jueves, 7 de septiembre de 2017

Pablo Escobar / Un asesino como icono de ficción

Pablo Escobar
Fernando Botero


Pablo Escobar: un asesino como icono de ficción

El más famoso narcotraficante, abatido a tiros, gana otras vidas en el cine, las series y los libros




JESÚS RUIZ MANTILLA
27 AGO 2017 - 15:13 COT




Fotografía policial de Pablo Escobar.
Fotografía policial de Pablo Escobar.  EL PAÍS


Cuando el próximo 1 de septiembre se estrene la tercera temporada de Narcos, Pablo Escobar sólo será una sombra en alta definición. Sangrienta, pero una sombra con una herencia de cadáveres, familias rotas y millones de billetes sin lavar. El protagonista que dio inicio a las dos primeras entregas de la serie producida por Netflix moría abatido en un barrio de Medellín al final de la segunda. Así fue en la pantalla y así también ocurrió en realidad. Pero, en medio, el personaje más exprimido por la literatura, el cine, la televisión y hasta los videojuegos en lo que llevamos de siglo, ha ofrecido y sigue lo haciendo, todos los prismas, las polémicas, los enfoques… Tras una vida de exceso y crimen, Escobar pervive en otra: la de toda una oscura leyenda de ficción.
Tan sólo en septiembre llegan Narcos y Loving Pablo la nueva película de Fernando León de Aranoa, con Javier Bardem y Penélope Cruz como protagonistas. Será estrenada en el próximo festival de Venecia. Pero antes han existido Pablo Escobar: el patrón del mal, que supuso un hito en las narcoseries latinoamericanas, o fiascos como Escobar: paraíso perdido, en el cine, con Benicio del Toro, además de un inmenso cúmulo de otros títulos de género menor o documentales rigurosos y plagados de controversia.
Javier Bardem como Pablo Escobar

Todo empezó, no obstante, con los libros. Y no de mano de cualquier autor. Gabriel García Márquez puede atribuirse el mérito de haber sido uno de los primeros –si no es así, sí es cierto que el más importante- en dedicarle una narración que fue reportaje: Noticia de un secuestro. “En los años noventa, Gabo quería volver de alguna forma al periodismo y la génesis y elaboración de ese libro coincide con la creación de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI)”. Lo dice Jaime Abello Banfi, su actual responsable y fiel guardián del legado del premio Nobel.



Fotograma de 'Loving Pablo, Hating Escobar', con Javier Bardem y Penélope Cruz.
Fotograma de 'Loving Pablo, Hating Escobar', con Javier Bardem y Penélope Cruz. EL PAÍS


La figura de Escobar era un cuerpo muy presente entonces. Y como personaje de una novela no había madurado con una distancia suficiente. “Por eso elige el reportaje, entre otras cosas. Y porque representa un eje fundamental para entender la Colombia de entonces. Servía para trasladar una idea de resistencia. Él lo vivió de cerca. No sólo se encontraba muy próximo al presidente César Gaviria, que se encargó de combatirlo con la supremacía moral del Estado frente al poder del narco, también asesinó a amigos suyos como Guillermo Cano”, afirma Abello.  

Noticia de un secuestro se fija en el cautiverio de Maruja Pachón de Villamizar, política y periodista colombiana, cuñada a su vez de Luis Carlos Galán, asesinado por orden de Escobar. El relato navega por la experiencia de otros secuestrados y representa un fresco de ese reto constante llevado por el narco como obsesión por doblegar al sistema. La figura de Escobar es predominante en la acción, como el contexto formado por él lo han sido en las obras de autores colombianos fundamentales, caso de Fernando VallejoHéctor Abad o Juan Gabriel Vásquez.



Pero Escobar ha servido también al género de la memoria. Ahí, su hijo, Juan Pablo Escobar, tiene mucho que decir. Sus obras, Lo que mi padre nunca me contó y Pablo Escobar, mi padre, son un ejemplo de redención. “Cuando fue asesinado, juré vengar su muerte y esa promesa duró 10 minutos”, confiesa en este último. Desde entonces, ha dedicado su vida a la reconciliación con las víctimas, a pedir perdón y a ganarse el derecho a una segunda oportunidad y que no le confundan con el legado criminal de su padre. Pero es muy crítico con ciertos productos como Narcos. Cuando se enteró de que iba a hacerse la serie quiso colaborar y le contestaron que se basarían en el testimonio de Javier Peña, agente de la DEA en la época.

