miércoles, 6 de abril de 2022

Lygia Fagundes Telles / La esquiva felicidad

 

Lygia Fagundes Telles


Lygia Fagundes Telles
La esquiva felicidad

La paulista Lygia Fagundes Telles es hoy una de las más importantes narradoras del Brasil. En sus cuentos y novelas, la mirada introspectiva no excluye la preocupación por el entorno social de sus personajes, los pobres y los marginados de una gran ciudad. El mundo de sus ficciones y la dinámica de la literatura brasileña actual fueron los temas centrales de la conversación que se transcribe aquí, complementada por la traducción exclusiva de un fragmento de "La confesión de Leontina".

Entrevista de Agustina Roca


-¿A quiénes considera, entre los autores brasileños, sus maestros?

-Mire, siempre intenté liberarme delas influencias. Tengo, sí, poetas y prosistas que amo... Cuando yo era joven (porque usted sabe que los amores suceden principalmente en la juventud), dejaba de leer algún autor cuando me daba cuenta de que me estaba marcando mucho. Yo no quería atarme a nadie, siempre quise ser libre. Aunque reconozco que tuve un modelo, alguien a quien admiré por su oficio, por su actitud frente a la vida: el poeta Carlos Drummond de Andrade. El era amigo mío y me gustaba jorobarlo diciéndole " usted es mi modelo pero yo no soy buena discípula porque deformo mucho al model o". El siempre insistía en algo que yo también pienso: decía que cada escritor tiene que seguir su propio camino, acertado o no, pero propio. Siempre intenté encontrar mi fisonomía, mi perfil, y no me interesa que existan otros mejores o más perfectos; esta es mi forma de libertad.

-Estoy pensando si usted no se identifica con Carlos Drummond porque la poética de él refleja los sentimientos cotidianos del individuo medio. Y en su prosa también existe eso.

-Sí, a mi siempre me fascinó poder reflejar al individuo con sus miserias, con su soledad, con sus miedos. El individuo dentro de este cotidiano que es tan difícil. Pienso que sí, que desde ese ángulo, mi trabajo se aproxima al de Carlos Drummond. El escribió un libro que amo , La rosa del pueblo , donde refleja claramente a nuestro pueblo en este tiempo tan confuso y en una sociedad tan compleja como es la brasileña. Mis personajes son también modestos, personas que luchan por su subsistencia, intentando hacer de sus vidas algo mejor y conquistar un lugar que posiblemente nunca conquistarán. Y el deseo de felicidad, y , por cierto, la incapacidad de alcanzarla. Todo esto me conmueve mucho...

-Sus textos delatan claramente este agobio cotidiano.

-Delatan, delatan... Tengo un cuento que marca claramente este aspecto que usted remarcó: " Verde lagarto amarillo ". Es muy simple. Son dos hermanos, uno tiene todas las condiciones, y el otro, ninguna, y los celos que van creciendo y la metamorfosis del que se considera un verde lagarto amarillo, gordo, feo, imposibilitado de realizarse y que descubre en su hermano, un espejo, un modelo al que ama pero al que también desea destruir. Otro cuento " Apenas un saxofón " es la historia de una mujer, de una prostituta que llega a su medio siglo y vé como va perdiendo lo que más teme perder: la juventud. Ya hace años que empezó a beber y recuerda con muchísimo dolor cómo dejó que terminase una historia de amor con un chico que tocaba el saxofón. Como ve, intento relatar los sentimientos de personas simple, como ellos los viven, con sus palabras, pero esto que parece tan fácil es muy difícil. Voy a citar unos versos de Drummond: " Luchar por la palabra es la lucha más vana / a pesar de ello, luchamos / Mal amanece mañana ". Creo que escribir es un acto de coraje, principalmente para los que habitamos el segundo o el tercer mundo.

-¿Cuál cree que debe ser entonces la función de un escritor en un país latinoamericano?

-Testimoniar y, también, participar de este tiempo, de esta sociedad. Yo considero al escritor un testigo de nuestra sociedad, de todas las circunstancias adversas que tenemos. El escritor tiene que escribir por aquellos que no pueden escribir, hablar por aquellos que esperan oír de nuestra boca la palabra que les gustaría decir. El poder del escritor es el poder de la palabra. Desde chiquita recuerdo que mi padre decía " la vida es difícil ", y yo creía que cuando fuese viejita , porque yo en ese momento, como todo chico, veía a mi padre viejísimo, la cosa iba a ser más fácil. Pero me equivoqué de cabo a rabo, todos nuestros países latinoamericanos son durísimos. Por eso el escritor tiene la obligación de apuntar las heridas. No tiene quizás el poder de curarlas, pero sí de señalarlas a través de caminos sinuosos, ambiguos.

