miércoles, 6 de abril de 2022

Triunfo Arciniegas / Lygia Fagundes Telles



Triunfo Arciniegas
LYGIA FAGUNDES TELLES
(1923 - 2022)

A los noventa y ocho años, y a escasos días de cumplir uno más, en su natal São Paulo, murió la grandiosa escritora brasileña Lygia Fagundes Telles. Con Rubem Fonseca y Dalton Trevisan, hacía parte de un club de nonagenarios que parecía bendecido por la eternidad.
Obtuvo el Prêmio Camões en 2005, el más importante de la lengua portuguesa, y el Prêmio Jabuti en cuatro ocasiones: 1966, 1974, 1996 y 2002. Publicó cuatro novelas y veinte libros de cuentos. En 1970, Lygia Fagundes Telles recibió el Gran Premio Internacional Femenino para Extranjeros, en Francia, por su libro de cuentos "Antes do baile". Con "As meninas", su novela más lograda, que cuenta las experiencias de tres mujeres durante la dictadura a principios de la década de 1970, obtuvo los principales premios literarios brasileños: el Prêmio Coelho Neto de la Academia Brasileña de Letras, el Premio Jabuti de la Câmara Brasileira do Livro y el premio de Ficção de la Associação Paulista de Críticos de Arte. Luego fue llevada al cine por Emiliano Ribeiro.
Refiriéndose a uno de las protagonista de esta novela, Lygia Fagundes Telles dice: "Yo sufrí mucho con Ana Clara, una joven drogadicta que muere al final. Ella dialogaba conmigo y me decía que no quería morir, y yo le respondía que ella volvería un día. Y, efectivamente, volvió años más tarde en un cuento, yo no me podía desprender de ella. Los personajes usan máscaras y después vuelven. Así se metamorfosean con nosotros y viven en su tiempo y en su espacio".
Un párrafo de uno de sus cuentos, "Herbarium", podría definir la poética de Fagundes Telles: "Yo mentía siempre, con o sin motivo. Mentía principalmente a tía Marita, que era bastante tonta. Menos a mi madre, porque tenía miedo de Dios, y menos aún a tía Clotilde, que era medio hechicera y sabía ver al envés de las personas. Si se daba la ocasión, yo me metía por los caminos más imprevistos, sin el menor cálculo de vuelta. Todo al acaso. Pero, poco a poco, delante de él, mi mentira empezó a ser dirigida con un objetivo cierto. Sería más simple, por ejemplo, decir que cogí el abedul cerca del arroyo, donde estaba el espino. Pero era necesario hacer rendir el instante en que él se detenía en mí, ocuparlo antes de ser puesta de lado como las hojas sin interés, amontonadas en el cesto. Entonces ramificaba peligros, exageraba dificultades, inventaba historias que alargaban la mentira. Hasta ser destruida con un rápido golpe de mirada, no con palabras, sino con la mirada de él hacia la hiedra verde -rodar enmudecida mientras mi cara se tenía de rojo- la sangre de la hiedra".
Hija de una pianista y un abogado, amiga de escritores prestigiosos como Carlos Drummond de Andrade y Erico Verissimo, y de la singular poeta Hilda Hilst. "La amistad no es cuestión de presencia física", decía la escritora paulista. "Un amigo no precisa estar sino ser."
José Saramago compara amorosamente a la escritora con un trozo de cristal azul que aparece una y otra vez en su vida. Y agrega: "Recientemente, estaba hojeando algunos libros de Lygia Fagundes Telles que desde hace mucho (pero no desde siempre) me acompañan en la vida, acariciando con los ojos páginas tantas veces soberbias, cuando me detuve en esa auténtica obra maestra que es el cuento Paloma enamorada. Lo releí una vez más, palabra a palabra, sílaba a sílaba, saboreando ligeramente la amargura punzante de esa miel, tocando casi con los dedos la lágrima sutil de su ironía, y en un instante luminoso pensé que tal vez la “vecina portuguesa”, la mujer sin nombre ni figura que prepara en el cuento un reconstituyente (“¡La niña está en los huesos!”) para la sufriente pero fiel enamorada, quizá esa mujer, sencillamente por ser portuguesa y generosa, hubiese sido, sin que yo me diera cuenta la primera vez que leí la historia, la causa originaria de esa otra especie de “vecindad” que desde entonces, es decir, desde siempre, me hizo vivir al lado de Lygia. El tiempo tiene razones que los relojes desconocen, para el tiempo no existen el antes ni el después, para el tiempo solo existe el ahora".
Le sobreviven su hijo, el cineasta Gottofredo da Silva Telles, dos nietas y una bisnieta.

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