miércoles, 27 de septiembre de 2017

Christopher Isherwood / Diario de un viaje por Sudamérica

Christopher Isherwood
Poster de T.A.
Christopher Isherwood

Diario de un viaje por Sudamérica

En 1947,Christopher Isherwood recorrió durante seis meses el subcontinente americano. Este es un breve resumen de este fantástico y trepidante viaje



La incomodidad de visitar lo maravilloso En 1947, casi treinta años antes de que Bruce Chatwin emprendiera su mítico viaje por la Patagonia, el escritor Christopher Isherwood (Cheshire, Inglaterra, 1904 - Santa Mónica, 1986)) recorrió durante seis meses el subcontinente americano. Autor de 'Mr. Norris cambia de trenes' y 'Adiós a Berlín', que inspiró la película 'Cabaret'. Tras su viaje a la guerra chino-japonesa en 1983, emigró a Estados Unidos, se estableció en California y se convirtió al hinduismo. Este es un breve resumen del fantástico y trepidante periplo que se recoge en 'El cóndor y las vacas' (Sexto Piso).



Cartagena de Indias: El barco David Arango carga leña en el río Magdalena (28 de septiembre) Ya hemos llegado, ha terminado el viaje, estamos en Cartagena. [...] Hacía un calor sofocante y hasta la gente del lugar parecía medio aturdida. Vi a dos muchachos que se saludaron y quedaron unos instantes en silencio, con las manos pegadas, como si les diera pereza incluso el acto de separarlas.


Bogotá: Paco Lara entra en la plaza de toros Esta tarde hemos ido a una corrida con Oswaldo Pope, nos llevó a visitar a Paco Lara (en la imagen), uno de los toreros, mientras se cambiaba en la habitación del hotel. Lara es un joven apuesto español, ancho de espaldas, pequeño, de pelo negro rizado y ligeramente bizco de un ojo. Vestir a un torero es una tarea que requiere mucho tiempo y esmero. [...] En aquella ocasión yo me limité a observar, tan incómodo como quien se encuentra en presencia de alguien que está a punto de ser operado.


Silvia (Colombia): Los indios guambianos Los indios son de la raza guambiana, tradicionalmente guerrera. Resistieron a los españoles con gran valor y nunca fueron conquistados del todo. Viven en lo alto de la montaña y trabajan la tierra. Hace unos diez años los hombres comenzaron a utilizar toneletes o faldas, en cierto modo porque las autoridades de Silvia les ordenaron ir al pueblo con las piernas cubiertas. Votan a los liberales, pero la mayor parte de los campesinos son conservadores.


Quito: Los prisioneros hacen zapatos en el penal García Montero Desde aquel manicomio nos dirigimos a la prisión García Moreno. Se encuentra en la empinada falda de una montaña, un poco alzada sobre la altura de la ciudad. El doctor Vizuete, el alcaide, nos hizo de guía. Me pareció un hombre decente y cabal que odiaba aquel puesto de trabajo. Nos contó que tenía trescientos cincuenta prisioneros, la mayor parte de ellos asesinos. Es indudable que en Ecuador la mayoría de los asesinatos se cometen en la zona costera y no en lo alto de las montañas.


Ecuador: Indios jíbaros en un campo de aviación en la selva Los jíbaros son una de esas tribus cazadores de cabezas que tanto han explotado los periodistas sensacionalistas. Es absolutamente cierto que aún cortan las cabezas de sus enemigos y las reducen mediante un proceso especial hasta dejarlas del tamaño de una manzana pequeña. Parece extraño, pero no resultan nada repulsivas. Se les encrespa el pelo, suave y espeso, como el de un gato y las pestañas se las dejan del largo normal, son tan hermosas como las de Greta Garbo. En su gesto no hay nada que exprese dolor y tienen los párpados cerrados.


Ecuador: El pintor y escultor Oswaldo Guayasamín, con sus hijos y su estatua del hermano Miguel Oswaldo Guayasamín (en la imagen) y Diógenes Paredes, dos de los pintores modernos más distinguidos de Ecuador, están pintando enormes murales en el vestíbulo. Quito siempre ha sido una capital de pintores. Durante los siglos XVII y XVIII su producción artística se convirtió en una industria y sus cuadros y estatuas se enviaban hacia el sur y el norte occidental, a Santiago, Lima y Bogotá.


Perú: La inmesidad de Machu Picchu 16 de enero. Hoy fuimos al Machu Picchu. [...] Las montañas están llenas de leyendas. Una de ellas es que a un indio se le perdió una vaca de su amo y estuvo buscándola en vano durante varios días. Por fin encontró un bosque en un valle muy alto y al entrar se le apareció un hombre muy extraño que le dijo: "Está prohibido pasar". "¿Ha visto a nuestra vaca?", le preguntó el indio. "Sí -respondió aquel extraño personaje-, la hemos visto, pero no la podrá encontrar. No se preocupe, llévele esto a su amo y lo perdonará". El extraño personaje le dio al indio una pequeña vaca hecha de oro puro. El indio regresó junto a su amo al mismo lugar al día siguiente, pero el bosque había desaparecido. Supongo que esa historia expresa la creencia india de que en alguna parte, y de alguna forma misteriosa, la civilización inca sobrevive, a la espera de que llegue el momento de manifestarse de nuevo.


Pisac (Perú): La ceremonia de los bastones Hoy hicimos la excursión a Pisac de los domingos por la mañana; es el día de mercado y hay todo un batallón de coches para llevar a los turistas. Hay muchos niños jugando en la plaza con gran alegría, que contraen sus caritas forzando gestos de lástima cada vez que se acerca un turista. Lloriquean de una manera de lo más profesional.


Copacabana: Danza entre paredes descascarilladas 3 de febrero. Si se deja aparte su excelente iglesia, Copacabana es un pequeño lugar pobre y sucio. La pintura está descascarillada en todas partes. Siempre acaba habiendo una tubería a lo largo de las calles en la que los cuerpos de los transeúntes han gastado y ennegrecido las paredes de adobe. Las cuentas están llenas de basura y hemos tenido que andar con cuidado entre montañas de excrementos medio secos.



Oruro (Bolivia): La Puerta de los Demonios se abre en el carnaval Cuando llegamos a la Oruro aún estábamos a tiempo para ver la procesión del carnaval. Los Drew me habían invitado muy amablemente a verla desde las ventanas del Instituto Cultural. En primer lugar iban los payasos enmascarados, llamados "pepinos", con sus disfraces a rayas. Formaban un río blanco entre el mar oscuro de la multitud. Al parecer hay que tener un permiso especial de la policía para ponerse esos disfraces y llevar el número pintado en el pecho o en la espalda. Los pepinos van armados con una especie de vara de cartón parecida a un abanico plegado que llaman matasuegras. Los pepinos hablan impostando la voz para que no los reconozca nadie.
EL PAÍS



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