Anne Sexton |
y uno para mi señora
Anne Sexton / And one for my dame
Un comerciante nato,
mi padre hizo mucha pasta
vendiendo lana a Fieldcrest, Woolrich, Whasta.
–
Un farsante nato,
podía vender cien balas empapadas
de aquella cosa blanca, calcular las millas y las ventas
facturadas
–
y ganar dinero.
En casa, cada frase que soltaba
había contentado antes a un cliente que, con mantequilla, le
pagaba.
–
Todas sus palabras
las había ensayado una vez tras otra, en cualquier formato,
en el hombre a quien vendía el que llenaba nuestro plato.
–
Mi padre sobrevolaba
sobre el pudin de Yorkshire y la carne de ternera
un feriante, ambulante, vendedor y jefe indio de tercera.
–
¡Roosevelt! ¡Willkie! ¡y la guerra!
Qué inepta me juzgaba
con mi corazón de solterona y mi aplauso de niña pava.
–
Cada noche en casa
mi padre se enamoraba de unos mapas rotos como harapos
mientras la emisora luchaba sus batallas con los nazis y los
japos.
–
Excepto cuando se escondió
en su dormitorio en una borrachera de tres días,
escribió itinerarios complicados, rellenó el maletero de
licorerías,
–
su equipaje a juego,
y guardó una reserva confirmada,
su corazón latiendo ya sobre las rutas rojas de su nación
amada.
–
Me siento a mi mesa
cada noche sin ningún lugar a dónde ir,
los arrugados mapas de Milwaukee y Búfalo de souvenir,
–
todo EE.UU.,
sus cementerios, sus absurdas líneas horarias,
a través de rutas como venas finas, capitales como piedras
funerarias.
–
Murió en la autopista,
golpeado de la nuca a la espalda,
su pañuelo blanco por la ventanilla de su Cadillac gualda,
–
Mi esposo,
de unos ojos tan azules como un álbum de fotografías,
comercia lana:
carretes, cajas y ovillos de los que estira, con desgana,
–
hasta alcanzar el hilo
y decir Leicester, Rambouillet, Merina,
cruzada, aceitosa y gruesa, amarilla como vieja nieve andina.
–
Y cuando vuelves a irte, mi amor,
¡Sí, señor! ¡Sí, señor! Y uno es para mi señora,
tus cajas de muestrarios con el nombre de mi padre escrito
por su cuidadora.
–
tu itinerario abierto,
sus peajes recaudando codiciosos,
sus autopistas levantadas como amores nuevos, crudos,
presurosos.
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