su obra en castellano, recientemente ha sacado a la luz una colección de relatos titulada El vino de la juventud que, no podía ser de otra forma, ha vuelto a traducir Antonio-Prometeo Moya. Fante fue un precursor de lo que Kerouac y Bukowski harían con posterioridad a él: crear un alter ego a través del cual ficcionalizar su propia vida y, partiendo de este material, escribir novelas autobiográficas que tendrían varias entregas a lo largo de su obra literaria. En el caso que nos ocupa, Fante creó un alter ego llamado Arturo Bandini que a lo largo de cuatro novelas (Espera a la primavera, Bandini, Pregúntale al polvo, Camino de Los Ángeles y Sueños de Bunker Hill) muestra un compendio de las mejores virtudes y los peores defectos del Fante real: Bandini es contradictorio, pendenciero y colérico pero, a la vez, es generoso, sensible y familiar.

Cronología de su vida personal y literaria

John Fante nació en 1909, en Denver, en el seno de una familia italoamericana de segunda generación. Fue el primogénito de los cuatro hijos que tuvieron Nicola Fante, albañil cualificado y borracho empedernido, y Mary Capolungo, una menuda mujer con una tendencia natural hacia la esquizofrenia religiosa. Animado por una profesora de instituto, el bachiller Fante comenzó a enviar cuentos a The American Mercury, una de las revistas literarias más importantes del momento. En sus novelas, Fante narra la excitación que sentía cada vez que H. L. Mencken, director de la revista, le enviaba un talón tras aceptar publicar algún relato. Fante fue un escritor con bastante mala suerte. En 1939, cuando su editorial iba a apostar por Pregúntale al polvo, esta cometió el error de publicar el Mein Kampf de Hitiler sin el permiso del tirano austriaco. El dinero destinado a promocionar el libro de Fante fue a parar, en última instancia, a sufragar los gastos del litigio interpuesto por Hitler contra la editorial. Tras este infausto episodio, Fante, reacio a volver a padecer penurias económicas como las de su infancia, prefirió consolidar su carrera como guionista de Hollywood y dejar aparcada su incipiente carrera como novelista. Eran tiempos (la década de los 30 y 40) en los que los grandes estudios tenían en nómina a escritores tan valiosos como Faulkner o Fitzgerald. No volvió a escribir nada más hasta 1952, año en que publicó Llenos de vida que, más tarde, tendría una adaptación cinematográfica.

La década de los 60 y de los 70 fue una época particularmente amarga para el Fante escritor. Desde 1952 hasta 1977 fue incapaz de escribir nada y se convirtió en otro escritor has been, adicto a un sempiterno mal humor que padecieron, en especial, su mujer Joyce y su numerosa prole de hijos. En 1959, le diagnosticaron una diabetes que le indujo a reducir drásticamente la ingesta de alcohol y a llevar una vida ordenada y casera. Antes de este diagnóstico era un hombre pródigo en ausentarse de su casa durante días e, incluso, llegó a no estar presente en el nacimiento de alguno de sus hijos (su hijo Dan Fante, escritor como él, recuerda este episodio en unas memorias literarias escritas sobre su padre). A finales de los 70, cuando el autor contaba con más de 60 años, por fin a Fante le sonríe la esquiva suerte. Por un lado, Bukowski habla de Fante en términos muy elogiosos a su editor, John Martin, y le incita a reeditar su mejor novela, Pregúntale al polvo, por entonces, descatalogada y casi imposible de encontrarEl mismo Bukowski será el encargado de escribir un prólogo para la reedición del libro. Por otro lado, Robert Towne, guionista de Chinatown, compra los derechos para hacer una adaptación cinematográfica de Pregúntale al polvo al propio Fante (sin embargo, la película se hizo en el lejano año 2006). Por último, un agitador cultural llamado Ben Pleasants comienza a reivindicar a John Fante en los medios escritos californianos y escritores como Schulberg escriben artículos elegíacos sobre su literatura. Al mismo tiempo que se le abría la pesada puerta de la gloria literaria, a Fante le comenzó a fallar la salud y, para un hombre bravucón como él, esto supuso un duro revés. En 1977, primero, le amputaron unos dedos de los pies y, poco más tarde, le amputaron casi toda la pierna. También se quedaría ciego hasta el punto de dictar a su mujer Joyce su última novela, Sueños de Bunker Hill, una vez concebido el planteamiento, el nudo y el desenlace en su prodigiosa memoria. En mayo de 1983 entró en coma y murió en un hospital de Los Ángeles.

El universo literario de Fante

John Fante tenía una capacidad innata para fabular heredada de su padre Nicola, hombre capaz de contar multitud de historias ambientadas en los Abruzzos italianos. El joven Fante fue un excelente estudiante que encontró en la literatura un banderín de enganche para salir de la pobreza. Aunque el ambiente familiar no era dado a fomentar su talento literario (Fante ficcionaliza en alguno de sus libros cómo su padre se reía de él porque devoraba en la mesa de la cocina libros de DostoievskiNietzsche y otros grandes autores), tuvo la habilidad de abrirse un pequeño hueco en una literatura tan competitiva como la americana de los años 30 que contaba con nombres de peso como los de Hemingway, Fitzgerald, Steinbeck o Dos Passos. Su mundo literario está construido alrededor de la mejor materia prima que puede existir: la inspirada en uno mismo y sus vivencias personales. Para ello, Fante se vale de Arturo Bandini para contar historias ambientadas bien en su infancia de Boulder (Colorado), bien en su juventud de Los Ángeles post-Gran Depresión. Su prosa es sencilla y elaborada a la vez, en las antípodas de la recargada prosa faulkneriana. Sencillez no significa que sus novelas estén poco trabajadas y faltas de alimento narrativo. Es un hecho conocido que Fante acostumbraba a pasear como un loco por su casa de Los Ángeles rumiando los argumentos de sus novelas que no volcaba en papel hasta que la historia no estaba totalmente acabada en su mente. Sus novelas son autobiográficas, tragicómicas, donde se combina el humor cínico y desesperado (pensemos, por ejemplo, en la relación de amor entre Bandini y su amada Camilla como una antecesora de La guerra de los Rose) con el absurdo existencial de un chico pobre shitkicker (dícese de los chicos de barrio que desempeñan trabajos pesados y mal remunerados) que desea escapar de un destino que ya parece tener escrito. Sus libros son narraciones confesionales donde se alterna, con una sabia naturalidad y una economía de palabras encomiable (sus novelas no sobrepasan las 200 páginas), el complejo de culpa cristiano con el poder del superhombre de Nietzsche, el odio inmisericorde y la admiración psicótica hacia uno mismo con la vergüenza de nacer pobre y en una familia desestructurada.

Para acabar no estaría de más recordar un par de frases homónimas de John Fante que sirven para ilustrar cómo persona y artista, en este caso, son una misma cosa indivisible. Fante sobre el poder mortífero de su lengua viperina: «Si quisiera podría destruir tu vida en 20 palabras o menos», y Fante sobre la trascendencia de la literatura: «Si lo que escribo es bueno, entonces lo leerá la gente. Un autor pone el corazón y las entrañas en cada página. Para que lo sepas, una buena novela puede cambiar el mundo».

JOT DOWN


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