Individuos que la sociedad margina

-La mayor parte de sus protagonistas son mujeres y usted pone mucho énfasis en reflejar la situación de la mujer. ¿Esto le sale de forma consciente o inconsciente?

-Sí, es verdad. El libro Las meninas está lleno de mujeres, y mis cuentos también. Me estoy acordando, por ejemplo, de El herbario , un relato bastante sarcástico donde la protagonista es una muchacha simple - lo que en Brasil se llama cruelmente de "baja extracción social"- que está enamoradísima de un joven, de un botánico que le enseña a descubrir la naturaleza. Un día, una tía que es tarotista le dice que ve la imagen del botánico con una joven de cabellos caoba y vestido verde musgo, partiendo en ómnibus una tarde. La mujer no lo puede creer y piensa que si ella se viste de verde musgos quizás... Así lo hace, se va a la terminal y por el camino encuentra con una monja ensangrentada que la lleva. Cuando llega a la terminal ve a su amor con una mujer bellísima de cabellos caoba a punto de partir. Pienso que algunos salen concientemente porque yo siento una profunda necesidad de hablar de los individuos que la sociedad margina, y la mujer es uno de ellos. Recuerdo que cuando era joven pensaba que las mujeres no estaban destinadas a tener un vida propia. Hoy, una adolescente de 15 años fuma, bebe, lee a Kafka, discute de sexo, hace el amor...en fin, prueba todo. Yo a esa edad era sólo ignorancia y miedo.

-Usted, como mujer, como escritora, ¿ha tenido problemas para desarrollar su carrera?

-En un comienzo, sí. Yo despertaba mucha desconfianza porque además de ser mujer tenía la desgracia de ser bonita. Así, arrastraba dos cargas... Muchos pensaban que yo sólo era "bonitinha". Pero actualmente todo cambió, la mujer se hizo su espacio y es respetada. Hubo un tiempo en que todos pensaban lo que habían dicho no me acuerdo qué noble del siglo XIX: que la mujer escribía con un ojo en el papel y el otro en el hombre vecino, menos la condesa que era tuerta.

- Ahora que habla de sus comienzos, leí un trabajo que hizo el crítico Afranio Countinho sobre su obra. En el decía que en su primer libro La fuente de piedra , usted aún conservaba influencia europea y que comienza a adquirir su propia voz y a investigar más con el lenguaje en Verano en el acuario y yo agregaría que en Las meninas . ¿En que momento considera que llega a su máxima experimentación con el lenguaje?

-Es probable que en La fuente de piedra estuviese influida por una atmósfera romántica, ya que leía a Virginia Wolf, a Mansfield, a las Brönté, e intentaba encontrar mi camino. Pero al mismo tiempo reconozco que es un libro que solo podía haber sido escrito en el Brasil porque la lucha que se traba alrededor y dentro del personaje tiene un sello definitivamente brasilero. Pero donde yo intenté una ruptura con mi obra anterior fue en Las horas desnudas, que acaba de ser publicado en el Brasil. Allí intenté aventurarme por otros caminos, olvidando lo que sabía para crear un nuevo lenguaje. No quería repetirme. Fue una lucha muy difícil, cuerpo a cuerpo, como un boxeador. Cierta vez, cuando estuve aquí en Buenos Aires para un congreso, vi por televisión un filme sobre un boxeador, con Joan Crawford. Había bajado el sonido porque no me gusta escuchar igual que en Brasil las voces dobladas, y me quedé solamente con la imagen, en blanco y negro. Me conmoví mucho porque vi en la lucha de aquel hombre mi propia lucha como escritora. El ya no daba más y se caía al piso dejando su sudor y sus lagrimas y se volvía a levantar y el manager le hacía señas de que tirase la toalla pero él no quería y por momentos se abrazaba a su adversario para poder continuar... Hormigas entre muros

Hormigas entre muros

-Su lenguaje es un lenguaje muy plástico, muy visual

-Sí, es como si yo buscase una visión interior del imaginario, del inconsciente en el acto de escribir. La creación literaria es siempre un misterio pero yo intento en la medida en que puedo, sacar los velos... El imaginario es tramposo, lleva por otros caminos, confunde, y allí entra lo imponderable. Yo creo mucho en la percepción.

-En su prosa, a través de situaciones muy concretas, muy cotidianas, usted introduce lo imponderable, como le acaba de llamar.

-Sí, a mi me fascina esa dimensión oscura del hombre, esa metamorfosis que se puede establecer a través del acto más banal y concreto. La magia, el sortilegio...

-¿Piensa en el lector cuando escribe?