Juan Pablo Escobar la escudriñó. De una primera visión, sacó 28 errores que colgó en su Facebook y corrieron como la pólvora. “Están muy lejos de la realidad, en mi caso, mientras más avanza la serie, más pequeño me veo. Como Benjamin Button. No respetan la verdad pero como tal se la pretenden vender al mundo. Más que el tratamiento a mí familia, me sorprendió el nivel de encubrimiento frente al papel de corrupción internacional del que son partícipes buena parte de las agencias que garantizan el éxito de un negocio excelente para ellas y sus ciudadanos mientras a los latinoamericanos sólo nos deja violencia con mayúsculas”, asegura Escobar a EL PAÍS.
Cree que su padre se reiría del glamur que las narcoseries y las películas ofrecen sobre su figura. Respeta el trabajo que hizo García Márquez, por ejemplo, y advierte: “La glorificación de su vida está afectando tan negativamente a las nuevas generaciones en el continente que, parte de ellas, han dejado de soñar en positivo para creer que el mundo del narco es lo más cool del momento”.




El hijo de Pablo Escobar firma un ejemplar del libro que escribió sobre su padre.
El hijo de Pablo Escobar firma un ejemplar del libro que escribió sobre su padre.  NURPHOTO VIA GETTY IMAGES


No le convence la apuesta que en su día, según Jaime Abello, hizo directamente el presidente del país, Juan Manuel Santos para entrar en la serie. “Quería que se aprovechara la oportunidad para introducir el punto de vista colombiano. La hazaña de un país para resistir al narco”, comenta el director de la FNPI.
Quizás a Escobar hijo sí le hubiera gustado una serie que nunca se hizo y que tuvo en sus manos Aitor Gabilondo, brillante productor ejecutivo español, creador de El príncipe. Se basaba en la experiencia de su madre, María Victoria Henao, la Tata, esposa de Escobar. “Tuvo que negociar con el gobierno colombiano y con el cártel de Cali para poder abandonar el país. Al final le dieron una nueva identidad y se instaló con sus hijos menores de edad en Argentina. Vivió en el anonimato hasta que su gestor descubrió su verdadera identidad y empezó a chantajearla…”, relata Gabilondo.

Eso le impulsó a escribir sus memorias. Contaba su vida al lado de Escobar, el gran amor de su vida desde los 15 años, hasta su destierro en Argentina. “Su punto de vista sobre el personaje y toda su peripecia es muy singular y por eso quisimos llevarlo a la pantalla. Pero el proyecto se frustró en parte por el aluvión de series y películas que empezaron a aparecer”, confiesa el guionista que prepara ahora en Galicia junto a Mediaset Vivir sin permiso, de nuevo con José Coronado, esta vez convertido en un narco gallego que resucita las esencias de un Rey Lear shakespeareano en la realidad española.
Gabilondo renunció a seguir la estela de Escobar, pero le reconoce el imán para explotarlo en ficción. “Es el Maradona del crimen, un narcotraficante innovador, ostentoso, carismático y muy cruel. Además, soñaba con llegar a convertirse en presidente de Colombia y de no ser por su instinto asesino, hasta podría haberlo logrado. A su mujer, le decía que se fuera preparando para ser la primera dama del país. Era ya entonces el colmo del populismo”.



DE COLOMBIA AL MÉXICO DEL CHAPO
Pablo Escobar y sus colegas inspiran también otros territorios para el desarrollo de la ficción. México es ahora el punto caliente. El Chapo Guzmán promete dejar su contribución en los próximos años, como antes lo ha hecho El poder del perro, de Don Winslow, un libro tan impactante como maniqueo y poco riguroso a juzgar porque sitúa en Guatemala –así se lee en una de las ediciones de Random House- el asesinato del arzobispo Romero, muerto por los paramilitares en El Salvador.
Rodrigo Fresán, escritor argentino, le escribió un prólogo y da pistas sobre el juego que el narco deja en los géneros audiovisuales y la literatura: “Comulgan dos arquetipos narrativos muy claros: por un lado está el señor feudal de la hacienda y por otro el dictador latinoamericano. Hay algo muy de sangre dinástica y muy de sangre a derramar. Los mejores narcos tienen pasado y, además, una gran potencia operística”, asegura.
Y una mina de ambigüedad: “Como tal, tiene infinitas posibilidades. En el caso de Escobar, como en el de Omar Little de The Wire es, según quien lo mire, Robin Hood traficando para los pobres o el sheriff de Nottingham robando para su bolsillo. Está claro que su no-ficción acabará siendo superada por las ficciones que ya está generando. Suele ocurrir. En un par de generaciones se sabrá más de la serie de televisión que de su figura real. En cualquier caso, Escobar, a la hora de inspirar, no difiere de Hitler, Napoleón o Cicerón. La responsabilidad de resultar un buen personaje no reside en la persona, sino de quién se lo apropia, por lo general, sin pedirle permiso”. Y en eso, la historia de la creación, de Homero a nuestros días, va sobrada.

EL PAÍS



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