-No, no pienso en nada, yo estoy dominada, hasta le diría poseída, por mis personajes. Sigo la ruta que ellos me marcan, sufro y me divierto con ellos. En esa novela, Las meninas , yo sufrí mucho con Ana Clara, una joven drogadicta que muere al final. Ella dialogaba conmigo y me decía que no quería morir, y yo le respondía que ella volvería un día. Y, efectivamente, volvió años más tarde en un cuento, yo no me podía desprender de ella. Los personajes usan máscaras y después vuelven. Así se metamorfosean con nosotros y viven en su tiempo y en su espacio. La dimensión oscura del hombre

La dimensión oscura del hombre

-¿Cómo es el momento narrativo que se está viviendo en el Brasil? Allí hay varios centros literarios que a veces se disputan entre sí. San Pablo, Río de Janeiro, Porto Alegre...

-Creo que la literatura brasileña nunca fue tan rica como ahora, tan viva. Está en su punto más alto, es de la mejor calidad. Quizás se deba a las circunstancias adversas que vive nuestro país.

La literatura brasileña está poco difundida en otros países latinoamericanos de habla hispana. Existe una marginación hacia la lengua portuguesa, que sufrió inmensas restricciones en otros países y eso impidió -e impide- que grandes escritores lleguen a ser reconocidos y traducidos. Esto es muy triste porque nuestra literatura es muy rica y refleja como un espejo toda la condición del individuo latinoamericano.

-¿Se puede decir que actualmente en el Brasil hay una tendencia generalizada a focalizar las narraciones en las grandes ciudades?

-Sí, nuestros escritores están empecinados en relatar nuestra realidad, la marginación que vive el hombre en las grandes ciudades, la despersonalización del que debe salir de un pueblo para ir a tentar mejor suerte en la ciudad y vivir como una hormiga entre muros. Un día yo estaba en una reunión en San Pablo con un escritor por quién tengo un respeto infinito, Jorge Luis Borges. Hablamos de todo el caos que vivimos y él me dio una respuesta que certificó algo que yo estaba pensando. Dijo: " El día que el hombre deje de soñar, estará muerto ". Y creo que es la literatura la que nos da esta capacidad de soñar.

-Retomando mi pregunta anterior, ¿se podría decir que después de todo ese auge de regionalismo que hubo en el Brasil hasta Guimarães Rosa, es Clarice Lispector quien instaura nuevamente la narrativa en la ciudad?

-Sí, fue Clarice quien abrió las puertas para este entorno al que usted se refiere y también para la novela psicológica. Además Clarice fue pionera en otro fenómeno, al incluir a la mujer como protagonista y la temática femenina. Hace poco salió un libro en California de una profesora brasileña que vive allí hace muchos años, Cristina Ferreira, y habla de este pionerismo. Ella se basa en cuatro autoras brasileñas, dos de una generación, dos de otra. De la primera menciona a Raquel de Queiroz, de la generación del ´30, y a Lucy Miguel Ferreira, que escribió Cabra seca y un gran ensayo sobre Machado de Assis. De la otra generación menciona a Clarice Lispector y a mí.

-Pero ¿Cómo?. Yo a usted siempre la incluí en una generación posterior, en la del ´60, junto a Nélida Piñón, Autran Dourado. En el estudio de Afranio Coutinho la ubican después de Clarice Lispector. ¿Entonces usted forma parte de esa generación que hace poco se denominó "El 55" por ser un año en el que pasaron muchas cosas literarias, como la edición de Gran Sertón Veredas , el nacimenito de la poesía concreta y la aparición del suplemento cultura del Journal do Brasil ?

-Sí, Clarice y yo somos de esa generación, como también lo fue Guimarães Rosa aunque era más viejo que nosotras, pero él tardó mucho en publicar. Clarice publicó Cerca del corazón en 1954 y yo publiqué La fuente de piedraen el mismo año. En estos dos libros ambas tenemos protagonistas mujeres.

-¿Se podría decir que la generación de ustedes, lo mismo que las vanguardias poéticas de esa época, rompen con el formalismo de la generación del ´45, con esa severidad y su empecinamiento en retornar a lo clásico?

-Sí, aunque por generación del ´45 se entiende más a la poética, la de Ledo Ivo, la de Jo ã o Cabral. Clarice y yo somos generación de ruptura. Ambas instalamos, como usted remarcó, nuestras narrativas en la ciudad. Antes que nosotros habían estado los narradores del ´30.

-Los nordestinos...

-Exactamente. Erico Veríssimo, Graciliano Ramos, Raquel de Queiroz, grandes prosistas. Y a estos los precedió la generación del ´22.

-La que decide a buscar en las raíces brasileñas y abre la puerta a los regionalistas del ´30, Oswald de Andrade, Mario de Andrade.

-Si, Bandeira... Ahora bien, no se puede clausurar a una generación, la cosa es más ambigua. Hay autores que pasan de una generación a otra; otros que, depende los modismos, en un momento son griegos, y en otros vanguardistas.

-Y otros que extrapolan a su generación, como el poeta João Cabral.

-Sí, es verdad..

-A mí me encanta ese largo poema de João Cabral, Muerte y Vida Severina.

-Sí, es una obra dura, seca como su tierra nordestina. El está casado con una de las mayores poetas vivas, Marly de Oliveira.

-Ella tiene un tipo de poesía conceptual, rigurosa, que recuerda a la de Eliot, inclusive en su aliento.

-Es una poeta reflexiva, profunda, filosófica, sin ser aburrida. Tiene un lenguaje bello y un soplo lírico, cierta emoción, elemento este último que también lo tienen Camões y Carlos Drummond. Yo leo un poema de Drummond y se me llenan los ojos de lágrimas, por ejemplo ese que dice "¿Qué milagro es el hombre? / ¿Qué sueño, qué sombra? / Pero, ¿existe el hombre?" 

 

LA CONFESIÓN DE LEONTINA 
(Fragmento)

Ya conté tantas veces esta historia y nadie me quiso creer. Ahora voy a contar todo especialmente para la señora que si no puede ayudar al menos no está atormentándose como hacen los otros. El diario me llama asesina ladrona y hay uno que hasta dio mi foto diciendo que yo era la Mesalina de la boca de la basura. Le pregunté al señor Armando qué era la Mesalina y contestó que esa fue una mujer muy alocada. Y mis ojos que ya no tienen más lágrimas por haber llorado tanto, aún lloraron más.

El señor Armando que es el pianista de aquel salón de baile me aconsejó no perder la calma y esperar con confianza que la justicia puede tardar pero un día llega. Respondí entonces qué confianza podía tener en esa justicia que viene de los hombres si ningún hombre fue justo conmigo. Ninguno. Sólo Rogelio fue el mejorcito de ellos y aun así me largó de la noche a la mañana. Me quejé con el señor Armando de que he trabajado como un perro y él se rió y preguntó si el perro trabaja. No sé, respondí. Sé que trabajé tanto y aquí me llaman vagabunda y me picanean hasta allá adentro. Sin hablar de las porquerías que obligan a una a hacer. Por ello, Armando dijo que no perdiera la esperanza que no hay mal que dure mil años. Entonces me quedé más resignada.

Pucha vida qué cuidad. Qué puta ciudad Rubí vivía diciendo. Y decía también que yo debía volver para Olhos D´Agua porque esto no pasa de una bella mierda y si ni ella que tiene pecho de hierro está aguantando, imagínese una tora de capisote como yo. ¿Pero cómo podría volver?. ¿Y volver para hacer qué?. Si mi madre todavía estuviese viva y si yo tuviese a Pedro y a mi hermanita entonces seguro que volvería corriendo. Pero allá no hay más nada. Volver es volver para la casa de Doña Gertrudis que solo le faltaba hundirme un tenedor. Y ni me pagaba porque apenas sé leer y por eso mi sueldo era la comida y unos vestidos que ella misma hacía con retazos que guardaba en un baúl.

Lo curioso es que ahora que estoy encarcelada vivo acordándome de aquel tiempo y ese recuerdo me duele más que cuando me colgaron de una forma que quedé azul del dolor. Nuestra casa quedaba cerca del pueblo y vivía cayéndose a pedazos pero bien que era calentita y alegre. Tenía a mi madre y a Pedro. Sin hablar de la hermanita Luzia que era medio tontita. Pedro era mi primo. Era más grande que yo pero nunca se aprovechó de eso para burlarse de mi. Nunca. Hasta no era malo pero nosotros no podíamos contar con él para nada. Casi no hablaba. Volvía de la escuela y se metía en el matorral con los libros y sólo venía para comer y dormir. Parecía estar siempre pensando en una sola cosa. Un día le pregunté en que pensaba y me respondió que cuando creciese no iba a continuar así un harapiento. Que iba a ser médico y tan importante que ni el doctor Pinho. Me morí de risa ah ah ah. El me zarandeó, pero me zarandeó mucho y me obligó a repetir todo todito lo que había dicho que iba a ser. No se burle de mí estuvo repitiendo no sé cuántas veces y con una cara tan furiosa que fui a esconderme al matorral con miedo de recibir más.

Traducción de A. R.

Bibliografía

La fuente de piedra, novela , 1954
Verano en el acuario , novela, 1963
Antes del baile verde , cuentos, 1972
Las meninas , novela, 1973
Seminario de ratas , cuentos, 1977
La disciplina del amor , fragmentos, 1979
Misterios , cuentos, 1981
Las horas desnudas , novela, 1989

AGUSTINA ROCA




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